27º Límite

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Dedicado a AlexisHerondale6























— No entiendo por qué quieres volver ahí — mascullo con la mirada al frente. No me esfuerzo por ocultar lo molesto que me encuentro, de hecho, incluso chasqueo con fastidio la lengua cada par de minutos para hacerlo notar.

Aisha, sentada a mi lado, opta nuevamente por ignorarme y veo cómo recarga su rostro en el vidrio, de reojo.

Aprieto el material liso del volante, así como mis dientes.

— Juré jamás dejarte volver a poner un pie ahí — la presiono a hablar, pero no funciona — Pero eres tan terca.

— Debí pedirle a Nicohol que pasara por mí — le escucho decir entre dientes.

Sonrío, fuera de quicio.

— Estás demente si crees que te dejaría sola en esa casa, otra vez.

— El pasado pesa como una tonelada — mi protegida dice, con aires sabiondos — Déjalo ir.

— ¿Que lo deje ir? — gruño con ironía — Yo no sé qué pasa con tu lóbulo temporal, Aisha, pero el mío se encuentra en perfecto estado y yo aún recuerdo lo que estaba a punto de hacerte ese detestable humano...

— Él no estará ahí, Nicohol dijo que está trabajando fuera de la ciudad — interrumpe y echa la cabeza hacia atrás, cansada.

— Si lo veo... — esta vez aprieto tanto los dientes, que duele — Si lo veo, no sé qué haré; pero lo haré.

— Si no quieres que vaya sólo dímelo — dice con voz resuelta.

— No quiero que vayas.

— Igual no te haré caso.

Un grito frustrado resuena desde mi garganta y despego mis manos del volante sólo para alzarlas y doblar mis dedos de una manera antinatural con desesperación y un mar de venas saltando de mi frente sólo porque ésta niña me hace querer estallar; estallar y olvidar lo que sea que vaya a pasar el día de hoy.

El resto del camino, los cincuenta kilómetros por recorrer; lo pasamos en silencio.

Manejar ya no es un problema, no cuando lo hago casi a diario. El problema, es esta insidiosa voz dentro de mi cabeza, llamada consiencia.

Sé que no debería cumplirle sus caprichos ni llevarla al lugar donde casi... eso, pero hay otra parte de mí que me impide negárselo. Y no sé si se deba a la parte angelical que aún me impide interferir en sus decisiones, o si se deba a que la quiero tanto; que literalmente me es imposible negarle algo, incluso algo como esto, incluso algo tan estúpido e insensato como esto.

Estoy furioso.

Y estar enojado con Aisha es como verte al espejo, no recibes nada de ella ni la afectas, sólo estás tú; observando cómo te ignora sin esfuerzo alguno.

Una negativa furiosa es dada por mi parte, y se debe a varias cosas. La primera; a que a una impertinente humana se le ocurrió la magnífica idea de meterse justo en mi camino y provocar el bloqueo de dos carriles, la segunda; a que Aisha le ha subido el volumen a una espantosa canción sonando en la radio, la tercera; las bocinas de los autos que comienzan a sonar tras de mí, la cuarta; la lírica de la canción, y la última y peor; la persistente mirada puesta en mí desde algún punto a mi alrededor.

Cierro los ojos con fuerza y dejo salir el aire por mi nariz, con fuerza también.

— ¿Qué está pasando? — Aisha le baja el volumen a su horrorosa canción cuando escucha el escándalo detrás y frente a nosotros — ¿Por qué nos detenemos?

YERATHELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora