Cedric se miró al espejo notando el cabello desaliñado que llevaba, aunque largo, oscuro y sucio, se mostraba con vida. Al igual que el tono de piel que tenía, no tenía los mismos síntomas que la vez anterior, y su hambre se había mantenido a la raya gracias a aquella mezcla desagradable que ocultaba en el sótano de la casa.
Había logrado su cometido, aunque de todas maneras extrañaba el sabor de la hemoglobina real, y teniendo en cuenta que sólo quedaban dos bolsas de medio litro de sangre en caso de emergencia. Se le hacia agua la boca.
Sacudió la cabeza y se metió a la ducha helada por unos buenos minutos, muchos más de los usuales, no fue hasta que el frío constante por quince minutos le fue lo suficientemente incómodo como para apartarse que lo hizo.
Se puso la toalla en la cadera y alcanzó la tijera de punta afilada que reposaba sobre el mueble del tocador para cortar los mechones de su cabello hasta que quedó más corto y con ligeros risos.
Limpio todo antes de salir y toparse con Selina quien había estado barriendo y sacudiendo el pasillo para ser de utilidad. Ella lo miró de arriba a abajo antes de hacer una mueca sonrojada y seguir de largo.
—¿Que haces?
—Limpiar, estaba aburrida y limpiar no le hace daño a nadie. —Hablo mientras sacudía el mismo metro cuadrado por el nervio y sonrojo que tenía.
—Si estas muy aburrida acompáñame. Necesito un par de manos extra.
Ella volteo toda sonrojada y cohibida mientras lo miraba sin poder quitar su atención de él. ¿Realmente era lo que acababa de decir?
—¿Quieres que yo... —Ella movió los dedos señalándolos a ambos. —Si, claro.
—Iré a vestirme.
—¿Vestirte?
—Claro, ¿quieres que este en toalla afuera? Eres una chiquilla graciosa.
Selina lo miro con rápidos párpados hasta rápidamente procesarlo y sentirse estúpida por suponer tal proposición. No dijo nada para no avergonzarse más.
Y al igual que Cedric fue a su respectiva habitación, la cual estaba toda limpia y ordenada, para alcanzar un abrigo; una capa forrada de piel sobre sus hombros y los zapatos más adecuados para la nieve antes de encontrarse con Cedric para ir afuera.
Realmente no había salido de la casa desde que había llegado. Al principio había un poco de nieve acumulado, pero ahora a pesar del frío, era un verdadero paraíso invernal. La nieve seguía cayendo suavemente, agregando nuevas capas a la manta que cubría el suelo y convirtió los árboles en obras de arte cristalinas. La nitidez del aire agregaba más color a su tez, y sus ojos parecían captar el brillo de la nieve.
Abriendo un camino con sus propias botas grandes a través de la caída hasta la rodilla, cruzó el patio hacia el gallinero. Siempre le había encantado la primera nevada, cómo hacía que todo pareciera limpio y puro. En mañanas como esta, siempre parecía que todo era posible, como si pudiera escapar de la sombría existencia que el destino le había regalado cruelmente. Cuánto más se amplificó ese sentimiento ahora, con la encantadora mujer que lo acompañaba, sin darse cuenta de la oscura historia que los rodeaba.
Una salpicadura fría y húmeda en la parte posterior de su cabeza y cuello sacudió a Cedric de su sueño matutino. Saltando de la conmoción mientras apenas lograba cortar una maldición poco gentil, se volvió para verla parada a unos metros detrás de él, con la mano levantada hacia su boca para sofocar una risita.
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𝐊𝐫𝐚𝐯𝐚𝐯𝐨
VampireUna maldición cae a un hombre inocente que es catalogado de vampiro. Tras malcedir y permanecer muerto por más de cinco siglos es despertado por la sangre en su marchito corazón. Sin comprender nada de este nuevo mundo su bondad es consumida por la...