Madre

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Alucinante, maravilloso y encantador. Palabras tan sencillas y tan adecuadas a la situación. Seguramente se han de preguntar qué habrá pasado entre nosotros, Valerie y yo, tan simple como eso, nada, le he perdido el rastro desde aquel día que pasé a dejarla en la guardería de sus hermanos. No imaginan como ansío volver verla, tanto que me orilla a la locura, ese pecaminoso camino no debería ser para mí. Pero, así como una flor no elige su color, yo no pedí esto, no pedí ser así, solo sucedió y acá estoy, como un hombre sediento y solo.

El aire estival ataca contra mis cabellos, el clima está a mi favor el día de hoy, debería de aprovechar. Esos temibles fríos y el aire helado no son lo mío, al menos de que se tratase del viento fresco que trae consigo el crepúsculo, ese sería lo ideal para mí, adoro sentir como la piel se me pone de gallina y mis bellos se erizan, sin embargo el frío me estremece, y no de buena manera, me provoca mal humor y tristeza, me hace creer que la soledad con la que cargo en mi espalda, es aún más grande de lo que creo que es.

Los refunfuños de mi vecina se logran colar hasta mi habitación, oírla gemir me pone caliente, de seguro ha de estar pasándola bien. Llamo a Martha, un sábado por la noche no se oye bien para estar solo, sin compañía femenina.

-Hola, guapo. – me deposita un casto beso en la mejilla mientras la dejo pasar. 

Rápidamente le como la boca con un beso pasional, recargo su espalda contra la puerta y comienzo a manosearle el trasero. Ha este grado estaba demasiado caliente, antes de que Martha llegase, que fue tan pronto corte la llamada, estuve manoseando un poco mi miembro, pensaba en una niña pequeña y rubia, nada que no hubiera pensado antes.
Me cogí la pelinegra como siempre, duro, la hice mía en la entrada del departamento, después encima del sofá, en la cama y por último la volví a tomar en la ducha. No paraba de gritar, creo firmemente en que mi vecina la escuchó tal y como yo a ella, la tomaban tan bien como yo lo hacía con Martha.

-Eso estuvo genial. -suspiró.

-Sí. ¿quieres que te lleve a casa?

-No, traje mi auto. Tengo una fiesta esta noche.

-Mmm... ¿mi chica se va a divertir hoy? -ronroneo mientras la besaba nuevamente.

-Deberías de acompañarme, nos podemos escapar y coger en el baño.

-Suena genial. Pero tengo trabajo que adelantar.  -Hizo un puchero mientras se levantaba de la cama y buscaba por el suelo sus bragas. -Creo que están en la entrada.

-Cierto.

Media hora más tarde, limpio y con mis ganas sexuales saciadas, hice lo que debí haber hecho desde temprano, adelantar mi trabajo, tenía que tener esto listo para el lunes, Bernad solía ser estricto con las fechas. Me costó trabajo concentrarme, tenía un mal presentimiento que no me dejaba estar cómodo, me removía una y mil veces en la silla, sacudía la cabeza cada diez minutos, desordenaba para después volver a ordenar mi cabello, terminar mi trabajo me costó más tiempo de lo que tenía pensado. Decidí dejarlo hasta ahí he irme a descansar.

1:30 am y mi celular no paraba de sonar, apenas había caído en un sueño tan profundo que sufrí una batalla interna entre el deber de atender el celular o seguir durmiendo.  Era Martha, lo cual me pareció raro, ¿qué querrá?

-¿Si?

-¿Usted es el señor Styles? -no era la voz de Martha.                                                                                                                                                                                   

-¿Quién habla?

-Tememos informarle que la joven... Martha García, ha sufrido un accidente automovilístico, necesitamos que se presente al hospital con urgencia. 

-Gracias, en seguida voy.

¿Qué demonios hiciste Martha?

Tomé rápidamente unos vaqueros y una camiseta blanca, me vestí lo más pronto posible y conduje directo al hospital. Siendo ella una mayor de edad, debió haber sido grave el choque para que acudieran a mí. Estaba nervioso, las manos me sudaban, no era un insensible con ella, después de todo, le tenía cierto aprecio, más que nada como una amiga. Conduje más rápido de lo habitual, estaba un poco preocupado, solo espero que no sea nada tan grave.

