Dos.

4 1 0
                                    

La luz del sol me despierta junto al calor sofocante que me provoca tener a Matti, literalmente, durmiendo sobre mi. Su cabeza descansa en mi pecho, sus brazos se aferran a mi cintura y su pierna izquierda está sobre las mías, impidiendo cualquier tipo de movimiento de mi parte. Una sonrisa se dibuja en mi rostro mientras lo escucho respirar tranquilamente y es mi turno de suspirar.

No es la primera vez que ambos dormimos en la misma cama o que ambos compartimos una posición tan íntima. Ya lo dije, entre nosotros hay mucha confianza (tal vez en el pasado mas que la que dos mejores amigos deben compartir), sobre todo porque desde los dieciséis años habíamos sido "amigos con derecho", no ataduras, no celos, solo dos amigos que disfrutaban de tener sexo entre ellos. Eso sólo duro unos años, cuando ambos empezamos a celarnos cada vez que alguno salía con alguien y entonces, después de una noche llena de pasión, decidí exponerme y salió completamente mal. Desde entonces, jamás habíamos vuelto a compartir nada, ni si quiera un beso, aunque seguíamos compartiendo momentos como estos, habíamos quedado que no significarian nunca nada más que solo nosotros siendo nosotros. Nuestros amigos jamás lo supieron y creo que fue lo mejor.

Matt y yo pasamos por muchas cosas juntos, y sin dudas nuestra amistad era una de las más peculiares del planeta. Nunca tuve lo que se llama pudor frente a él, no. Matt siempre tuvo mi confianza más grande, incluso antes de ser amigos con derecho. No es que en ese entonces me hubiese visto completamente desnuda, pero si me había visto sin sujetador las numerosas veces que entraba a mi habitación sin preguntar. Dylan siempre me dijo que nuestra confianza no tenía límites y que eso era algo malo porque, a la larga, uno de los dos se terminaría confundiendo. Y tal vez es por eso que no quiero decirle el porqué me fui.

Admitir que me fui porque me había enamorado como una estúpida de Matti, era darle a Dylan una batalla más que ganada y, por más que era mi mejor amigo en todo el mundo, yo era super orgullosa. No estaba dispuesta a perder, claro que no, pero sabía que esto era una batalla conmigo misma ahora.

Como pude, tome mi teléfono de la mesa de noche y desbloquee la pantalla revelando que tenía más de 50 mensajes y 10 chats. La mayoría eran de los chicos, argumentando que estaban preocupados por Matt, así que me encargué de contestarle a todos que él estaba bien y que había dormido tranquilo toda la noche. Los dos chats restantes eran de mi padre y uno de Elizabeth, la mujer que me trajo a la vida. Sé que suena frío y muy feo la forma en la que me refiero a ella, pero es lo que merece después de haber estado toda mi vida ausente.

Mantuve una conversación con papá por mensajes y le asegure que iría a verlo en cuanto pudiese. Lo extrañaba a horrores y quería abrazarlo tan fuerte como pudiese. Estoy más que segura que tengo al mejor padre del mundo y me encargo de hacérselo saber cada vez que puedo.

Cuando Matt empezó a removerse, deje mi teléfono a un lado y comencé a acariciar su cabello naranja lleno de rizos. Sus ojos me miraron dos minutos más tarde cuando apoyó la cabeza en la almohada a mi lado y me regaló una sonrisa forzada.

-No hace falta que lo hagas si no quieres- murmure y asiente.

El silencio nos inundó y con eso, el aire triste y monótono. Mathew ocultó su rostro en mi cuello para segundos más tarde sentir algunas lágrimas en él. Sabía que era muy difícil para él y que solamente necesitaba sacar todo lo que llevaba dentro. Dejé que me abrazada con fuerza una vez más y que se descargara de toda esa inseguridad e impotencia que tenía acumulada.

Media hora más tarde, ambos estábamos en la sala tomando café. Matt tenía sus ojos algo rojos debido a que había estado llorando, pero eso no impidió que Lola se sentase en sus piernas y le hiciera sonreír. Amaba a su perrita con locura y siempre la tenía impecable, así que no me extrañaba lo mimosa y cariñosa que era. Me alegraba saber que al menos ella podía hacerlo sonreír, eso era algo bueno.

Nosotros: Y Lo Que Nunca Seremos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora