Prólogo.

11 1 0
                                    

Dos años. Solamente habían transcurrido dos años desde que Alaia había dejado Nueva York, su padre, sus hermanos, sus amigos y a él. Con dieciocho años y casi una vida entera viviendo a su lado, Alaia McBloom se había dado cuenta que estaba perdidamente enamorada de uno de sus dos mejores amigos.

Recuerda lo duro que fue para ella tener que aceptarlo y lo difícil que fue ese último mes antes de partir a Inglaterra para poder vivir con la mujer que le había dado la vida. Era muy complicado tener que actuar normal frente a él y sus amigos, pero sobre todo frente a Dylan Olsack, probablemente la persona que conocía a Alaia como nadie en este planeta.

Dylan era el soporte de Alaia; era ese pilar y sostén que siempre estaba para mantenerla de pie, así como Alaia era el de Dylan. Se habían conocido cuando ambos tenían cinco años y vivían en el mismo edificio, uno frente al otro, y desde entonces habían sido inseparables. Se confiaban absolutamente todo, jamás había secretos entre ambos, es por eso que Alaia tuvo que huir. Porque así como sabia que no podía aguantar mucho tiempo ocultándole la verdad a Dylan, menos podría hacerlo con Mathew. Su Mathew.

No entendía cómo había sido tan tonta de no darse cuenta, después de tantos años, del amor que sentía hacia su otro mejor amigo. Hacia Matt quién siempre era tan bueno y cuidadoso con ella; quién siempre le sacaba sonrisas y carcajadas; quién, siempre que lo necesitaba, aparecía al rescate para envolverla en sus brazos y cantarle las canciones de Ed Sheeran, porque él sabia perfectamente cuánto le gustaba y cuánto la relajaba antes de dormir, después de haber estado llorando por horas. Matt, el mismo que conoció a los siete años, en el segundo grado, cuando Dylan había faltado a clases por un resfriado y Alaia tuvo que enfrentarse a Jackson Rossen sola, el niño malo del salón que le robaba las galletas a las niñas para hacerlas llorar. Alaia siempre recuerda cómo Matt apareció y la defendió de Jackson para después invitarla a jugar. Mathew era el nuevo, en ese entonces, y recién había venido de Inglaterra, así que Alaia aceptó jugar con él porque su acento era gracioso.

No cabía dudas de que tanto Mathew como Dylan, eran dos personas incondicionales en su vida, pero tuvo que dejar todo atrás porque no estaba dispuesta a arruinar su amistad con Matt. Nunca fue buena ocultando las cosas que sentía o molestaban frente a ellos dos, y estaba más que segura que si se quedaba mas tiempo, terminaría hablando mas de la cuenta y acabando con una amistad que necesitaba más que cualquier otra cosa.

Por eso, esa mañana, cuando Dylan la llamó mas de tres veces mientras se bañaba, tuvo que empacar rápido y tomar el primer vuelo a Nueva York. Después de tanto tiempo, volvería a ver a su familia, a sus amigos quiénes extrañaba tanto que hasta llegaba a llorar en las noches antes de dormir, a Dylan, su aliado y mas fiel confidente, y sobre todo, a Matt, quién en ese preciso momento estaba sufriendo la pérdida de su madre y, por mas que sabía que probablemente los sentimientos aparecerían, no iba a dejar solo a su amigo. No cuando él jamás renunció a ella en el pasado. No cuando él fue quien estuvo a su lado cuando se sentía en la oscuridad.

Iba a ser difícil actuar frente a él, pero sabía cuál era su deber en ese momento y no estaba dispuesta a decepcionar a Matt.

*****

Esta es la primera parte de esta historia corta. No dejes de leer porque va a haber muchas emociones y drama.

Si te gustó, déjame tu opinión que me interesa.

Primer libro de la trilogía.

Libro 1.

Nella Grimm.

Nosotros: Y Lo Que Nunca Seremos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora