The eyes are the mirror of the soul

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"The eyes are the mirror of the soul" by: LeonessaBlue

Sinopsis:
InuYasha siempre había sido rechazo y odiado tanto por los demonios como por los humanos. Había tenido que llegar una muchacha del futuro para que descubriera el verdadero significado del amor y la confianza. Sin embargo... ¿qué pasaría cuando el destino decidiera jugar con él? ¿Y si de pronto Kagome no lo recordara... y le temiera?

Genre: Romance/Drama
Historia: Terminada.
Character: [Inuyasha, Kagome H.]
Chapters: 9

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Valoración: 9/10

Capítulo 1

Un grito femenino rompió el silencio del amanecer.

Sobresaltados, tanto Sango como Miroku abrieron los ojos y se levantaron con premura. Sus miradas chocaron unos segundos antes de que sus miradas escanearan su alrededor en busca del inminente peligro.

InuYasha ya se había bajado de la rama en la cual se encontraba descansando y una de sus manos se encontraba sobre el mango de su espada, preparado para saltar en cualquier momento.

Sin embargo... no había nada.

El ceño del medio demonio se frunció. ¿Qué mierda...?

—¡Un demonio! ¡Hay un demonio! — de nuevo gritó la voz de la sacerdotisa.

InuYasha se tensó, intentando captar cualquier cosa, pues se estaba llegando a poner muy nervioso, pero tan solo podía notar a sus amigos. ¿Qué le pasaba a Kagome? Si hubiera algún demonio cerca, él lo sabría. Inquieto y un poco frustrado, se giró para pedirle explicaciones a la joven cuando se la encontró tras la espada de una patidifusa Sango. Miroku, a su lado, sujetaba el báculo en posición de ataque por si acaso, aunque también observaba a la chica como si se hubiera vuelto loca.

—Kagome, ¿qué...?— cuestionó Sango confusa.

—¡Mira, allí! ¡Sango, ¿no lo ves?! ¡Un demonio me estaba atacando! — explicaba frenética aferrándose a su camiseta.

—Señorita, allí no hay nadie.

—¡Sí, cuando abrí los ojos ahí estaba! — chillaba. InuYasha dio un paso hacia delante, hacia ella, pensando una parte de él que la muchacha se había vuelto loca— ¡¿Pero es que no lo veis?! ¡Si está ahí! — y extendiendo su mano en el lateral de la exterminadora, señaló a alguien.

El silencio reinó por un momento en el ambiente. La incredulidad se mostró en el rostro de Sango, Miroku e InuYasha mientras el pequeño Shippo, sentado en el saco de dormir, observaba la situación entre perdido y somnoliento.

—¿Qué está pasando? — cuestionó el pequeño demonio alternando su mirada— Kagome, ¿por qué gritas?

No obtuvo la respuesta que deseaba, o por lo menos no una verbal. Como si le hubieran dado una descarga eléctrica, y soltando un grito, la sacerdotisa respingó y se escondió aún más tras la espalda de la mujer. Los demás la observaban como si se hubiera dado un golpe en la cabeza.

—¡Se sabe mi nombre! ¡¿Por qué un demonio se sabe mi nombre?! ¡Ayuda, Sango!

Saliendo del estupor inicial, la mencionada se dio la vuelta y cogió a la chica por los ojos para mirarla a los ojos. Sus pupilas destilaban verdadero pánico, algo incapaz de actuarse por lo que descartó la idea de que fuera una pésima broma. Kagome, de verdad, estaba asustada del pequeño Shippo.

¿En qué momento había empezado eso?

—¡Kagome, es Shippo!

—¿Shippo? ¿Quién es Shippo? ¡Déjate de tonterías y ayúdame! — exclamaba mientras se retorcía para soltarse. Consiguió su objetivo y dio dos pasos hacia atrás, alejándose.

Sintiendo un nudo en el estómago por lo retorcido que era esa imagen (Kagome temiendo a su querido Shippo), InuYasha se giró hacia el pequeño por un instante para encontrárselo con el rostro desencajado y las lágrimas a punto de saltársele.

Algo estaba mal con Kagome.

¿Por qué se comportaba de esa forma?

¿Qué le habían hecho?

Mientras, Sango intentaba razonar con la joven haciéndole ver lo equivocada que estaba, sin embargo, esta tan solo negaba la cabeza, echando furtivas miradas a un destrozado Shippo como si en cualquier momento se fuera a abalanzar sobre ella y caminaba hacia atrás hasta chocar con unos de los árboles.

—¡Kagome! — la llamó el medio demonio.

Debía poner orden ya. La actitud de ella lo estaba poniendo muy nervioso.

Sango calló, con el rostro compungido, al escuchar la voz. Seguro que InuYasha sabría qué hacer. Kagome, por otro lado, giró el rostro hacia su dirección y al verlo palideció.

Otro demonio se está acercando a mí, pensó aterrada, ¿es que no se dan cuenta Sango y Miroku de ello?

—Kagome, ¿qué mierda te pasa? ¿Por qué te comportas así? — le iba diciendo con firmeza.

—No...— musitó ella, apretujándose lo máximo posible a la corteza del árbol— ¡No te acerques! ¡Aléjate de mí, demonio!

Y fueron escucharla y su cuerpo se paralizó a medio paso. La miró incrédulo de sus palabras y no fue capaz de pronunciar palabra alguna.

Jamás pensó que escucharía eso salir de los labios de la sacerdotisa. Jamás creyó que irían hacia él. Jamás imaginó que Kagome lo despreciaría.

A él.

¿Quién era ella y que le habían hecho a su dulce Kagome?

—Kagome, nosotros nunca te haríamos daño...— el trémulo susurro de Shippo sonó lejano en su mente.

Ella contestó algo, pero no llegó a procesar si quiera lo que decía. Su mente se había paralizado y tan solo podía mirarla. Mirarla e intentar convencerse de que esa era Kagome: una muchacha temblorosa con los ojos anegados de lágrimas y miedo, y palabras hirientes.

Atrás había quedado a la muchacha sonriente que había creído en él desde el primer momento.

Ella no era su Kagome.

Cuando ese pensamiento surcó su mente un profundo dolor asoló su pecho, dificultándole la tarea de respirar.

—Señorita, tranquilízate, por favor— dijo Miroku con las manos extendidas en actitud pacifista— Estás a salvo. Nadie va a lastimarte.

—Diles que se vaya— se negó a relajarse ni un ápice. Tenía la mirada clavada en el primer demonio que descansaba sobre los traidores brazos de su amiga y el segundo que no se movía, a unos cuantos pasos de ella. Estaba preparada para correr en cualquier momento. No la cogerían. No la matarían— ¡Os han comido la cabeza! ¡Qué se marchen si son tan bueno como dices! — alzó la voz.

Vio como Sango y Miroku se miraban, preocupados y muy confundidos.

—Pero ellos...— no pudo terminar la frase la mujer.

—¡Qué se marchen! ¡Échalos! — sollozaba abrazándose, todo el cuerpo temblándole— ¡No los quiero junto a mí! ¡Que no se acerquen! ¡Que no me toquen! —sus piernas fallaron y cayó sobre las raíces de estos— ¡Mátalos!

—¡KAGOME! — jadeó Sango incapaz de creer su última palabra. Dejó al demonio zorro llorando sobre los brazos de Miroku y corrió para acercarse a ella. La tocó, intentando tranquilizarla, sin embargo, la sacerdotisa al principio opuso resistencia— ¡Kagome, soy yo! ¡Soy Sango! ¡Kagome, por favor!

—Sango...

Llorando, su resistencia desapareció y terminó abrazándose al cuerpo de la exterminadora. Ahí, en sus brazos, Sango vio a una Kagome histérica, destrozada y rota en su interior. Inevitablemente una lágrima descendió por su mejilla, preocupada como estaba por el extraño comportamiento de su amiga.

—Mátalos, por favor... No dejes que se acerquen a mí, Sango... No dejen que me toquen...

Fue ese momento en el que InuYasha se movió. Con una impenetrable máscara en su rostro, este no miró en ningún momento el lugar donde las dos mujeres se abrazaban. Se acercó a donde se encontraba el monje y agarrando a un tembloroso Shippo, de un salto desapareció.

El mutismo del momento tan solo era cortado por el lloro desconsolado de Kagome.

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