Las imágenes que se proyectaban en la luminosa piscina brillaban ante los ojos de Finn a la velocidad de la luz, pero él era capaz de distinguirlas todas con claridad. Podía concentrarse en cada una de las escenas que aparecían y detenerse un momento para entender lo que estaba ocurriendo en ellas. Llevaba toda la eternidad observando a los mortales; él había visto cómo cambiaba el mundo y cómo los humanos se iban olvidando de su especie.
Ya nadie creía en los ángeles.
Verdaderamente hacía muchos siglos que su dueño no le pedía que abandonara el pozo sin fondo del Infierno.
Sin embargo, Finn seguía esperando su llamada con fe y cumplía con su deber a pesar de saber que muchos de los ángeles que le rodeaban elegían vivir sus vidas sin escuchar las órdenes de nadie. Muchos de sus compañeros guerreros se habían ablandado y se habían enamorado de mujeres mortales, y en esos casos su lealtad flaqueaba y sus responsabilidades pagaban las consecuencias del amor que sentían por sus parejas. A él jamás le ocurriría tal cosa porque no le interesaban los mortales.
Su oscura mirada roja se paseó por la plateada piscina para observar la historia que se registraba en ella y de vez en cuando se detenía en las imágenes que le interesaban tales como Guerra, muerte, sangre. Aquello nunca cambiaba.
Algún día su dueño le llamaría y la Tierra conocería el verdadero significado de la palabra «Destrucción».
La piscina proyectó un haz de pálida luz sobre Finn cuando se agachó junto a ella. Apoyó los codos sobre las rodillas y dejó colgar las manos por delante de su cuerpo, los grabados en oro que decoraban las grebas que le protegían las espinillas y los avambrazos que lucía sobre los antebrazos atraían la luz procedente de la piscina y brillaban en la oscuridad.
Finn suspiró, desplegó sus poderosas alas de plumas negras y se puso de pie. Se estiró y el peto de su armadura se elevó cuando levantó los brazos. Entonces se quedó mirando la infinita oscuridad que se extendía sobre su cabeza. Los fuegos del Infierno ardían a sus espaldas.
El humo llenaba toda la caverna y su deseo de ir a la Tierra aumentó. Hacía ya una eternidad desde la última vez que había abandonado el pozo y tuvo la oportunidad de desplegar sus alas y respirar el aire fresco que soplaba contra su rostro al volar. Se moría por volver a sobrevolar las ciudades sin que nadie le viera, sin que nadie supiera que él estaba allí. Quería volver a hablar con los ángeles que vivían en la Tierra y vigilaban a los mortales, deseaba con todas sus fuerzas escapar de los asfixiantes fuegos del Infierno.
Finn estaba a punto de darse la vuelta y volver a la entrada del pozo cuando una imagen de la piscina llamó la atención de sus ojos rojos. Frunció el ceño y volvió a ponerse en cuclillas. Los largos mechones de su pelo negro se descolgaron hacia adelante cuando se inclinó sobre la piscina para observar la imagen que se había quedado congelada ante sus ojos. Una mujer.
Últimamente la veía a menudo. Le gustaba pasear sola por el parque y a veces, con expresión de preocupación; como si llevara un gran peso en el corazón. ¿En qué estaría pensando? El parque no era el único lugar donde la había visto. También la había descubierto indirectamente en medio de una multitud o en alguna escena que le había interesado y cada vez su mirada la seguía hasta que desaparecía de su vista.
La chica se detuvo y observó la torre Eiffel, de espaldas a los ojos de Finn. Una suave brisa mecía su corto vestido rojo y su larga melena negra. Finn no necesitaba ver su cara para saber que era ella ningún otro
mortal lo cautivaba como ella.Las rosas de un jardín enmarcaban la imagen y oscurecían una buena parte de las piernas de la chica él inclinó la cabeza a un lado y la recorrió con su mirada.
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Un Ángel Justiciero
FanfictionLa historia gira en torno a Finn y Marceline... Finn Un Ángel que protege un poso sin fondo escucha el llamado de su supuesto "Amo" Pero al acudir al llamado descubre que en realidad el llamado que escucho fue de una chica llamada Marceline la cual...