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ANTIGUO REINO
DE HUNGRÍA
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Un trueno resonó en el cielo oscuro que era iluminado vagamente por la fuerte tormenta eléctrica que se tenia desde ya horas, días incluso, que de algún lugar silenciaban los gritos de una joven mujer que se sentía desfallecer por el dolor que carcomía sus entrañas, sumado a ello se encontraba el cansancio que le iba ganando en esta dura batalla. Pero de igual modo pujo al sentir la contracción del que sería su onceavo hijo, solo que este si nacería con vida. Debía nacer con vida. El solo pensamiento de pasar por otra muerte le hizo apretar su puño resistiendo el dolor hasta dejar blanco sus nudillos y clavar sus uñas en las palmas.

Sintió su corazón acelerado y el latido resonaba en sus oídos como un tambor hasta gritar con todas sus fuerzas tras un fuerte estallido del cielo.

Cada uno de sus embarazos anteriores acabo en una tragedia peor que la anterior. Tuvo al menos seis abortos espontáneos cuando tenía su vientre marcado, entre los cuatro y seis meses, un par de gemelos muertos, tres niñas pequeñas que se ahogaban con el cordón umbilical o nacían mal formadas y perecían al momento de nacer. Cada muerte la llevo a un extremo peor de angustia y tristeza. Sumando a la locura que le consumía poco a poco.

Estaba maldita y sentía que cada par de ojos del lugar la juzgaban por no poder concebir a un niño sano.

Se había hartado de ser juzgada, de estar en boca de todos por su des fortuna, y optó por usar otros medios para lograr tener un hijo perfecto. Uno que venciera la muerte. Un niño o niña, pero de preferencia quería a un varón ya que le sería mas fácil una vida, fuerte y perfecto a comparación de otros críos. Uno que fuese la envidia de los vivos y de los muertos. Uno tan digno de ser comparado como un Dios pero tan respetado y temido como el diablo.

Pero ahora justamente parecía que ese pequeño ser estaba intentando matarla desde dentro causando un dolor inimaginable a su madre que logro un fuerte grito, además de que el sudor recorriera su frente. El dolor se transfirió a cada célula de su cuerpo hasta que dio la ultima pujada y tras ello escucho el llanto del crió que nació vivo y con unos fuertes pulmones. Agotada por todo se acomodó para ver al bebé que le traería la satisfacción de ser una buena mujer y esposa al cumplir con su deber y traer al mundo a un niño sano.

Lo tomo en sus temblorosas manos para verle cubierto de sangre y agitando sus puños. No tenía energía más que para acunarlo en su pecho agradecida por todo lo que hizo para conseguir un hijo.

Miró al niño blanco y cubierto de sangre que llevo un puñito a sus labios y dejando de gritar en ello. Sus pequeños labios puros se abrieron para atrapar su puño lleno de sangre y restos de líquido amniótico.

La pobre mujer estaba tan exhausta como para pensar que era extraño ese hecho en un recién nacido. Solo opto por usar su poca fuerza para limpiar al niño con los baldes de agua que había llenado antes de dejarse reposar en la cama abrazando a su niño. Su pequeño niño que le traería una infinidad. Sonrió agotada mientras acunaba a su pequeño en su pecho sin pensar en lo que había hecho para lograr tal milagro.

Había jurado en sangre, había consumido bebidas extrañas, había rogado por horas y horas a toda clase de divinidad, hasta cometer actos desesperados para obtener al niño con el que había soñado por siete largos años.

La tormenta continuó por días hasta que fue posible que el médico, un viejo conocido de la familia, fuera a ver a la mujer que estaba en fechas de parto. Los fuertes vientos hacían imposible que alguien se trasladará de un lado al otro, más aún si era un viaje de tres días a caballo en invierno.

𝐊𝐫𝐚𝐯𝐚𝐯𝐨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora