Mismo día.
No podía siquiera expresarse bien sobre su comportamiento tan extraño esa mañana de escuela, lo que sí; es que a pesar de que no andaba con nadie a su alrededor que consideraba amigo, sabía que más de uno se había dado cuenta de su muy extraño comportamiento. O al menos, mayor que el usual. Ya que el andar con las piernas temblorosas, el notorio rubor en sus mejillas junto con sudor en su frente y sus manos moviéndose inquietamente, no eran buena señal.
Mientras que por otro lado de la escuela, el pelinegro chillaba como un niño pequeño ante la razón por la que había ido aquel día, ya que fue la peor decisión que tomó el haberle aceptado la propuesta a Ramiro.
"Te ayudaré a poder volver a hablar con Gianluca solo si vas a clase." le dijo Paez. Y Adriel en ningún momento pensó que eso sería una mala idea. Hasta ahora.
Fue en ese entonces que sus iris color miel y el ámbar se vieron aquel día, y ambos eran conscientes de que por más que estuviesen tan cerca, seguía siendo lejos para ellos.
Cuando el timbre del receso sonó, se dieron cuenta que eran sólo ellos dos en ese salón. Adriel estaba entrando en una crisis existencial muy rápido. Mientras que Gianluca, sorprendentemente estaba calmado. Aunque no como quisiera estarlo.
Ambos llevaron su vista hacia la puerta de salida en donde estaban Ciro y Ramiro, sus miradas cómplices siempre ocupando sus rostros. Antes de que cerrasen la puerta, Adriel intentando salir a toda costa, Ramiro le susurro algo.
- Te dije que te iba a ayudar. -Y le cerró la puerta en la cara.
Gianluca estaba que se derretía de la ternura ante el comportamiento gracioso de Adriel. Sabía que el pelinegro estaba que se caía de los nervios, ¿Y qué podría decir? Si él estaba igual.
Fue entonces que Bordes, volteó a ver al único chico en el salón aparte de él, y quedó apoyado en la puerta. Quería contenerse del pánico, ya que sentía que en cualquier momento podría llegar a caerse de los nervios.
- Uh... Esto es algo incómodo porque se supone que tendría que estar en receso en estos momentos... De hecho, ni siquiera tendría que estar aquí. Rama me dijo que- Bien, no importa lo que dijo pero me convenció de que viniera y yo sólo- Mierda. Caí en su trampa y posiblemente esto no termine bien porque lo relacionado con nosotros nunca termina bien. ¡Y es estresante! ¿Sabes?
Gianluca se acercó en frente de él y simplemente se sentó en el escritorio del profesor, mirándolo con una sonrisa y los ojos brillantes.
- Creo que me has repetido más de una vez lo mucho que sueles hablar cuando te pones nervioso... -El castaño por más que intentase mantenerse estable, su timidez aún tenía su presencia, y mierda, como le dolían las mejillas de tan rojas que estaban.
Adriel se acercó con rapidez sin mirarlo mientras hablaba, llegando a chocar su estómago con las rodillas de Márquez. Si alzaba la vista en cualquier momento, no quedaría nada de distancia que contar.
- Ahora entiendes porque la mayoría del tiempo no hablo en clase... De hecho, lo hago. Hablo con todo el mundo y soy social. ¿Por qué me pasa exactamente esto contigo? Es injusto no poder decirte algo mientras te miro a los ojos porque siento que voy a morir o a desmayarme. Suelo exagerar mucho, pero ya sabes como soy y es que suele pasar, ya sabes, uh... Como cuando- -Adriel alzó la vista por primera vez, nervioso, y se arrepintió al instante en el que sus narices estaban a nada de rozarse.
Corrieron la vista a la vez. Está vez, Gianluca era el arrepentido.
- No te das una idea de cuánto he estado esperando para que me hables en persona. No sé por qué estoy actuando como un completo infante. -Se estresó. Se bajó de la mesa en la que estaba, y fue ahí dónde la tensión alcanzó su máximo nivel.
Estaban a tan sólo centímetros y la inquietud estaba en todo el salón. Adriel creía que de los nervios, se le llegaba a escuchar por todo el lugar su corazón bombear a mil por segundo.
- Es... curioso- que lo digas porque, eh, yo soy el que... -Dio un largo suspiro, intentando no agobiarse- El que más habla para no volver tensa... La situación, y al final termina volviéndose peor y, ahora ni siquiera puedo decir... algo coherente, porque posiblemente entre en pánico o algo peor y- mierda, ¿Cuánto tiempo más tengo que esperar para que me beses?
Eso fue inesperado. Pero hacía falta decirlo, si Gianluca no daba ese paso, posiblemente Adriel nunca lo haría.
La sonrisa de Gianluca no tardó en aparecer. Era la primera vez que se sentía tan feliz, tan lleno. Pero no fue algo brusco lo próximo. Tomó su tiempo para no exaltar al morocho. Se acercó lentamente a éste, y con sus dos manos le sostuvo las mejillas para que sus miradas dejen de estar tan... distanciadas.
Pero la distancia ya no existía entre ellos dos.
Sus miradas entre sus labios y sus ojos, sus respiraciones mezclándose, los nervios a flor de piel, fue algo que ni Adriel podía llegar a soportar.
No pudieron evitarlo más.
Entonces ya se estaban besando.
Sus labios tímidos, pero cálidos ante el contacto con el otro, como si hubiesen estado esperando por tanto tiempo para unir piezas. Y si que habían estado esperando.
Los brazos del poeta estaban a los costados de sus caderas, sin poder moverse. El de ojos ámbar, acariciaba sin miedo la mejilla del pelinegro con su dedo pulgar, como si al soltarlo éste se fuera a escapar.
Habían esperado tanto por eso y no se arrepentían, porque la combinación que hacían era perfecta.
No era algo excitante, ni provocador o sediento, era tranquilo, suave y tierno. Exactamente como lo eran aquellos dos adolescentes que habían encontrado el amor mediante mensajes de texto.
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Tu poesía
Short StoryAdriel es un escritor frustrado que cree inalcanzable que algún día pueda llegar a dirigirle la palabra al chico tímido del salón. Su única salida en ese lío de sentimientos dispersos en su cabeza, es recurrir a los mensajes vía teléfono celular. O...