Perfección.

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A veces las palabras más pequeñas, son las decisiones que marcaran tu vida radicalmente

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A veces las palabras más pequeñas, son las decisiones que marcaran tu vida radicalmente. Pueden destruirte, o sanarte. Un sí o un no, pueden cambiar demasiadas cosas, ¿quién tiene la razón? ¿quién puede decir que me equivoque?, solo el tiempo.

Si, entre a su departamento... y no, no solo a hablar.

Podría echarle la culpa a la adrenalina del momento, o quizás a la temperatura de mi cuerpo, no lo sé. Solo sé que quería entrar y escucharlo, escuchar las lindas mentiras que brotan de esos exquisitos labios.

—Gen, yo no... — soltó, su tono de voz temblaba y tartamudeaba la última palabra, justo al mismo tiempo que cerraba la puerta lentamente, mi mirada fija en el y en su ancha espalda, mientras a su mirada le parecía mas interesante el picaporte de la puerta, la mía estaba perdida en sus varios lunares esparcidos por su espalda como si de la vía láctea se tratase. —...yo no quise decir eso.

Parecía tan inocente, tan nervioso e inquieto, lentamente se giró hacia mí, ahora su mirada estaba en el piso, estaba atrapada, tenia que demostrarle que puedo jugar su mismo juego, y mil putas veces mejor. Demostrarle que no me destruyo, que sigo firme y de pie. Di el primer paso, el se irguió en su lugar y me miro, no me congele, por más que su mirada se clavara en mí, seguí con mis pasos, hasta llegar a él, era más alto que yo, me apoye en las puntas de mis pies y uní nuestros labios, en una simple caricia, un simple toque. Saque las manos de los bolsillos de mi chaqueta, pero no podía tocarlo, me resistía, él tenía que seguir si no yo...

Sus manos se posaron en mis mejillas, el toque tibio y húmedo de su lengua fue el siguiente, abrí mis labios para recibir ese toque más profundo e íntimo, pose mis manos en su abdomen, ¡Dios! Su piel era tan cálida, recordé que no traía camisa, las yemas de mis dedos vagaron por todo su abdomen plano, mis labios se curvaban a sus movimientos, se sentía tan bien, por un momento me olvidé de todo, de Sara, de Tim, de las citas, de su discusión, de Dexter, en este momento solo éramos él y yo.

Sus besos bajaron por mi mandíbula, hasta llegar a mi cuello, sentí la humedad de su lengua recorriendo lentamente hasta mi clavícula y créanme cuando les digo que en este preciso momento no es lo único que siento húmedo.

—Gen. — Susurro en mi odio, su aire caliente choco contra este erizando toda mi piel, sus manos posadas en mi cintura ejercían algo de fuerza, pero no me sentía insegura, sino más bien, me sentía segura y con poder sobre él, de alguna manera. Mis dientes apresaron mi labio inferior para no dejar que un leve gemido escapara.

Mis manos apenas lo rozaron cuando subieron hasta sus mejillas, me aferre a sus labios de nuevo, deje escapar un torturado — ¿Qué? — para después seguir con mi tarea de besarle.

Tomo mis muñecas separándose de mí, un sonoro y algo gracioso sonido se escuchó de nuestros labios, miraba directo a mis ojos, derribando todas mis defensas, el trataba de controlar su respiración, abrió y cerro la boca, como si quisiera, pero tuviera miedo de decir algo —¿estas seguras?, quiero decir si no lo estas yo...

Eleve una de las comisuras de mi boca, y simplemente me acerque a su cuello, olía a jabón, prefería mil veces su aroma, ahora sabia porque estaba sin camisa y hecho un desastre, se había salido de la ducha antes.

Subí mis besos hasta su oído, imitando lo que había hecho el segundo antes —Vamos a tu habitación — y dejé claro quien estaba al mando. Por encima de su jean tome su hombría en mi mano, estaba tan listo para mi como yo para él, para mi sorpresa. Aparte mi cara de su escondite ahora favorito con mis labios entre abiertos, lo mire, y por su cara también lo había tomado por sorpresa. Clave mi vista en mi mano, tenia verdadera curiosidad si Hadrien era completamente perfecto... físicamente.

Tomo mi mano que estaba ocupada, subí mi rostro a la aterrada, unió nuestras manos y deposito un largo y tierno beso en el dorso de mi mano. Sus movimientos a comparación de los míos eran lentos y seguros, abrió los ojos aun con los labios pegados en mi mano, subió una ceja y dejo escapar una risa risueña. Estaba a punto de gritarle en la cara lo idiota que era, por esa estúpida risa, pero de pronto tomo camino, con nuestras manos entrelazadas.

Cruzando la puerta de su cuarto, algo pareció poseer nuestros cuerpos, algunas fuerzas malignas o simplemente la calentura del momento. Todo se volvió mas rápido, agresivo y apasionado. Sus manos en mi cintura aferrándome a su cuerpo y mis brazos apoyados en su cuello profundizando aún más, nuestros besos, como si eso fuera posible. Mis piernas chocaron con la cama, me recosté en esta, Hadrien se posó encima de mí, sus manos jugaron con el borde de mi blusa, no seré mojigata y decir que nadie me había visto sin blusa, para ser sincera los hombres se volvían locos con mis redondos y jugosos pechos, en algún momento de mi vida pensé que era lo único hermoso en mí. Paso la prenda por mi cabeza tirándola a alguna parte de la habitación, beso mis pechos por encima de mi sostén, y le ayude a quitármelo. Ahora creo y sé que todo es hermoso en mí, y lo rectifique con la mirada de Hadrien vagando por mi cuerpo, remojo sus labios, y paso las manos por su cabello.


—Joder, eres mas perfecta de lo que imagine...



¿Perfecta?

No, no lo era, pero tampoco quiero ser perfecta, quiero a alguien que ame mis defectos. Que los bese por las noches inclusive que los ame por las mañanas cuando aún yo no despierte. Si, dije que estoy segura de ser Hermosa, pero la belleza de algo no quiere decir que sea perfecto, no quiere decir que todo en el este bien, por lo menos no para mí.



Para mí, Hadrien solo era perfecto... físicamente.

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