Capitulo uno: ¿Papá? ¿Mamá?

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Narra Inés:

¿Cuando llegaba? Eran ya las once de la noche y no estaba en casa. Era como si hubiese desaparecido del planeta. Jesús era como el único muelle salvavidas que me quedaba. Mis padres me habían echado de casa y Franky había decidido irse a vivir con su nuevo novio que era un irlandes llamado James. Lulú se había quedado en casa de mis padres, viviendo lo que yo viví en mi infancía. De Gin no había oido nada desde que nacío el bebé. Y dolía. Dolía saber que Gin no estaba allí. Que no estaba cuando más la necesitaba. Dani, en vez, nos venía a visitar regularmente. Seguía con Gin, pero yo había parado de preguntarle por ella. No sabía lo que había podido pasar. Era algo... Que me partío el corazón. Habíamos pasado tanto y un solo bebé de tan solo 6 meses rompía todo. No la veía desde fin de curso y eso era hace más de 9 meses. Nunca había ido a visitar al bebé. Ni siquiera Dani se comportaba igual. Jesús y yo... Eramos padres. Jovenes que vivían en un pequeño apartamento y que tenían que seguir los estudios. Jesús nos financiaba con el trabajo de cantante y un trabajito que tenía despues del colegio. Yo no trabajaba despues del colegio. Que pudiese seguir mi carrera de estudiante ya era un milagro, ya que los padres de Jesús accedían a quedarse con la niña. Con Ale.

Y ahora, a las once, Ale seguía despierta. No lloraba, solamente... No dormía. Se quedaba en la cunita y jugaba con sus peluches. Tenía un montón de peluches, todos de animales, una gran parte mandados por las fans de los gemelos. Finalmente escuché la puerta abrirse. Salté del sofá y me apróxime rapidamente. Jesús llegaba a casa. Estaba en buena forma. Me regaló una sonrisa y me dío un beso.

- Hola, amor. ¿Que tal Ale? ¿Ha dado mucha guerra?- me saludó muy cariñosamente.

Apreté los labios y fuí a por el bebé. Negando, la cogí en brazos. Jesús estaba en la cocina. Podía escuchar como abría la nevera y el ruido de los vasos cuando los apoyaba encima de la mesa. A veces me sentía incomprendida. Jesús hacía esfuerzos de gigante yendo a trabajar cada día despues del colegio, renunciando a quedar con amigos y renunciar hasta a su proprio hermano, pero... Algo faltaba. Amor no era. Normalmente en las series que veía, como "embarazada a los 16" siempre era que uno de los dos... No amaba al otro lo suficiente. Pero Jesús y yo... Nos amábamos como el primer día. Era otra cosa, que no venía de Jesús. Era Ginger. Era algo que echaba en falta, algo que me atormentaba cuanto me alegraba antes que fuese mi mejor amiga. ¿Como nos llamábamos? BFFs. Ahora solamente quedaban los recuerdos y una "F" menos. BF. Habíamos sido "Best Friends", pero... Ahora todo había cambiado. Yo era madre. Tenía una relación con Jesús algo más seria que la de entre ella y Dani. Y no tenía una familia. Parecía como si hubiese estado viviendo en una bola toda mi vida y que ahora... De repente... Hubiese explotado, dejándome caer en una realidad cruel. ¿Que haría yo sin mi familia? ¿Sin Gin? Lo peor es que todo el sufrimiento se lo llevaba Jesús, que no hacía más que trabajar como un cerdo. ¿Infeliz? ¡No! Solamente era la sensación de tristeza que te entra cuando recuerdas algo pasado. Alguien que ya no es tanto. Fuí al encuentro de Jesús a la cocina y calenté un biberón. En cuanto Jesús vío a Ale, le dío un beso y ella la agarró un trocito de pelo haciendo uno de esos ruiditos extraños que hacen los bebes felices. Ale era un bebé feliz.

- ¡Mirala! ¡Mirala mi niña!- exclamó Jesús.

Reí. Le dí un beso a Jesús y después a Ale. Apreté los labios otra vez. La sensación no quería dejarme en paz. Tenía que decir algo. Que preguntar a Jesús la razón de su retraso.

- ¿Por que has llegado tan tarde?- pregunté sentando a Ale en su sillón.

- Lo siento, amor. Es que... He trabajado horas extras- respondío. - Lo siento, sé que debería haber llamado-

- No pasa nada, es solo que quería saberlo- suspiré.

Ale dío golpes con la cuchara de plástico en la mesa y río. Que niña más rica. Le daba igual lo que sucedía a su alrededor. Ella seguía divertiendose en su propia lengua. Su propio mundo. Que no habría dado yo para que aquellos bellos ojos azules no se cerraran jamás. No se enfadaran, no lloraran... Que ella no sufriera. Pero lo que quería sería aislarla del mundo y eso no podía ser. La dí el biberón en silencio, pero no me molestaba. Ale era mi mundo. El silencio era algo que no quería saber. Era demasiado desconcertante. Me daba la sensación de que cada vez más no tenía a donde ir. Que estaba sola. Cuando acabé con el biberón la llevé de nuevo a la cuna. La metí y volví a la cocina con Jesús.

¿Para qué recordarte? (Jesús y Daniel Oviedo) II 2.a temporada Para no olvidarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora