Uno.

6 1 0
                                    

Es un asco. Yo soy un asco, pero no es mi culpa que el clima de Nueva York sea totalmente distinto al de Londres. El sol pega de lleno en las transitadas calles, mientras sigo corriendo lo mas rápido que puedo hasta la casa de la madre de Matt. Me voy disculpando con las personas a las que voy chocando en el camino y trato de no pensar demasiado en el calor que estoy sintiendo. Seguramente mis mejillas se han puesto rojas y mi frente este sudando, pero me reúso a tomar un taxi y atascarme en en el trafico en medio de la ciudad.

No puedo creer que Mathew no quiso decirme antes lo que había pasado. Me siento mal y enojada al mismo tiempo. Me siento ofendida y creo que hasta incluso herida, pero eso no es lo importante, porque todo lo que yo sienta ahora no se compara con el dolor de la pérdida que debe sentir Matt. Mi Matt.

Creo que desde que recibí ayer la llamada de Dylan no he dejado de temblar. El entierro había sido esta mañana, cuando yo recién pisaba suelo americano, así que en cuanto deje las maletas en mi viejo departamento, salí corriendo hacia los suburbios. Había estado hablando con Dylan y sabia que nuestro pequeño grupo de amigos estaban con él en este momento. Dylan me había dicho que Mathew estaba tan mal por la muerte de su madre que no había hecho mas que llorar en los últimas horas. Y lo entendía. Marie, su madre, era lo mas valioso que Matt tenia. La adoraba con locura y siempre estaba a su alrededor. Siempre, desde que sus padres se separaron, habían sido muy unidos. Lo sabía muy bien porque había crecido junto a él y sabía todo el amor y respeto que sentía por ella. Marie era su heroína y sabía que debía sentirse destrozado en este momento, ahora que ella nos había dejado para siempre.

Quince minutos mas tarde, me encuentro a una cuadra de la casa de mi amigo y, desde lejos, puedo distinguir el auto de Miles. Seco un poco el sudor de mi frente y regulo mi respiración a medida que avanzo a paso decidido por la acera. No es hasta dos casas antes que veo a Amber, Jace y Thomas, los tres afuera fumando un cigarrillo y hablando entre ellos. Todavía están vestidos como seguramente fueron al funeral y, por la expresión de Jace, deben estar cansados. La noche debe haber sido bastante larga, pero sabia que nuestro grupo había estado a su lado y no lo habían dejado solo.

-¿Alaia?- Jace sonríe sorprendido y se acerca a envolverme en un apretado abrazo.

Lo había extrañado tanto. Él y su actitud buena y correcta, siempre cuidando de todos nosotros y dándonos cariño como si fuese un hermano mayor. Jace siempre cuidaba de todos, y sabia que me había extrañado tanto como yo a él.

-Te extrañé- susurré conteniendo lágrimas.

-Viniste. Sabía que ibas a hacerlo. Se lo dije a Matt- dijo Amber en cuanto me tuvo entre sus brazos y suspire.

-No pienso dejarlo en un momento así- susurré y me aparte para abrazar a Thomas.

Eran raros pero muy pocos los momentos en los que Thomas estaba serio. Él era el alma del grupo, quién siempre andaba con alguna locura para hacer o algún chiste para reír. Quién siempre tenia la forma mas divertida de pasar el rato.

-Ve a buscarlo. No te sientas mal. No te lo dijo porque no quería que te sintieras mal en caso de que no pudieses venir- sin embargo, hay que admitir que era muy atento.

Thomas se caracterizaba por ser el observador de todo y hablar lo justo y necesario cuando hacía falta. Es por eso que en cuanto me soltó, me encaminé a la puerta y entré sin tocar. Respiré hondo antes de entrar a la sala, de donde provenían los murmullos, y me armé de valor. Sabía que probablemente debía lucir asustada y que rompería a llorar en cualquier momento, pero no me importaba. Mi mente solo tenía un objetivo y era encontrar a Matt para poder abrazarlo. Mi objetivo era encontrarlo y hacerle saber que siempre iba a estar a su lado, fuera bueno o malo lo que sea que estuviese pasando.

Nosotros: Y Lo Que Nunca Seremos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora