Día 188: A merced de Casandra

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Hoy era el día en que me elegías a mi, siempre dejábamos pasar una semana. No lo habíamos acordado pero nuestro equilibrio funcionaba, yo no iba a cambiar eso. Entraste en la sala, y lo noté, era imposible no darse cuenta de que tenías algún motivo para estar especialmente feliz, en nuestra situación eso solo podía significar una cosa, habías subido de rango.

Viniste hacia mi y me abrazaste, querías que te hiciera dar vueltas a mi alrededor, y así lo hice. A lo mejor lo estabas forzando o exagerando, pero me parecía bien. Tú mantienes que lo que hagamos antes de recibir nuestra misión influye en esta, yo no lo creo pero no tengo motivos para fastidiarlo.

- ¡Ojala pudieras verla, es preciosa!

Hablabas de tu nuevo habitáculo, todos empezábamos con una habitación sencilla, ese era el nivel uno, una cama, una mesita y un baño. Cumpliendo objetivos adicionales ascendíamos de nivel y lo mejorábamos, yo hace dos meses que llegué a nivel tres y la mejora había sido sustancial. Ahora que estabas a nivel cuatro imaginé que vivirías en el equivalente de un ático de lujo, sin las vistas claro.

- Espero conseguirlo en un par de meses, de momento me conformo con que me cuentes todo sobre ello.

Querías convertir el día en una celebración y yo me iba a esforzar por que lo fuera. Me contaste todo, desde los suelos de parqué hasta la nueva cocina, todo te parecía perfecto. Si lo que hacíamos antes de recibir los objetivos realmente los afectaba, hoy tendríamos que abrir una botella de champagne y emborracharnos. No iba a ser así.

Como siempre el objetivo apareció en la pared, tu miraste el tuyo y yo el mío. Observé tu expresión de reojo. Te mordías el labio, eso solo podía ser bueno. Cuando te conocí tu físico me pareció muy normal, pero con el tiempo habían llegado a gustarme ciertos detalles, tu piel bien cuidada y unos labios bonitos, pero sobretodo tu actitud. Yo tenía 22 y tu debías rondar los 28, aunque nunca sacamos el tema, es evidente que eso te puso más fácil hacer lo que quisieras. Eso y nuestra extraña situación.

Habíamos llegado a un punto en el que cumplíamos lo que dijera el objetivo. Sin las molestias de dudar o cuestionar lo que hacía el otro. No tenía forma de comprobar cuál era tu objetivo así que te dejaba hacer sin más. La verdad es que te hubiese dejado hacer lo que quisieras con o sin objetivo. Para los que siempre cumplíamos con lo ordenado los objetivos solían ser algo positivo.

Esta vez me tocaba estar a tu merced. Seguramente se debía a que ahora tu nivel era superior al mío, así que hice lo que el texto en la pared me ordenaba y te deje hacer.

Te pusiste detrás de mí, pasaste tus brazos por debajo de los míos y empezaste a desabotonarme la camisa. Hoy querías celebrar así que no solo cumplirías el objetivo, te deleitarías en ello.

Supuse que tu objetivo implicaba que hoy tenías el control, ya que no te extrañó nada que me dejase hacer. Seguiste presionando tu cuerpo contra el mío, recorriendo el torso que había moldeado estos últimos seis meses, hasta que mi camisa cayó al suelo. Pasaste a desabrocharme el cinturón y accediste a mi entrepierna, sentiste mi erección, la expectación era demasiado para mi, me agarraste sin delicadeza haciéndome estremecer.

Te apartaste y me ordenaste acabar de desnudarme, mientras lo hacía fuiste a buscar algo al armario. En ese armario siempre nos dejan lo que podamos necesitar para cumplir los objetivos que se nos asignan.

No me importaba estar desnudo frente a ti. Lo había estado muchas veces, aunque normalmente tú también lo estabas. Mi sensación de indefensión empezó a crecer cuando te vi volver con lo que parecía una fusta en una mano, y algo que seguramente iba a servir para inmovilizarme en la otra.

Tiraste las ataduras encima de la cama y me dijiste que me arrodillara. Lo hice inmediatamente, si dejaba de obedecer aunque fuera una de tus órdenes fallaría la misión. Yo nunca había fallado ni una de las cerca de 200 en que había estado ya. Te pusiste delante de mí, me agarraste del cabello y tiraste hacia atrás para hacerme mirar hacia arriba, acariciaste mi mejilla con la fusta, sabía lo que venía a continuación.

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