003

1.1K 147 36
                                    

Intolerable.

Así estuvo el día para mi: In-to-le-ra-ble.

Tenia ganas de tirarme en la cama y dormir un buen rato, pero era comienzo de semana y ahora me tocaba entrenar con los jaguars, y la idea de faltar era descartada si no quería que Bill Shepard metiera su pie entre medio de mis posaderas.

Entro a los vestidores, encontrándome con Chase y Malcom, hablando y riendo, me preguntaba de qué.

—Hola chicos—Saludo, dejando mi bolso sobre un banco y abriéndolo para sacar mis cosas.

—Tienes unas ojeras, Hamilton— Comenta el número 16, observándome con preocupación.

—Si, es que no pude dormir bien y estoy muy cansado.

Saco el corrector de ojeras y me lo coloco bajo los ojos, para ocultar un poco mi cara de muerto en vida.

—¿Viste si ya llego Ottis?—Preguntó Timberg— Le debía pedir unos auriculares.

—Creo que quedo afuera con algún chico, la verdad no se.

Observo a Chase salir. La verdad era que no tenia idea si Ottis había llegado, pero por alguna razón que desconozco, quería quedarme a solas con Malcom antes de que todos llegarán, él me transmitía tranquilidad, paz, que era lo que necesitaba luego de éste día.

¿Qué era lo que me estaba pasando? ¿Por qué de repente sentía la necesidad de estar a solas con el número 27?

—¿Sabes hacer masajes, Tigre?— Pregunto, mientras me desalojo de mi camiseta y quedo solamente en short deportivo.

El me observa un rato, hasta que reacciona y asiente, aclarando que más de una vez había leído en libros como hacer masajes en las zonas afectadas, para retirar los nudos.

Me siento en una banca y él se coloca a mis espaldas, faltaba crema o alguna otra cosa para poder realizar el masaje, pero eso no impidió que él pusiera sus manos en mis hombros y empezara a masajearlos con cuidado.

Cierro los ojos, disfrutando de su tacto, de sus manos tocando mi cuerpo, de sus dedos realizando el trabajo, tratando de sacar esos nudos que se habían formado cerca de mi cuello luego de haber estado horas sentado en una silla, estudiando para un examen hasta las cuatro de la madrugada.

Muerdo mi labio, tratando de no soltar un jadeo de dolor y satisfacción. Malcom si que sabía hacer masajes, joder.

Las voces de los jaguars se escuchan en el pasillo, haciendo que abra los ojos y haga que, tanto Malcom como yo, nos separemos con rapidez.

Me dirijo a mi bolso y agarro mi camiseta, mientras lo observo con nerviosismo.

¿Por qué? No lo sé.

—Gracias, ya sabes... por...

—No tienes porque darlas—Agarra su casco y sale de los vestidores, al mismo tiempo que los chicos entran.

¿Qué acaba de pasar?

Que nadie lo sepaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora