30. Padre

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Un hermoso cielo nocturno fue lo primero que vi al despertar.

Mi mente estaba muy aturdida y desorientada.

Levante mi cabeza y traté de ver más allá de la pradera en la que me encontraba. Una leve brisa sacudió mi melena.

A lo lejos pude distinguir la silueta de un animal sentado de espaldas.

Me levante del césped y camine con cautela en esa dirección.

Cuando estuve lo suficientemente cerca noté que era un enorme y fuerte león de pelaje dorado y melena pelirroja, se parecía a mi.

Me quede mudo cuando este se volteo y se acercó lentamente hacia mi.

—Hola, Simba—dijo mi padre frente a mi.

La sangre se me congeló—Hola—dije casi en un susurró, preguntándome si en verdad era el ó si yo de verdad estaba aquí.

—Soy yo, hijo—dijo en una leve sonrisa.

No supe que decir.

—Has tenido días muy pesados, eh, te ves agotado—giro y se acomodó en la hierva—Ven, acompáñame.

No despegue la mirada de él, me moví y me acosté a su lado.

El solo observó la enorme manta se oscuridad arriba de nosotros, después de un rato yo hice lo mismo. El cielo era hermoso, las estrellas brillaban con intensidad y el tranquilo silencio hizo que la tensión se fuera desvaneciendo poco a poco.

Volví a poner mi mirada en el león que estaba a mi lado. Se veía exactamente como lo recordaba. Él estaba muy tranquilo y relajado.

—Siempre me gustó esta pradera—me hablo—Es buen lugar para estar solo con nuestros pensamientos en tiempos difíciles.

No podría estar más de acuerdo. Tras varias semanas de preocupaciones por fin había sentido un momento de paz. Era bastante agradable—Ha pasado mucho tiempo desde que estuvimos así—dije agachando la cabeza. Mi mente volvió al recuerdo de esa noche y miles de emociones volvieron a mi—Se que siempre haz estado conmigo pero me haz hecho mucha falta.

Me lanzó esa mirada. Esa expresión en el rostro tan característica de los padres que te dice que todo va a estar bien. Esa mirada que dice más que las palabras, una que te tranquiliza sin importar la edad qué tengas. No me sentía como un adulto, me sentía justo como nos habíamos quedado, la última noche que pasamos juntos.

En mi vida siempre había procurado que otros se sintieran seguros conmigo, porque siempre fue mi obligación cuidar de otros.

No recuerdo cuando fue la última vez que yo me sentí protegido y seguro con alguien, me di la libertad de volver a sentirme como un cachorro otra vez.

—Y aún así haz llegado hasta aquí.

—Extraño las veces en las que solo éramos tú y yo viendo las estrellas—confesé.

—Aunque hubiéramos tenido la oportunidad de volver a hacerlo nunca habría sido igual a esa noche.

—¿A qué te refieres?

—Ni tú ni yo somos los que solíamos ser, hemos cambiado. Tu eres muy diferente. Haz dado lo mejor de ti y es por eso que estoy muy orgulloso, Simba.

No le creí del todo—Han pasado muchos años—Agache la cabeza sin querer mirarlo, no pude evitar mostrar esa inseguridad que me persiguió cada día de mi vida, cada vez que me paraba en la punta de la roca—¿Enserio he hecho un buen trabajo? ¿Eh sido un buen león?

Se acercó más a mi—¿Tu crees que no haz hecho un buen trabajo?

—No lo se, a veces siento que nunca llegue a cubrir las espectativas que los demas tenian de mi, que muchas veces pude haber hecho las cosas mejor.

El Rey León 4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora