La Chica Nueva 2

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(En primer lugar, siento tardar tanto en actualizar. He tenido unas últimas semanas llenas de exámenes, y bueno, tengo que estudiar. Espero que no se hayan molestado demasiado, y me repito, lo siento muchísimo haberlas hecho esperar. Después de lo que valoran todas mis novelas, nunca olvido a mis súper lectoras. Un beso para todas y cada una de ustedes, que me leen en cuanto subo un capítulo. Estoy muy agradecida :) )

- AÑO 2008 -

1º día de colegio.. Quería morirme. El uniforme era horrible, falda a cuadros escoceses y camisa de color blanco con el escudo del colegio en la parte izquierda, cerca de la zona del corazón. Sabía bien que iba a volver a ser la rara del colegio, y por eso mi cabeza llevaba diciendo varias noches que me negara a ir. Pero no, sería un ataque a la amabilidad de mi tía Cris, y además, mi hermano se iba a enojar muchísimo conmigo. Había que hacer caso, me gustara o no.

Bajé por las escaleras y me llegó el olor de café y tostadas desde la cocina. ¡Oh, Dios! No tenía ni pizca de hambre. Pero Pato iba a obligarme igualmente. Por lo que suspiré, y entré en la cocina fingiendo una sonrisa. La tía Cris me vio y también me sonrió:

— Mi sobrinita linda, ¿preparada para un gran día?

— Eso creo — dije en voz baja.

— Preparé tostadas, carbohidratos para que este día sea fenomenal. Pueden comer en el colegio, o venir acá. Lo que ustedes quieran.

— Preferiría no comer en ninguno de los dos sitios — dije susurrando. Y creo que mi tía me escuchó, pero no dijo nada. Sí, al menos parecía más educada que yo. Pero también había tenido una vida más fácil.

Yo había estado de acá para allá toda mi vida, sin hogar, con dos padres desaparecidos, y con un hermano que había tenido que hacer de padre desde que tenía 11 años. Su vida había sido su hermana, se había encargado de protegerla, en vez de salir con sus amigos. Había cumplido lo que algún día le había dicho nuestra madre. Tal vez Pato sabía donde se encontraba ella, o podía intuirlo, o tal vez no y tan solo eran imaginaciones mías. Lo que los dos sabíamos bien, es que nos había dejado solos. Que nos había abandonado a nuestra suerte con el comandante Bauer, al que conocíamos más bien poco. Pero terminamos acostumbrándonos a él. Era un ser humano respetable, que nos había respetado a nosotros y que nos había tratado como a sus hijos. Después, se murió, y volvimos a quedarnos solos. La policía nos ayudó, estuvimos viviendo en un cuartel dos meses, y después volvimos a Buenos Aires, dónde nuestra tía Cris nos estaba esperando. Y ahí, comenzaba una nueva vida, otra vez..

Apenas desayuné., lo que hizo que mi hermano se enojara y me estuviera mirando mal durante todo el camino al colegio. A mí me daba igual, estaba nerviosa porque sabía que era una persona diferente, una persona a la que no le gustaba hacer nuevos amigos. Una persona muy fría y distante. Y sí, era raro que fuera a cambiar ya casi con 17 años que tenía.

La tía Cris nos abrió la puerta y fuimos directamente al despacho de la directora. Era una mujer rubia, con el pelo lacio, peinado de peluquería. Llevaba un traje ajustado de color rosa pastel, y tenía una foto de su familia puesta sobre el escritorio. ¡Oh, otra madre más orgullosa de sus hijos y su marido! No era mi caso, mi madre era una traidora que nos había dejado solos.

— Señorita Cristina, ¿cómo se encuentra?

— Muy bien señora Vargas — la tía saludó con dos besos a la señora directora y sonrió —. Por fin mis sobrinos ya están en casa, y eso me pone aún más feliz.

— A mí también me pone feliz que dos niños con tantos viajes por Europa puedan estudiar en nuestro colegio. Seguro que son dos futuros muy prometedores, se puede decir que son alumnos íntegramente internacionales — la señora Vargas nos miraba sin parar, con una sonrisa que me asustaba.

— Eso espero, que todos esos viajes por Europa sirvan para tener un futuro prometedor. Se lo merecen sin duda.

— Bueno, les acompañaré a sus clases para que así se presenten, sus nombres son si no me equivoco, Patricio y Mariana, ¿verdad?

Mi hermano y yo asentimos con la cabeza.

— En efecto, señora Vargas — dijo mi hermano.

— Bien, voy a mostrarles sus clases. Pato, estudiaras con mi tercer hijo, Juan Pedro. Espero que les pueda ayudar en todo, que se adapten al colegio y a los compañeros, y también que puedan asistir a todos los eventos que sean fuera del ámbito del centro.

— Muchas gracias — la agradeció mi hermano mayor.

Yo no dije nada. Tan solo seguí a la señora Vargas, la directora, por el ancho pasillo del colegio que me llevaría hasta la clase. Abrió una puerta, la cuál daba a una clase no completa aún. Habíamos llegado un poco más pronto, respetando la puntualidad que se requería en el colegio.

— Bien Mariana, esta es tu clase. Eugenia mi vida — una chica rubia de ojos verdes y pelo rubio se dio la vuelta y la sonrió a la directora —. Vení un segundo.

La chica se levantó de la silla uy caminó hasta la puerta, donde nos encontrábamos nosotros:

— Bien Mariana, esta es Eugenia. Además de ser una de las mejores de la clase, es hija de una de mis amigas. Te dejo con ella, va a ayudar a que te adaptes bien.

— Por supuesto, directora — Eugenia me sonrió y me agarró del brazo, tirando de él, hizo que entrara dentro de la clase.

Todos los alumnos me miraban. Era la nueva, era normal que me miraran. Pero me estaba muriendo de vergüenza. Eugenia me sentó en el pupitre vacío que había a su lado y comenzó a hablarme sin parar, mientras que la directora y mi hermano abandonaban el aula. Estaba sola, completamente sola. Ahora me tenía que defender yo sola. Tragué saliva, iba a ser una tarea algo difícil.

— Así que te llamás Mariana — dijo Eugenia.

Asentí con la cabeza.

— Un nombre lindo. Bueno, en un rato llegara Candela, mi mejor amiga. Las tres la vamos a pasar bien. En este colegio son un poquito racistas, no soportan a la gente que tiene buenas notas, y desgraciadamente, ese es mi caso.

Suspiré:

— ¿También son racistas con la gente que ha crecido en más de 10 países?

Eugenia me miró sorprendida:

— ¿En serio?

— Salí de Buenos Aires por primera vez cuando era una bebita. Desde entonces he vivido en España, Portugal, Reino Unido, Austria... Un montón de países europeos.

— Uau... Eso es buenísimo.

— No lo creas. Ha sido bastante complicado.

Eugenia se mordió el labio:

— No te preocupes, acá vamos a ser amigas... Cande y yo, bueno y Gastón, nos protegemos de todo. Sobretodo del hijo de la señora Vargas, ella se cree que es lo mejor, pero ese pibe es malo. Muy malo. Es el líder del colegio, y todos le hacen caso. Le hace la vida imposible a todos los que sobresalen, gente con buenas notas sobretodo. Para mi desgracia, no solo tengo que aguantarlo en el colegio, como nuestras madres son amigas, muchas veces tengo que verlo fuera. Y es horrible.

— ¿Su nombre es Juan Pedro?

Eugenia asintió:

— Juan Pedro Lanzani. Peter para los amigos. 

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