'Oh, it's adorable! Just like a doll's house'

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Aparté varias botellas a mi paso, sintiendo el frío vidrio de estas en mis pies desnudos y viviendo uno de los momentos más ruidosos en lo que llevaba de semana. No era difícil, teniendo en cuenta que la había pasado metido en la cama entre mantas y regalices. Y en verdad, si por mi fuera, me habría quedado así el resto del mes, pero por desgracia los dueños de la casa llegaban esa misma tarde.

- Bien, veamos –abrí la carpeta de notas de mi móvil y comencé a repasar los datos que aparecían en ella. Todos eran recopilatorios de viviendas que se quedarían vacías por la marcha de sus inquilinos. – ¿Kim otra vez? –fruncí el ceño y negué. Había estado en aquel piso hacía dos meses y jamás volvería a pisarlo tras escuchar los insufribles vecinos que tenía ese pobre Kim. – Ummhh... –acabé parando la pantalla aleatoriamente y sonreí satisfecho con la consecuencia. – Sí, este estará bien.

Me di una última ducha rápida y tras agarrar las ropas del que supuse que sería el hijo mayor, me encogí, desplegué mis alas, y salí de aquella casa en la que había pasado mi última semana.

La nueva estaba a unas calles de distancia y era más bien un piso. Un piso adorablemente decorado con tonos pastel y peluches enormes en cada esquina. Pertenecía a una estudiante japonesa que se marchaba durante un mes entero a su país para visitar a su familia. La mala noticia era que tendría que esperar hasta la mañana siguiente, pero tampoco me suponía problema alguno. Lo bueno de encogerse era la capacidad de adaptación hasta a una caja de pañuelos.

Aún así me acerqué a la vivienda para echar un vistazo antes de usarla. Cuando llegué, las ventanas estaban cerradas y la chica dentro, recogiendo el cuarto. Era exactamente tal y como la recordaba. Parecía que a cada paso que daba las cosas se recogían solas. Estaba seguro de que notaría mi presencia una vez volviera de su viaje, pero tampoco me importaba.

No me importaba nada. Cuando entre tus habilidades estaba el poderte hacer tan pequeño como una fresa, nada importaba. Me habían arrestado dos veces desde mi estancia en la tierra y fue por pereza de transformarme en ese mismo momento. Ambas terminé marchándome una hora mas tarde, tras echarme una siesta en los calabozos.

El caso es que, si esa chica se percataba de que alguien había estado viviendo en su piso durante su ausencia, no sería un problema para mí ni para mis huellas dactilares no registradas en este mundo, las cuales se quedarían impregnadas en cada centímetro del piso. Literalmente que la chica limpiaba todas las esquinas con las que se cruzaba. Preparaba la maleta, limpiaba, y comía un bol de ramen al mismo tiempo, y a mí ya me costaba observarla y respirar a la vez. Era impresionante.

Al cabo de un rato, tras colocar uno de mis calcetines cuando abrió una ventana, impidiendo que pudiera cerrarla del todo, decidí marcharme a pasar el rato. Esa noche tendría que pasarla en la calle, y ya tenía el sitio perfecto en mente.

- ¡Sabía que volverías! – nada más aumentar de tamaño, un tipo rubio salió de dentro de uno de las tuberías enormes. Tardé un poco en reconocerle, pero cuando lo hice, no podía negar que me agradó la coincidencia. Aunque por sus palabas, quizás no existía mucha casualidad.

- Hola a ti también –abrí una de las latas de cerveza que había comprado y le di un trago mientras miraba de reojo, intentando ignorar como el rubio trepaba por el acero hasta sentarse a mi lado.

- Acabas de aparecer por arte de magia.

- No.

- Lo he visto. No me mientas.

- No he aparecido. Ya estaba aquí cuando gritaste. –ladeó la cabeza con desconcierto. Probablemente no me creía. – Soy un hada. Tan solo he aumentado mi tamaño. –inclinó aún más la cabeza. Realmente parecía que se iba a dislocar el cuello. Suspiré exasperado y dejé la cerveza a un lado antes de encogerme durante un par de segundos. Seguidamente volví a mi tamaño de humano y agarré de nuevo la lata, dándole un largo trago. El chico rubio seguía en shock.

Beautiful wings ░Ziga░Donde viven las historias. Descúbrelo ahora