Capítulo 3

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Valerie, Valerie. –dice mi padre. – No llores más.

-          Tengo miedo. – digo entre sollozos.

-          Vamos Valerie, tienes que ser valiente. – dice mi madre, acariciándome la cabeza.

-          Susana, déjala. – dice mi serio. Y le miro. – Tienes que dejar que aprenda a ser fuerte por si sola.

-          Tom, solo tiene ocho años. – dice mi madre anonadada.

-          Estamos en un mundo de guerras, tendrá que aprender a sobrevivir y a valerse por sí misma. – dice mi padre. – Escúchame, Valerie, tienes que ser fuerte y matar tus propios demonios. No tienes que dejar que el miedo te venza, porque los débiles no sobreviven. Sé fuerte  

Esa noche habían empezado los bombardeos en las calles de Carson City, Nevada. La peor noche de mi vida. Fue la primera vez que sentí el  miedo. Un miedo fuerte y oscuro que me dominó por completo. Pero lo que más recuerdo son las palabras de mi padre, “No tienes que dejar que el miedo te venza, porque los débiles no sobreviven, sé fuerte”

Los débiles no sobreviven.

Sé fuerte Valerie, no quieres morir. No aún.

Domina y mata tus demonios.  

Tenía que matar a esos leones alados. Por mi propio bien y el de Alex. Él dependía de mí, tenía que ser fuerte.

Alex había dejado la Katana, un sable japonés, en el suelo por si necesitaba hacer una lucha cuerpo a cuerpo. Disponía en ese momento de tres armas, mi arco, mi katana y un Nunchaku – una arma compuesta por dos palos unidos por una cadena – que siempre llevaba en el bolsillo de dentro de mí chaleco. 

Mi primer tiró con el arco me había salido perfecto, pero después los tiros no salieron bien, es decir, no daba a ningún animal. Los esquivaban sin ninguna dificultad y cada vez estaban más cerca. Solo me quedaba una opción, lucha cuerpo a cuerpo. 

Cogí mi Katana rápidamente del suelo y ataqué al león que tenía más cerca. Le corte la cabeza de un seco pero firme golpe.

Empecé a luchar con los otros leones alados. Mis movimientos eran ágiles y eficientes, ya que logré  herir a más de uno e incluso matar a un par. Pero sabía que no podía resistir eternamente. Alex tardaba demasiado, ¿Le habría pasado algo? ¿Estaría bien?

Entonces oí un disparo, provocando que uno de los leones alados cayera al suelo. El otro intento huir, pero otro disparo provoco su muerte.

Me quedé helada. Ese no podía haber sido Alex, él no sabía disparar de esa forma. Me giré lentamente y vi a un chico unos metros más allá. Estaba armado con una escopeta.

Tragué saliva.

-       Sabes, en estos momentos se suele decir “gracias” – dice el chico. – Ya que prácticamente te acabo de salvar la vida.

-       Gracias. – digo rápidamente.  

-       ¿Gracias? – dice el acercándose. – ¿Solo eso? ¿No me compensarás con  un beso o algo parecido?

-       No estamos en la época medieval, imbécil. – le suelto. – Y además, no te he pedido ayuda. Te has ofrecido tu solito a ayudarme.

-       Solo he sido caballeroso. – dice él. – Te veías en apuros y quería ayudar  a una bella dama.

-       Dios, pareces uno de esos estúpidos protagonistas de las historias de Shakespeare. – le digo. – Y además, no necesitaba tu ayuda podía haberlos matado. Lo tenía todo controlado.

-        No lo parecía. – dice él. – Y además, encima que te ayudo me lo pagas así. Alguien necesita modales.

-       Sabes, no tengo tiempo que perder con un imbécil como tú. – le digo. – Tengo cosas más importantes que hacer.

Me giro para irme en la dirección por donde se ha ido Alex.

-        ¿Cómo buscar a tu amigo? – me pregunta.

Me giro para mirarle.

-       ¿Alex, verdad? – me dice él.

Rápidamente le pongo a punta de la Katana en el cuello. El ríe y retrocede un poco.

-       ¿Dónde está? – le pregunto.

-       Creo que eso de apuntarme con esta especie de sable japonés o lo que sea, no es buena idea. – dice sonriente. – Podría causar una mala impresión.

-       Katana, es una Katana. – le digo. – Creo que no me importa lo que puedas interpretar con esto.

-       No estoy solo. – dice él. – Si mis amigos ven esto, no dudarán en cortarle el cuello a tu amigo

-       Mientes. – le digo acercando la punta del sable en su cuello. 

-       ¿Tú crees? – dice él.- Mira bien.

Giro mi cabeza hacia la derecha y veo un chico acercándose, pero está demasiado lejos. No puedo ver con  claridad si lleva cualquiera tipo de arma, como una pistola o una espada. Pero una cosa es segura, no veo Alex por ningún lado.

Giro la cabeza rápidamente para mirarlo y decirle cuatro cositas, pero me doy cuenta de que me está apuntando con su pistola.

-       Tira la arma. –me dice sonriente.

-       Eres un mentiroso. – le digo asqueada, tirándole la Katana al suelo.

-       En realidad no te he mentido. – dice él sonriente y acercándose a mí. – Mis amigos tienen a Alex.

-       Yo no lo veo. – le digo. Retrocedo.

-       No lo traeríamos aquí. – dice él, rompiendo los pocos pasos que nos separaban. – Y más sabiendo que te podrías haber escapado.

-       ¿Qué queréis?  - le pregunto. – Todo el mundo quiere algo.

-       Queremos ayudar. – dice él. – Te prometo que te lo contaré todo, cuando estés con Alex. Confía en mí.

-       ¿Confiar en ti? – le digo. – No quiero ir contigo a ningún lado.

-       Vamos, no hagas las cosas más difíciles Valerie. – me dice.

Me quedo en shock. ¿Cómo sabe mi nombre?

Retrocedo.

-       Alex me ha dicho tu nombre. – dice. -  No me hagas llevarte a la fuerza.

Me giro para irme corriendo. Pero antes de poder dar dos pasos, un brazo me coge y me atrae hacia él. En un abrir y cerrar de ojos, me hace girar sobre mi misma y me coloca encima de su fuerte hombro. Empieza a caminar.  Rápidamente empiezo a patalear indignada.  

-       ¿Pero qué haces? – le grito dándole golpes en la espalda con los puños – Bájame ahora mismo.

-       No te muevas. – dice cogiéndome más fuerte. – No me has dado opción, pequeña.

Dejo de moverme.

-       ¿Pequeña? – le pregunto asqueada. – Eres una especia de depravado ¿o qué? Bájame ahora mismo. 

-       Vamos, Wilson. – dice riéndose. – Toda mujer sueña con esto. ¿O prefieres que te coja en volandas?

-       ¿Wilson? ¿Enserio? Es injusto que tú sepas mi nombre completo y yo no. – le digo bufando.

-       Jake Fisher, preciosa. 

La Guerra contra el Tiempo (Novela Corta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora