Miércoles, 25 de julio del 2018.
Gianluca corría por los pasillos de la escuela, su respiración estaba agitada y su corazón bombeaba como si estuviese apunto de detenerse si él mismo lo hacía.
Por otro lado, se encontraba Adriel, quien corría igual de desesperado que el castaño. Está vez no le importaba el hecho de que algún directivo pudiera descubrirlo corriendo y en horas de clases. Ya no le interesaba nada.
Era ahora o nunca.
Los sonidos se hacían cada vez más sonoros. El eco rompía los tímpanos de ambos chicos mientras que los carriles los manejaban sus propios sentimientos.
Fue entonces cuando sus miradas se chocaron y sus cuerpos comenzaron a perder distancia. El haber roto las normas, desobedecido a la profesora al irse de la clase y luego correr para perderla de vista, había valido la pena.
Cada momento que pasaron fuera de sus dispositivos o dentro, habían valido la pena para llegar a donde estaban en ese momento.
Lo habían conseguido. Sus sentimientos habían ganado la partida.
Fue entonces cuando las pisadas se detuvieron y sus miradas estuvieron a tan solo centímetros del otro. Ninguno creía que luego de tanto, el sol había salido y sus corazones florecidos de tanto amor.
- Gian... -Dijo el pelinegro, jadeante ante la falta de aire. Llevó una mano hacia la mejilla del castaño y la acarició como si de un cristal se tratase.
El chico en frente de él estaba serio, pero una sonrisa llena de felicidad no tardaría en estar tanto tiempo oculta. Negó con su cabeza levemente, hasta que miró los ojos color ámbar de Adriel.
Sonrieron.
- No digas nada. -Habló Gianluca, con una mano en el mentón del más bajo acarició sus labios.
Varias pisadas comenzaron a resonar por los oídos de ambos chicos. Los directivos se estaban acercando, los habían encontrado y de un gran castigo no podrían salvarse.
Pero a ambos no les importó.
Sus corazones comenzaron a bombear por la euforia, por el peligro, por el amor.
Fue entonces cuando Adriel miró a los ojos a Gianluca, y no le interesó saber que se estaban acercando.
Se besaron como si se terminase el mundo. Pero en realidad, a penas estaba empezando su mundo juntos.
A penas estaba empezando su historia de amor.
Entonces Gianluca tan solo despertó, exaltado, jadeante y con sus mejillas completamente rojas.
Sabía que ese día, posiblemente pase de todo menos el comienzo de una historia de amor. ¡Pero mierda! él ansiaba tanto poder ser el último primer beso de Adriel.
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Tu poesía
Short StoryAdriel es un escritor frustrado que cree inalcanzable que algún día pueda llegar a dirigirle la palabra al chico tímido del salón. Su única salida en ese lío de sentimientos dispersos en su cabeza, es recurrir a los mensajes vía teléfono celular. O...