Un hermoso lunar

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Imploro las enormes manos de Dios para que me sostenga. Esto es simplemente encantador, sí eso, estoy encantado, es como si un hechizo de amor haya caído sobre mi, no puedo pedir más, no quiero nada más, lo estoy teniendo todo, estoy aquí, ahora, a menos de un metro de la hermosa Valerie, aquí, en mi auto, varias chicas se han posado en ese asiento y nunca nadie se había visto tan bien ahí, solo ella sabe cómo ser tan ella, tan perfecta. Su vestido le cubre muy pudiente sus delgadas y escurridizas piernas, ganas de mordisquearla me sobran.

-¿Quieres algo de música? -pregunto mientras conduzco hacia la guardería en donde se encuentran sus hermanos. Tengo varias preguntas, ¿será ella la mayor?, se imaginan que tenga hermanos mayores que querrán matarme al ver que su pequeña hermana está en el auto de un hombre mucho mayor que ella y que aparte, tiene planeado los actos más sucios y perversos para aquella pequeña.

-Claro.

-Tengo... The Beatles? -niega con la cabeza.- Nirvana? -vuelve a negar.- The Weeknd? -asiente.

-Tienes buena música.
-¿Y por eso no te decidías por ninguna? -sonrío y ella ríe. Se le forman unos pequeños hoyuelos en sus mejillas, ¡por todos los cielos! Son preciosos.

-¿Quieres que los lleve de regreso? -pregunté mientras parqueaba el Mustang. 

-No... -dice alargando la "o" y en tono nervioso.- ¿Qué les diré cuando se enteren que se tiene que subir al auto lujoso de un hombre de treinta y tres años? -Ríe.
Tiene razón, por mas que quiera amarla ante los ojos del mundo entero, tengo que tener cuidado, la enorme diferencia de edades puede llegar a asustar.

-Tienes razón. Espero verte pronto Valerie. -la miro precisamente a sus órbitas negras, veo un destello que jamás había visto, la deseo.

-Y yo a ti Harold. -Mi nombre en sus labios suena tan hermoso, tan caliente, de verdad me pone caliente. Está a punto de girarse para abrir la puerta y me bajo en seguida para permitirle notar mis buenos modales.

-Gracias. -musita.

-Adiós chiquilla. -se despide con la mano mientras la veo alejarse, observo minuciosamente como sus piernas se mueven, logro ver qué tiene un lunar en la pantorrilla izquierda, como quisiera besarle aquel lunar.



Olvidé por completo que tenía una alacena  vacía en casa, así que conduje hasta mi supermercado favorito.
De fondo sonaba una de mis canciones favoritas de Queen "Crazzy Little Thing Called Love". Justos en estos instantes me sentía f-e-l-i-z, la canción no pudo describir mejor el momento, sentía unas olas  tan turbias, llenas de emoción, diversión, satisfacción y todos los sinónimos de felicidad haberse y por haber.  El cerúleo y yo estábamos de acuerdo que hoy era el mejor día para sonreír.

Llené el carrito de compras y fui a la caja a pagar. Al salir del lugar mi cuerpo se paralizó, sentí como la presión me bajaba, fui testigo de lo heladas que mis manos se pusieron de un momento a otro, inclusive la respiración me faltó por unos segundos, era ella, Evelin Roberts, su cabello cobrizo seguía igual de brillante y sedoso, su olor a vainilla y coco inundaban mis fosas nasales, pero aquí lo verdaderamente importante es ¿qué hace ella aquí?.
Hace un par de años sus padres decidieron mandarla a Buenos Aires, solo les puedo adelantar que yo era el causante de que sus padres tomaran esa decisión. Aquellos tiempos fueron los más oscuros para mi, en esos años se encuentra sucumbido la muerte de mi hermano, el nacimiento de la locura de mi madre y mi mas locos y pasionales amores, si se portan bien quizás les cuente con lujo de detalle qué fue lo qué pasó.
Se supone que me mude de ciudad, deje todos mis traumas atrás, o al menos algunos de ellos.
Los íncolas de mi pueblo estaban a menos de un paso de descubrirme, tuve que desviar las sospechas hacia mi, entre ese desvío estaba cambiar de vida, cambiar de hogar, hasta de aspecto.

-Hola Evelin. -Mi boca habló por si sola. Me acerqué a ella, estaba apunto de entrar al supermercado cuando salí.

-Harold... -se quedó asombrada, incluso me atrevo a decir que hasta asustada.

-Cuánto tiempo sin verte. -sonreí.
-Tengo que entrar. -Mi sonrisa desapareció cuando pasó a mi lado topando con mi hombro derecho.

Muy bien Harold, siempre tienes que meter la pata. Su cara fue como si de un fantasma se tratase, bueno, supongo que el fantasma y yo contamos con algo en común, hacemos sentir miedo.

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