Para Siempre

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La mañana siguiente despierto aturdido, había tenido un sueño bastante pecaminoso, la rubia ha corrompido con mis buenos pensamientos, bueno... tampoco es que los tuviera, la verdad siempre he sido un ser lujurioso y pervertido, Dios nuestro señor me mantenga con cordura, aunque creo que esa la he perdido hace tiempo, nunca tuve las neuronas necesarias para mantenerme estable, siempre pierdo el control, soy incapaz de controlarme.

Me levanto de mi cama y camino hacia la ducha, me despojo de mi camisa y me veo frente al gran espejo, siempre he dicho que soy un hombre bastante atractivo, ¿pensará eso mí la pequeña rubia?
Quisiera tenerla en mis brazos, chocando piel con piel, sentir sus senos y ser testigo culpable de poner erecto sus pezones y su piel de gallina, me encantaría sentir sus pequeñas uñas arañando mi espalda, sentir sus dientes blancos mordiendo mis labios, me hace perderme en un agujero negro que sinceramente, no quiero salir de él. Es mi único refugio, hasta ahora. Tenía tanto tiempo sin ser atrayente de algo majestuoso y de cierta manera, ante mis ojos verdosos, perfecto, tanto tiempo sin amar con el corazón entero, que casi olvidaba lo bonito que se siente, no quiero dejar de sentir esto, a cambio, quiero más.
Me doy una ducha tibia, tomo mi tiempo para relajarme y aclarar mis pensamientos, no hay nada más importante en ellos más que mi pequeña, es un pecado mortal que quisiera complacer, hacerla delirar y que conozca lo que es el amor eterno, porque yo no pienso dejarla ir, yo la quiero conmigo para siempre, hasta que mis cabellos negros se tornen blancos y se caigan uno por uno y, aun así, después de mi muerte, la llevaré conmigo, para hacerle el amor en una nube en honor a nuestros recuerdos, porque así es el amor del bueno, se lleva hasta el fin de los tiempos.
Salgo de mi trance cuando escucho la voz de Martha, es la chica con la que me acuesto, en ocasiones. Pensaba tanto en otras cosas que se me pasó decirles que al fin de cuentas, tengo parejas, tal vez no formal, solo es una pareja con la cual tengo sexo hasta que mis huesos me lo permiten, es estúpido si pensaron que una persona, pecaminosa como yo, no tuviera sexo. La verdad es que Martha no es consciente de ello, creo que su amor hacía mí le nubla la razón, y es que el amor es ciego y loco y duro pero también es bello, tan bello como la primavera y sus flores de colores.

 -Harold –la escucho llamarme.

 -Estoy en la ducha. –le respondo e inmediatamente abre la puerta del baño.

 -¿Quieres que me meta contigo? –dice coqueta mientras saca su chupetín de la boca. Martha tiene 22 años y es muy sexy, ya sé que es más joven que yo, ¡pero Dios! Me la chupa tan bien.

 -No cariño, estoy bastante cansado. –digo mientras lavo mi cabello.

 -Bueno, te espero afuera. –dice para después depositar un beso en el cristal de la puerta de la regadera. Su labial rojo queda marcado en él y tengo que admitir que eso me calentó un poco.


Termino minutos después y salgo con una toalla alrededor de mi cadera, Martha está sentada en la cama viendo una revista, eso pasa a segundo plan cuando me voltea a ver, se muerde el labio y no puedo evitar sentirme atraído, no vayan a pensar que me gusta, para nada, me parece muy guapa, tiene ciertos rasgos latinos y eso la hace una chica sexy. Camino hacia ella y la beso, fuerte y rudo, muerdo sus labios y la temperatura empieza a subir, toca mi miembro por encima de la toalla y eso lo pone erecto, me tumba a la cama y se monta encima de mí, empieza a moverse en círculos y me gusta, le tomo de las caderas para que aumente su velocidad, sus manos están en mi pecho y se agacha a besarme, tomo esa ventaja y cambio de posición, ahora estoy yo arriba y jalo de su cabello para hacer que su cabeza vaya hacía atrás y tener más libertad al besar su cuello, bajo mi otra mano a su falda y siento sus bragas húmedas, no quiero esperar más y jalo de sus bragas, sin tela que estorbe su feminidad bajo hasta ella y empiezo a dar lengüetazos circulares, eso parece gustarle, gime y me jala del cabello, sigo con eso para después ir de arriba para abajo haciendo presión en el clítoris, me deshago de mi toalla y la penetro sin pensarlo dos veces, ella toma la pastilla no se alarmen, así que el condón pasa a no preocuparme.
La follo duro y rápido, no para de gemir, cambio de posición y la coloco en cuatro, tomo de su cabello mientras escucho como mi pelvis choca con su trasero, ambos estamos sumergidos en sudor, me pide que vaya más rápido y lo hago, siento como se contrae y empieza a temblar, segundos después de eso se corre, sigo follándola hasta que el orgasmo llega a mí, gruño por aquella sensación y ambos terminamos por tumbarnos en la cama, tanto la respiración de ella como la mía es acelerada y entre cortada, se acerca a mi pecho y lo besa, toco su cabeza y me levanto, voy hacía el armario y saco un bóxer negro, me lo pongo para después tomar una camiseta con botones y colocármela, saco unos vaqueros de mezclilla y mis mocasines, me gusta siempre vestir bien, así sea un sábado para descansar.

 -¿A dónde vas? –pregunta Martha, a veces es muy entrometida.

 -Tengo que hacer el súper. Vamos arréglate. –le digo después de darle sus bragas tiradas.
Me coloco desodorante y un poco de perfume, peino mi cabello desordenado y lo pongo hacia atrás, siempre lo utilizo así, aunque es imposible mantener mis rizos siempre tan rígidos. Salgo del cuarto con Martha atrás de mí, bajo a la cocina y tomo mis llaves y mi cartera.

 -Anda yo te llevo. –le tomo de la espalda baja y la encamino a salir, ambos entramos en mi carro el mismo tiempo y lo enciendo.

 -¿Te llevo a tu departamento o algún otro lugar?

 -Necesito ir al puesto de revistas, el que está en la calle del banco. –Dice y yo asiento. No está lejos y no tardamos en llegar, no tengo mucho de qué hablar con ella, tampoco me parece incomodo no hablarle durante el camino. Llegamos y me bajo a abrirle la puerta, podrá ser la mujer a la cual yo follo y no amo, pero eso no quita mis principios, desde pequeño mi madre me inculco ser atento con las mujeres, fuesen como fuesen.

 -Gracias. –baja y se voltea para conmigo.

 -Nos vemos luego. –me despido con un abrazo y ella besa mi mejilla. La veo ir a la entrada de la tienda mientras otra chica sale de ella chocando con Martha, logro reconocer a la chica con la que chocó la morena, es la niña de hace días, es mi pequeña, la pequeña rubia de ojos grandes y negros.

 -Fíjate tonta. –Le dice Martha a la niña.

 -¿A quién llamas tonta? –la rubia la empuja  y eso parece molestarle mucho a Martha, tengo que interferir entre ellas dos, no dejare que lastime a mi dulce niña.

 -Martha no hagas esto, deja a la niña. –Tomo a la chica de 22 años del ante brazo y la aparte de la persona que me hace delirar y pecar con mis malos pensamientos. Al parecer tome a la chica muy fuerte pues inmediatamente se queja y se zafa de mi agarre.

 -Para la otra llama a la pequeña tonta cuando necesites follar. –dice esto para después entrar hecha una furia a la tienda.

 -¿Estás bien? –le pregunto al amor de mi vida, debo estar loco para llamarla así, pero es que miro fijamente sus ojos y me doy cuenta de que la amo, la amo más de lo que me amo a mí mismo.

 -Sí lo estoy, gracias. –dice mirándome fijamente a los ojos. –Sabes, yo pude haberme defendido sola.

 -Tal vez, solo si te gustaría estar debajo de 1.75 metros. –Reímos. Aún seguimos mirándonos fijamente, no estoy seguro de si mi risa fue lo que la hizo sonreír, pues al hacerlo sus grandes ojos se enchinaron, contemplar aquella belleza me pierde, sólo quería tomar su mejilla y acercar mis labios a los suyos, se veían tan rosados y carnosos, los imagine alrededor de mi polla, mientras sus ojos grandes me miran fijamente haciéndome llegar a un increíble orgasmo.

 -Pues soy bastante fuerte, voy a clases de karate y soy cinturón amarillo, la tenía controlada. –

Dice orgullosa y me guiña el ojo. Dios mío eso me puso tan caliente.

 -Tu eres una niña linda y ella una mujer vagabunda, ¿quién crees que gane? –Después de decir eso veo como sus mejillas se tornan de un color carmesí y pregunta: 

 -¿Soy linda? -¿está niña puede ser mejor? Es demasiado tierna, pero mi intuición  me dice que no es esa clase de niña tierna e inocente de los cuentos, ella es algo más peligrosa.

 -Sí, lo eres, bastante. –Respondí

 -Pues gracias pero tú eres más grande que yo, no deberías alagarme, se ve mal.

 -Soy mayor, claro que sí, pero tú eres mi amiga y a los amigos se les alaga.

 -¿Y yo cuándo te nombre mi amigo? –dijo mientras enarcaba una ceja.

 -Lo seré después de invitarte un helado, ¿te parece? –lo piensa mientras pone su dedo índice en su barbilla y junta sus labios haciendo una mueca bastante chistosa.

 -Bien, acepto tú helado.

Nada puede hacerme más feliz en estos momentos, juro por mi vida que ésta niña será mía para siempre.

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