Marceline estaba adolorida en los lugares adecuados y de la forma conveniente. Paseaba junto a Finn por la ancha avenida de los Campos Elíseos; le cogía de la mano y sonreía de oreja a oreja ¿Cómo conseguía hacerla sonreír con tanta facilidad? No era por el sexo. Estaba claro que eso era fantástico, pero aquél no era el motivo de su sonrisa. Era sólo por él, sólo tenía que mirarlo y volvía a sonreír, incluso contra su voluntad.
Él miraba hacia adelante y observaba a la gente que venía de frente, el tráfico, todo parecía interesarle, cuando ella llevaba un minuto mirándole y observando su atractivo perfil, él volvió la cabeza y la miró. Finn sonrió y ella sintió el vuelo de mil mariposas en el estómago. Aquel hombre debía de tener una licencia para poder sonreír de aquella forma. El efecto que tenía sobre ella era definitivamente ilegal.
Marceline dejó de mirarle y se concentró en el negro cielo de París. Hacía una noche preciosa y a pesar de que las estrellas apenas eran visibles, ella tenía la sensación de poder ver cómo brillaban todas sobre su cabeza.
Estaban casi al final de la larga avenida comercial, cerca del Louvre, Marceline suspiró. No quería volver a enfrentarse de nuevo a Johnny, pero Finn había insistido en cumplir con su deber. Por eso habían salido a buscarlo. No le habían encontrado en el primer bar en el que habían buscado, y tampoco en el segundo. Pero había un club que Johnny le había mencionado más de una vez y se dirigían hacia allí.
Marceline miró a Finn sin que él se diera cuenta. Estaba muy contenta de poder ver a través de su glamour. Él le había asegurado que volvía a llevar un traje oscuro, pero ella sólo podía ver su preciosa armadura negra y roja, eso de verlo con tan poca ropa tenía sus inconvenientes ahora que por fin había superado las reservas que tenía hacia él. Le daban ganas de llevarlo a un callejón oscuro y hacer travesuras allí con él.
Finn sonrió como si supiera lo que ella estaba pensando y le dedicó una de sus oscuras miradas. El apetito que se reflejaba en ella dejaba entrever que él estaba pensando lo mismo. Marceline había elegido su mejor vestido de verano de color azul marino y se había puesto un sujetador que realzaba su escote. No quería que los ojos de Finn abandonaran su cuerpo en toda la noche... Necesitaba que él la mirara... Eso potenciaba la confianza que ella tenía en sí misma. Marceline podía sentirse especial cuando se daba cuenta de que la mirada de Finn parecía no poder abandonar su cuerpo. Su ángel la miraba como si la quisiera devorar.
Había algo en él que le había devuelto la vida y había liberado todas sus inhibiciones. Ella nunca se había mostrado tan atrevida con un hombre, y jamás se había sentido tan adorada, estar con Finn era como estar en un auténtico paraíso.
Marceline suponía que se trataba del efecto ángel. Cogidos de la mano, doblaron una esquina y se internaron por una calle que les alejaría del Louvre y les adentraría en la ciudad, el club que buscaban se hallaba en alguna de aquellas calles. Tardaron un rato en encontrarlo, y cuando lo hicieron ella no pudo dejar de mirar la señal de neón rosa que brillaba sobre la puerta.
No era la clase de club que había imaginado. Marceline nunca había estado en un club de bailarinas exóticas. Suponía que eso significaba exactamente lo que se estaba imaginando; bailes privados, números eróticos sobre el escenario y toda clase de actos sórdidos.
A ella le pareció que no debía exponer a un ángel a todas aquellas cosas, ni siquiera un ángel que probablemente hubiera hecho cosas mucho peores con ella durante las últimas veinticuatro horas.
- Finn dice: ¿Hay algún problema?La profunda voz de Finn era música para sus oídos y le calentó el cuerpo con tanta rapidez como habían desfilado por su cabeza hacía sólo un segundo las imágenes de ellos juntos.
- Marceline señaló el cartel de la entrada y dijo: Es un club de striptease.
- Finn dice: ¿Qué te parece si entramos sólo para ver si está aquí?
La acompañó hasta la entrada y el portero les dejó entrar sin ni siquiera parpadear y sin pedirles que pagaran la entrada, Finn tenía algunos poderes y no temía utilizarlos. Marceline deseó sentirse igual de segura con los suyos. Su madre siempre le había dicho que ella tenía grandes poderes y que podría hacer todo lo que deseara siempre que practicara lo necesario. Ella nunca había tenido la suficiente confianza como para enfrentarse a sus poderes y aceptarlos. Sin embargo, ahora sí la tenía. Estar con Finn le daba la fortaleza para dejar de esconderse y lanzarse.
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Un Ángel Justiciero
FanfictionLa historia gira en torno a Finn y Marceline... Finn Un Ángel que protege un poso sin fondo escucha el llamado de su supuesto "Amo" Pero al acudir al llamado descubre que en realidad el llamado que escucho fue de una chica llamada Marceline la cual...