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Dos días después de que su madre muriera Erick fue puesto en el asiento trasero de la camioneta de Ricky siendo llevado al otro lado de la ciudad.

Bueno, en realidad, la mujer no era su verdadera madre. Erick había sido adoptado demasiado joven, pero aún así Claire fue la mejor madre que pudo haber tenido, cuido de su pequeño gatito híbrido y lo crio lo más mimosamente posible durante su corta vida.

A Ricky le agradaba Erick, por ello decidió entregarlo al mejor postor temporal que conocía.

La puerta del apartamento se abrió y detrás de ella apareció un hombre de aspecto cansado de unos treinta y tantos años. El hombre miró a Ricky con una mirada de soslayo y luego a Erick extrañado.

—Hola Ricky. ¿A qué debo el placer?

Ricky aprovecho la conmoción del hombre y se abrió paso hacia el interior del apartamento sin haber sido invitado.

—Bueno... Has escuchado hablar de Claire ¿verdad Renato?

Erick siguió a Ricky a través de la puerta, sintiendo al instante el olor de otro animal; un perro sucio.

Gruñendo en la cocina se alzaba un chico alto de ojos negros como la noche, que lanzaba una mirada desafiante bajo una mata de cabello oscuro y ruloso. Las rendijas de los ojos de Erick se estrecharon aceptando el desafío mientras se estiraba, frotando su aroma contra una pared al pasar. El gato se deleito con la reacción del perro, mostrando sus colmillos y emitiendo un ladrido ronco de advertencia.

—Joel —dijo Renato firmemente, tirando del hombro del chico perro.

Dirigiéndose a Ricky, Renato mostró una mirada sincera de empatía.

—Lo hice, era una mujer increíble. Oí que el funeral fue este sábado.

Erick hizo una nota mental para preguntar qué demonios es un funeral más tarde y observó al perro moverse por la cocina hasta que finalmente se aventuró hacia la zona alfombrada en la sala. Erick podía oír los gruñidos bajos del perro detrás de él, pero no se molestó en satisfacerlo con su mirada.

—Sí —respondió Ricky, aunque su voz sonó distante—. De todos modos, estoy aquí para pedirte un favor.

—¿Con respecto al chico gato? —preguntó Renato con voz entretenida—. Déjame adivinar ¿necesitas que haga un poco de niñera?

Suspirando, Ricky confirmó la sospecha.

—Sólo hasta que encuentre un lugar adoptivo para él.

Hubo un silencio.

—No creo que sea buena idea viejo amigo, Joel necesita mucha atención y no le gusta que traiga a otros animales al apartamento.

Sonriendo Erick captó el fuerte aroma del canino y lo siguió hasta la única habitación del pequeño apartamento, las sabanas del colchón, la alfombra y todo el lugar estaba impregnado con el olor de ese perro. Erick se frotó descaradamente contra las sabanas, sus orejas aún se agitaban interesadas en la conversación que se desarrollaba en la cocina mientras invadía el territorio del perro.

—Te lo ruego Renato, no tengo a nadie más. Es esto o el refugio.

Saltando de la cama Erick corrió hacia la cocina sorprendiendo al perro con su reaparición, pero antes de que pudiera decir algo los dos hombres estrecharon sus manos amistosamente en un acuerdo.

—Espera ¿realmente me dejaras aquí con este perro? —Erick gritó, incapaz de calmar sus emociones—. A ella no le gustaría para nada esto ¿sabes?

—Mira Erick —dijo Ricky en advertencia—. Renato esta teniendo la amabilidad de cuidarte y si lo haces pasar un mal rato te llevaré al refugio de inmediato.

—Ricky —intervinó Renato—, tranquilo. Nadie puede hacerme pasar un mal rato más que Joel, además míralo, es sólo un gatito.

—No soy un gatito —siseo Erick, irguiéndose con su baja estatura. Realmente no le agradaba Renato, ni su perro tonto, ni nada sobre este apartamento.

Pero Renato sólo se rió divertido ante la actitud de Erick.

—Bueno, ciertamente tiene personalidad —le comentó a Ricky como si el gato no estuviera en la habitación—. Haré todo lo posible para cuidarlo Ricky, lo prometo.

Ricky le brindo una última mirada al felino antes de regresar a la entrada.

—Te transferiré los fondos que Claire le dejo, deberían ser suficiente para mantenerlo.

Y con eso Ricky se fue.

Erick se sintió vacío al encontrarse entre extraños en un lugar extraño, sintió una oscuridad cerrarse a su alrededor.

—¿Estas bien Erick? —Renato le pregunto acariciando sus orejas.

El gato no lo pensó dos veces, instintivamente siseó y se pasó la mano por la cabeza.

—¡No me toques! —exigió, pero antes de que pudiera decir algo más fue abordado por la bestia del chico perro.

Gruñendo, Joel sostuvo al gato boca abajo con los dientes clavados en su garganta en una exhibición de protección dominante hacia su dueño.

—¡Joel detente! —ordenó Renato horrorizado por el canino gruñón en su piso. Tiró del perro salvaje lejos de Erick con un poco de esfuerzo y luego le ofreció una mirada de disculpa al gatito—. Lo siento, tendremos más paciencia contigo Erick, no tienes porqué temernos y tú Joel, será mejor que te comportes.

El maldito perro sucio sonrió, pero no hizo ninguna promesa. Horrorizado, Erick les dió la espalda a los dos y se sentó obstinadamente frente a la puerta, no se movió ni dijo nada durante el resto de la noche, incluso cuando el humano dejo un plato de pescado y queso cuidadosamente planchado delante de él dos horas más tarde.

—Por favor, come algo Erick —imploró Renato.

Erick se negó a responder, sus ojos se centraron en la puerta, convenciéndose de que Ricky regresaría por él.

.

.

Pasada la medianoche, el perro se acercó husmeando con curiosidad la cena de Erick.

Erick sabía que no debía sentirse tan enojado, pero no podía evitarlo, vivir con este perro estúpido y apestoso era la peor parte de todo.

—Si tocas a Renato otra vez, te mataré —dijo Joel con una extraña sonrisa, masticando el pez como si desafiara a Erick a hacer algo al respecto.

—No me importa tu dueño siempre y cuando él mantenga sus manos fuera de mí —escupió Erick arqueándose un poco hacia atrás mientras los ojos del perro se oscurecían amenazantemente.

Una risita salió de la garganta de Joel.

—No me hagas reír. Él se apiada de ti, que es más de lo que merecer. Si no fuera por él serías mi almuerzo.

Erick volvió la cabeza ignorando deliberadamente a la estúpida bestia a su lado. No sólo apestaba, era malditamente molesto por encima de todo lo demás. Se sintió feliz cuando el perro hizo un ruido impaciente y lo dejó solo.

Híbridos [Joerick]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora