Día 203: Solo podemos huir hacía adelante

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Las dos semanas tras conocer a Cristina prácticamente nadie más que ella me eligió, eso confirmaba que un nivel alto te daba prioridad en la selección. Yo por mi parte fui escogiendo a Marina, entrar en la sala cada día con Cristina hubiese sido excesivo, y el tiempo que pasaba con ella era como un descanso, pasamos bastante tiempo leyendo, vimos un par de películas juntos, incluso trató de enseñarme a hacer yoga, pero ella claramente no sabía lo suficiente y yo no estaba muy dispuesto.

Por supuesto gran parte de las misiones que hice con Marina tenían que ver con el sexo como era habitual, pero no todas, el sistema nos sorprendió con algunas misiones bastante aburridas como jugar a cartas, cosa que odio. Las misiones con Cristina eran muy diferentes y empecé a sospechar que, dado que nos veíamos un día si, un día no, ella fallaba sus misiones el día que no nos veíamos.

En principio era posible que Cristina se negase a llevar a cabo su misión el día que yo pasaba con Marina, y sufriera un castigo conmigo el día siguiente una y otra vez, exceptuando el día que yo pasaba con Casandra y el que el sistema hacía los emparejamientos.

Las misiones que tenía con ella siempre eran muy duras, pero Cristina parecía complacida con ello, en las dos semanas que la conocía no pasé un día con ella sin asfixiarla, inmovilizarla o azotarla. También me vi haciendo cosas que nunca había hecho antes, cómo utilizar velas para derramar cera caliente sobre su piel o suspender su cuerpo en el aire utilizando cuerdas, por suerte el sistema me facilitó una guía sobre shibari para ello.

Había sido una semana extraña, pero sin duda la había disfrutado, no paraba de pensar en la teoría de Cristina, según la cual se subía de nivel dentro del sistema dependiendo de cuanto disfrutabas tu tiempo dentro de la sala. Cuando el segundo domingo tras conocerla me desperté en un nuevo habitáculo, el correspondiente al nivel cinco, me di cuenta de que tenía razón. Estas últimas semanas había disfrutado de la sala como nunca antes, y había acabado subiendo en mucho menos tiempo que Casandra.

Me desperté con la nota habitual sobre mi mesilla, explicaba que había subido de nivel, me daba la enhorabuena y todo lo típico, pero esta contenía más información. A partir de ese momento ganaba una serie de privilegios inherentes al rango. El primero que me llamó la atención fue la posibilidad de elegir a alguien con quien convivir. Durante un encuentro en la sala con alguien podía proponerle vivir juntos en el habitáculo de aquel de los dos con el mayor rango.

Me vino Cristina a la cabeza, ella ya tenía el rango hace tiempo, a lo mejor ya estaba viviendo con alguien, en cualquier caso no me imaginaba viviendo con ella, nuestros encuentros eran diferentes a eso. Pensé en Casandra, la había visto tres veces desde que llegó a rango cinco, nunca me había dicho nada de este tema, estaba claro que no le interesaba. Tenía claro a quién se lo iba a proponer.

Otra de las ventajas era la posibilidad de elegir llevar a cabo los castigos de otras personas, no solo encontrarme con ello si acababa emparejado con alguien que había fallado su misión previa, sino buscar activamente gente que había fallado misiones. La verdad es que resultaba muy interesante, los castigos suelen resultar muy liberadores, nada te impide ir más allá de lo que el castigo exige. Supongo que probarlo ahora mismo implicaría perder días de elegir o ser elegido por Marina y Cristina, no obstante, pensaba probarlo pronto.

Por mucho que me gustase castigar a Cristina, hacerle lo que yo quisiera a una persona desconocida sin consecuencias siempre había sido lo mejor de los encuentros en la sala. Seguí leyendo por encima la explicación sobre el rango cinco pero otro documento sobre la mesilla captó mi atención. A diferencia del que explicaba el rango cinco, que era casi igual a los de los anteriores rangos, este no lo había visto nunca.

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