Tres.

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-¡¿Matti?!- fue lo primero que pregunté en cuanto estuve en la sala.

Antes de irse de mi departamento ese mismo día me había dejado una copia de la llave del lugar, así que no dude en usarla. Caminé a través de la estancia con el corazón en la boca y con una procuración muy fuerte. Cuando Matti mandaba ese mensaje en especifico podían estar pasando dos cosas: o se había emborrachado hasta la inconsciencia o estaba hecho un mar de lágrimas recriminandose cosas de las que él no tenia la culpa, como por ejemplo, el divorcio de sus padres.

No importaba cuantas veces habláramos del tema, él simplemente no entendía que el hecho de que su padre se haya enamorado de una mujer más joven y haya dejado a Marie no tenia nada que ver con él.

Entré en su habitación para encontrarla vacía, al igual que el baño, así que corrí hasta la sala y salí al balcón. Lo encontré sentado contra la baranda de este mismo, con una botella de vodka en sus manos casi vacía y la mirada perdida en el suelo. Se escuchaba el ir y venir de los autos en la calle, e incluso alguna voces de las personas que amaban pasear por las calles de Brooklin a esta hora. Un suspiro de alivio salió de mis labios y deje mi bolso en el suelo antes de sentarme a su lado.

El silencio era agradable y cómodo, aunque siempre fue así entre nosotros. Estábamos tan acostumbrados a pasar por estas cosas juntos que ya sabíamos cómo actuar con el otro. Era algo loco y extraño, pero sabíamos que sucedía con el otro con solo una mirada de tres segundos. Su mano me ofreció la botella casi vacía y dudé unos segundos antes de tomarla y darle un trago seco.

-Sabe a mierda- me atreví a comentar luego de que la sensación de quemazón se fue de mi garganta.

-Lo sé- murmura suavemente y entonces lo sé.

Tomo su rostro con mi mano y hago que me mire para encontrarme con su cara empapada de lágrimas. Sin dudarlo, coloqué mis manos en sus mejillas y deje un beso en su frente que terminó por hacer que soltara su llanto y se aferrara a mi. Volví a dejar que llorara y yo también lo hice en silencio.

Era su madre, es mi amigo y tengo que estar a su lado. Estoy tomando justo el papel que me toca tener, justo como él quería y eso esta bien.

Con esas palabras repitiéndose en mi mente, el tiempo pasa rápido, tal vez estuvimos una hora en esa posición pero, en cuanto abandonó mis brazos, me regaló una enorme sonrisa llena de lágrimas.

-Gracias, Ali- dijo sonriendo mientras secaba sus mejillas e intentaba recuperar la respiración.

-No las des- murmuré secando las mías-. Soy tu amiga, sabes que siempre estoy a tu lado sea cuál sea el momento por el que estés pasando.

Me mira varios segundos antes de suspirar pesadamente.

-Creo que estoy borracho- rió un poco y asentí-. Mamá te quería mucho, Ali. Siempre lo hizo.

-Yo la quería mucho a ella también. Sabes que siempre la sentí como mi segunda mamá- y era verdad. Siempre me trató con mucho cariño y amor, y ella me había ayudado mucho cada vez que no sabia hacia donde debía tomar rumbo mi vida.

-Yo la amo- afirma y entrelazo nuestras manos-. Y la voy a extrañar mucho. Pero sé que ella estaría de los nervios si me viera cómo estoy actuando en este momento. Ella siempre quiso que fuera feliz y que jamás dejara de sonreír. Supongo que debo aferrarme a esas cosas.

-Y haces muy bien en tener esos pensamientos, Matt- murmuré dando un apretón a su mano.

-Te extrañé, Alaia. Aún no sé por qué te fuiste, porque yo no me creo la mierda esa del intercambio y tampoco lo de pasar tiempo con Elizabeth- su confesión me golpea de lleno y tengo que desviar la vista para que no vea mi expresión-. Supongo que cuando estés lista vas a contarme. Siempre lo haces y es algo muy lindo. Tu eres linda.

Nosotros: Y Lo Que Nunca Seremos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora