Día 203: Encantada Casandra, soy Cristina

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Según la carta había empezado una nueva fase, pero hasta ese momento todo había sido como siempre. Al entrar en la sala descubrí la primera diferencia, probablemente lo último que esperaba que cambiase a estas alturas. Se nos había dicho que tendríamos que competir, a lo mejor tenía que competir contigo, con solo darte un vistazo supe que si ese era el caso, iba a tener un problema.

Al otro lado de la sala se encontraba una mujer rubia, de melena larga y rizada, pecho abundante y caderas prominentes. Eso, junto con tu rostro juvenil, te convertía casi en un estereotipo, si teníamos que competir es probable que mi pecho pasase de ser de tamaño aceptable y bonito, a ser pequeño. Mis caderas podían estar a la altura, pero si algún hombre se implicaba en esta misión, bueno, todos sabemos lo que les pasa con las rubias.

No sabía cómo encarar aquello, nunca había estado en la sala con una mujer, es más, no veía a otra mujer desde que llegué a este lugar. Para mi sorpresa tú sí que lo sabías.

- A ver con qué nos sorprenderá ahora el sistema. ¿Quieres uno?

Me hablaste casualmente mientras te servías una copa de vino. No me gustaba pero no me extrañaba encontrar gente que se lo bebía, aunque solo llevamos una hora levantados cuando entramos a la sala. La realidad es que todo en aquella sala era de altísima calidad, algo especialmente notorio en ciertos casos, como el del vino.

- No, gracias.

Me salió la voz más débil de lo que esperaba, y para colmo me quedé titubeando, sin encontrar las palabras. Me sentía intimidada y no estaba acostumbrada. Decidí pasar a la acción, no podía tener desventaja cuando la misión no había ni empezado.

Saqué una tónica de la nevera y cogí la ginebra del mueble, metí un par de hielos en una copa ancha y preparé un gintonic en un momento, sin todas las ceremonias que hace alguna gente. Las rodajas de limón y las semillas de no sé qué al final no se notan.

Mientras lo hacía tú sujetabas tu copa de vino, sin apenas beber, por algún motivo siempre me parecía que a quienes beben vino no les gusta realmente, apenas beben. O se van al otro extremo y les entra como el agua. No sabía porque estaba pensando en todas estas tonterías, y peor aún, no me apetecía nada beber, técnicamente era por la mañana. Necesitaba controlar mis nervios.

- Lo de la nueva fase debe de haber puesto nerviosa a la gente, quiero decir, nos lo han soltado y apenas nos han dicho nada.

Lo decías sonriendo amigablemente, pero yo lo sentía como si me estuvieras acusando de algo. No sabía qué responder, evidentemente no quería parecer un manojo de nervios, pero a estas alturas fingir indiferencia sería poco creíble.

- Pronto lo sabremos, igualmente no podemos hacer nada más que esperar.

Me llevé la copa a los sabios según lo decía. Me había quedado bien, mi voz había cooperado, y la copa fría se sentía bien en mis manos, desee que el calor que sentía no se notase en mi cara. El gintonic era horrible, tenía de lejos demasiada ginebra, eso no se lo iba a beber nadie, así que de momento lo sujeté sin más.

Entonces empezó, en la pared iba apareciendo el texto de nuestras misiones, ambas dejamos la copa en la barra de la cocina y nos giramos para verlas. La mía quedaba frente a la cocina, pasada la zona del sofá, así que me quedé allí leyendo, de reojo vi como te ibas a la izquierda, a la zona de la cama, donde aparecía tu misión.

Desde que leí lo de la nueva fase daba por hecho que la "competición" se referiría a competir con otra mujer, a lo mejor demostrando más habilidad con un hombre, o cada una con un hombre propio. Se me había pasado por la cabeza competir con un hombre, aunque exactamente en qué.

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