Al llegar, me guie con la ayuda de una enfermera para localizar a Martha, caminaba por los pasillos apurado, esperaba no perderme, en unos de esos largos pasillos, los cuales pasaba a velocidad, tuve la liguera sospecha de haber visto una cabellera rubia muy peculiar, idéntica a la de mi Valerie. Me regrese solo unos metros para lograr apreciarla mejor, y en efecto, se trataba de Valeria, la niña posada en una de las frías y duras sillas del hospital, me acerque a ella en silencio, parecía dormida, estaba con la cabeza recargada en la pared, sus pequeñas manos abrazaban sus piernas recogidas y tenía pequeños cabellos sueltos regados por toda su cara, se veía tan dulce ahí, descansando, su respiración era lenta y pesada, su piel de porcelana me tiene embelesado, sus lindos labios gruesos, me acerco cada vez un poco más a ella y su encantador rostro, quiero apreciarla bien, de lo mas cerca que me sea posible, tiene pequeñas pecas, casi invisibles con razón no logré vérselas nunca, necesitaba estar así de cerca para conocer a sus lindas pecas rosadas. Sin duda alguna, sin ningún retorno, estoy enamorado de ella, es tan sencillamente hermosa. Deseo besarla, ¿será prudente hacerlo? Lo necesito tanto, saber a qué saben sus labios, su piel, su amor.

-Aléjate de mi hija. -ordenó, lo que parece ser la madre. Me asusté y rápidamente me alejé de mi amada, los nervios me invadieron, me era difícil controlarme, no tenía una explicación que dar, por dios ¡que vergüenza! Esto es muy embarazoso, de seguro me he visto como un vil acosador.
Es que no niego serlo, se que soy un loco, un asqueroso loco que desea a una niña. Pero yo se que Valerie es mas que eso, no es solo una chiquilla, presiento que será quien marque mi tortuosa vida. Y es que el amor es así, llega de golpe, sin avisar, sin señales de que viene en camino, solo se atasca como un preciso y duro golpe.

-Lo lamento, no... no es lo que parece.

-Estas loco. ¡Fuera!

-¿Mamá?

Los gritos, no tan escandalosos, de la señora, han despertado a Valerie. Se gira a verla mientras talla uno de sus ojos, después gira a la dirección en la que su madre ve, la cual para mi mala suerte es en donde estoy yo. Me ve y su cara es de sorpresa, claramente no esperaba encontrarme aquí, ni yo a ella para ser sinceros, esta ha sido obra del destino, nuevamente, esta es la señal que la vida me da para hacerme entender que Valerie debe estar en mi vida, a mi lado.

- ¿Harold?

-Yo me tengo que ir, lamento molestar.

- ¿Conoces a este hombre, hija?

Miro a Valerie, la que por un segundo parece suplicar ayuda con esos ojos tan bonitos que se carga.

-Sí, mama, el es el señor Harold. Papá de mi amiga Melissa.

¿Melissa? Yo no conozco a ninguna Melissa, pequeña mentirosa.

-Sí, yo no estaba seguro de si era Valerie a quien veía, así que me acerque a verla mas de cerca. -sonreí torpemente.  La madre me lanza una mirada de pies a cabeza, me inspecciona con curiosidad, lo cual me hace pensar que no creerá nada de lo que le hemos dicho, rezo en mis adentros para que esto acabe ya.

-Claro... Perdón, yo soy Ana, la madre de Valerie. -Me extiende su mano la cual tomo con rapidez.

-Un gusto. Tengo que irme de aquí, me están esperando. -sonrío y me dio la media vuelta.

Estoy decidido a huir lo más rápido de aquí, cuando de pronto su voz me detiene. Esa maldita y tortuosa voz dulce.

-¿Melissa esta bien?

Esta niña me lleva a la perdición, es tan cínica y la adoro.

-Sí, ella está bien. El que ha venido de urgencia soy yo.

-Cuídese señor.

-Lo hare, que pasen buena noche.

Me despido para después huir, correr y escapar de esta incomoda y vergonzosa situación. Valerie me ha sorprendido, mira que no esperaba que fuera una mentirosa, cínica y hermosa niña. Me pregunto qué hacía ella aquí, de madrugada en un hospital. ¿será que está bien? ¿O le habrá pasado algo a sus hermanos? No los vi en la pequeña sala de estar. Miles de dudas entran a mi mente, ninguna con respuesta.

Juegos prohibidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora