Perdido en el abismo

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Han pasado tres días desde que conocí a la niña rubia y a decir verdad estoy algo obsesionado con la chica, es bastante linda y en mi situación, me era imposible no enamorarme. Tal vez suene ridículo pero ya siento amarla, me enamoro con facilidad, lo sé, algo rival en mi personalidad; suelo ser una combinación bastante variada, así me defino yo, aunque otros prefieren llamarle bipolaridad. Es una enfermedad lo sé, pero parece algo realmente atrayente para las mujeres, ya sabes, la clase de hombre peligroso y sobrio, algo sexy según ellas.

 En este momento de mi vida a la única anatomía femenina que me interesa parecerle sexy es a la rubia, joder solo pienso es su rostro y mi cuerpo y mente reaccionan, claro que ambos de diferente manera, mi cuerpo necesita robarle el aliento, besar su cuello, recorrer cada rincón de ella y besar lentamente su piel mientras la follo como si la vida dependiera de ello. Mientras mi mente es otro royo, solo deseo tenerla en brazos y darle amor, ese amor del bueno, de ese que ya no existe, darle todos los días girasoles sin importar si fueron días buenos o malos. Despertar por la mañana y darle un beso cálido, poder sacarla a caminar una mañana de domingo, ya sabes como una pareja normal, siendo románicos hasta los huesos. Claramente eso jamás pasará pues ella es tan solo una niña y yo un hombre, es algo utópico lo que pienso en estos momentos, ¿pero qué te puedo decir? De verdad estoy sintiendo algo fuera de lugar con la chiquilla.
Me quede perdido en el abismo de su oscura mirada, perdido entre cada una de sus pestañas, perdido y desconsolado en sus gruesos labios rosados, rebotando entre ellos sin haber posibilidad de caer.



-Harold, necesito que leas estos proyectos para el lunes, necesito tú opinión. -habló Bernard, mi jefe, mientras ponía un par de hojas encima de mi escritorio.

-Claro, yo los leo, ¿eso es todo? –pregunte mientras ordenada esos papeles con mis manos.

-Sí. –y giro para volver a su oficina. –En realidad, -volví a escuchar su potente voz y mire como daba media vuelta para después analizarme. –me preguntaba, si ¿desearías venir a cenar con nosotros? Ya sabes, es noche buena y creo que sería buena idea, mis padres y primos no vendrán hasta la semana entrante así que mis dos hijos, mi esposa y yo estamos solo, no nos caerá mal más compañía, ¿qué dices?

-Creo que sería genial, siempre es mejor que estar solo en casa leyendo con una copa de vino en manos. –Sonreí.-

-Perfecto, nos vemos a eso de las ocho.




Cuando mi reloj de mano me marcó las seis empunto comencé a guardar mis pertenecías regadas por el escritorio, tome mi maletín y baje por el ascensor, iba solo, con frío y enamorado, mirando las cuatro paredes de metal que me acogían más a mi soledad, por fin llegue al último piso y salí, me monte arriba de mi mustang gris y deje caer hacia atrás mi cabeza, no me moleste en quitar mi abrigo pues mi auto no era el más cálido, encendí el motor y anduve hasta mi casa. No pensé nada, solo conducía por el sendero que conocía como la palma de mi mano, comenzó a llover y aceleré.


Estaba listo para salir a casa de Bernard, nos caímos bastante bien desde mi primer día de trabajo con él, hablamos e incluso hemos salido a tomar un par de cervezas de vez en cuando, solo eso, pero nunca había conocido a su familia, sabía que tenía a dos hijos Marcos y Blake pero de ahí no sé nada más. Siento que trata de mantener a su esposa en otra línea, pero siempre me he preguntado el por qué.

 Al llegar toque el timbre y Bernard fue el que me recibió, estaba muy feliz a mi parecer, cargaba con una sonrisa de oreja a oreja.

 -¡Hey Harold! –me abrazó palmeando mi espalda. –Ven entra que te congelaras allá afuera. –tome su palabra y entre. Su casa era bastante amplia, nada fuera de lo normal.

 -Esto es para ustedes. –le entregue la botella de vino tinto que había comprado antes de llegar.

 -No te hubieras molestado, pero el gesto se agradece. –dijo levantando la botella. -¡Mujer, ven, ha llegado nuestro invitado!

 Después su grito una mujer rubia aparece con un ceñido vestido rojo, parece ser de la misma edad que Bernard aunque muy bien conservada.

 -Un placer, soy Aurora. –sonrió mostrando sus diente alineados y blancos, extendió su mano y la tome.







***









me voy y quiero que sepan que de verdad aprecio el apoyo que me dan comentando y votando

:')


*tengan cuidado con Aurora*

Juegos prohibidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora