Llevaba tantos años influenciada por los consejos que en vez de entusiasmarme el miedo y aventurarme en el camino decidí encerrarme. De esta manera todo era mucho más fácil y sobretodo estaba muy controlado. Hasta que un día todo cambio así, de repente. Como decía Lucia Lijmaer en Yo también soy una chica lista. El golpe en la cabeza. Un cambio inexplicable, repentino. Que me hizo querer hacer locuras, aficionarme a superar mis miedos, a no tener que ser la persona que todos quieren, a crear mi vida: con mis normas, a tener mi estilo definido, a querer tatuarme, hacerme agujeros en todo el cuerpo (que conste que tengo fobia a las agujas), acostarme tarde, a estar con quien me de la gana sin rendir cuentas a nadie, poder pillarme una borrachera sin llegar a casa y recibir una bronca de mis padres, probar todo lo que nunca hice, perder la virginidad antes de los 18... Pero sobretodo: ir en contra de las normas. Superar mis miedos y conseguir mis metas. Ser rebelde, cambiar el mundo. Bueno... Devorarlo. Luchar contra las injusticias, las desigualdades sociales, la opresión de la mujer. Pero poder ser libres. Ser nuestras.