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—¡Kookie!

El pelinegro miró por encima de sus gafas y sonrió ampliamente.

—Seokjin hyung —saludó.


Se acercó torpemente, derramando Jeongguk por todas partes o eso fue lo que cruzó por la cabeza de Yoongi, quien le observaba pasivamente desde su sitio mientras preparaba frappé, chocaba con algunas sillas —traía algún tipo de maqueta consigo—, pero él no reparó en la gente que le miró con curiosidad y un poco de molestia por el ruido y el desastre, hasta que estuvo frente a los mayores y miró alrededor. Y le importó nada demasiado. Jeongguk se sentó en el sitio que se había vuelto habitual para él, dejando de mala manera en el suelo lo que presumiblemente era algún tipo de proyecto para la escuela.


Yoongi hizo una mueca al sentir esa calentura en su vientre y esas ganas de querer ir y apretarle las mejillas.


Detestaba que él fuese adorable.


—¿Qué haces por acá? —Seokjin le revolvió el cabello.

El chico jugueteó con sus dedos.

—Es que Yoongi hyung dijo que iba a llevarme a comer.

—Ah, ya veo. ¿Y eso?



Jeongguk siguió con la mirada donde apuntaba el dedo de su mayor. La desastrosa maqueta que acababa de arrojar en el piso. Jeongguk la miró con rencor, algunas de las casas de cartón se habían despegado de la base debido a la ineficiente habilidad de su mejor amigo y además habían salpicaduras de pegamento en todas jodidas partes. No es que él fuese un pulcro chico ni nada parecido, sabía que estaba lejos de eso, pero por la mierda que cuando se trataba de la escuela él se esforzaba el doble. El pequeño pelinegro recordó su dolor de cabeza hace algunos minutos atrás e hizo una mueca, esta era una de las principales razones por las cuales no gustaba de hacer equipos para tareas extra-clase. Nada salía como él quería y no podía permitirse el chiste de hacer todo el trabajo porque por desgracia sus compañeros no eran lo suficientemente estúpidos. Entonces una contradicción entre su poco interés y el querer meter sus narices para no perderse de nada importante y así no reprobar ninguna materia. Lo odiaba.


—Es un trabajo grupal —murmuró de mala gana—, pero ya no sirve. Quiero decir, míralo, da pena.

—Me gusta.


Sabía que el castaño solo estaba tratando de ser amable.


—A mí no. Nunca más vuelvo a hacer un trabajo con Yugyeom —dijo vehementemente.

Yoongi había ido a servir los pedidos en una mesa, llevándose la volátil atención de Jeongguk con él. Miraba algo atontado la manera en que sus masculinas manos servían el café y demás, los dedos torpes pero firmes, su falsa sonrisa cordial y fingidas palabras de respeto. Hasta se había dignado en decir buenas tardes. Eran pocas las veces en las que veía a Yoongi de esa manera, tan gentil, sabía que era probable que Yoongi estuviese gritando por dentro.

Dumbass ♡ yoonkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora