Hielos

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Él no era un patán con ella siempre. Tenía momentos donde era el hombre más hermoso, compañero y dulce que existía, lo que hacía que ella continúe en la relación que mantenían. Las parejas tienen altibajos, pero podían solucionarlos juntos. 


Con esto digo que él también hacía cosas por complacerla a ella. Había explayado los intereses y gustos de la joven, hecho que lo enorgullecía. Se sentía maduro, dominante y grande, le gustaba esa sensación de ser el mentor un alma tan pura.


Ahora se encontraban en la cocina, con ella acostada en la mesa y el de pie frente a ella con un recipiente con hielos recién retirados del congelador. Ya había introducido dos y la chica era gelatina... Una  gelatina que gemía y pedía más, jugando al papel de la difícil.


— ¿Tanto te gusta?


Ella simplemente asentía, estremeciéndose y gimiendo su nombre una y otra vez entre suspiros. Sus mejillas estaban rojas, su piel sudada y sus ojos llorosos por la tortura de que él haga las cosas lentas. Le generaba desesperación, pero una buena.


Los minutos pasaban y cada vez quedaban menos hielos en el recipiente, pero más hielos había en el interior de su mujer.



Mi mujer... Eso sonaba bien para él.


Cinco... Cuatro... Tres...


— A la mierda. 


Lanzando el recipiente a algún lugar de la cocina, dejando las delicadezas para otro momento (que no sería hoy) y se hace uno con ella. 

【 Dulce Pasión 】©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora