Capítulo 2 Nueva Dueña

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Cuando el enorme hombre que tenía ante ella desenvainó la espada que colgaba de su espalda, Marceline abrió sus enormes ojos color azul y no pudo evitar dar un paso atrás. Tenía miedo de que hubiera cambiado de idea y fuera a matarla después de todo, de repente él clavó una rodilla en el suelo delante de ella, bajó la cabeza y le ofreció la espada sujetándola con las palmas de las manos por la punta y la empuñadura. No estaba muy segura de lo que debía pensar de todo aquello.

- Finn dice: Estoy a tus órdenes.

* Finn piensa drásticamente: Pero que mierdas estoy haciendo, esto es una locura... Pero... ¿Sera lo correcto?

Su francés era perfecto, la voz de aquel hombre era tan sensual que cada vez que hablaba un escalofrío recorría la piel de Marceline.

¿Se suponía que tenía que hacer algo?

Estaban volviendo a llamar la atención de las personas que pasaban por allí. ¿Qué estarían viendo? Era evidente que no estaban viendo cómo un hombre le ofrecía su espada, eso estaba claro.

¿Acaso para ellos estaría arrodillado ante ella y levantaba las manos en señal de súplica? ¿Le verían ellos también vestido con aquella armadura negra y roja que tan poco dejaba a la imaginación? ¿Veían sus enormes alas de plumas negras? ... Marceline suponía que la gente no veía nada de todo aquello, si lo vieran, probablemente correrían y gritarían por todo el parque en lugar de limitarse a mirarle como si se hubiera vuelto loco.

- Marcelin vacila por un momento antes de tocar la espada: Mmm, está bien.

El brillante acero estaba muy frío, no le gustó la sensación que le produjo y apartó en seguida la mano.

- Marceline dice: Gracias.

Él se levantó con elegancia. Su dorada piel enmarcaba todos sus músculos y ella intentó no quedarse embobada mirando su cuerpo o hacía mucho ejercicio, o los ángeles tenían el cuerpo de un auténtico dios por naturaleza. Aquel hombre era pura perfección, estaba allí de pie junto a ella y Marceline podía ver perfectamente cómo su amplio pecho subía y bajaba moviendo el peto negro decorado que lo cubría.

Tenía el abdomen desnudo y sus firmes músculos deleitaban los hambrientos ojos de Marceline, más abajo sólo llevaba un modesto y pequeño taparrabos. Modestia. Algo de lo que ella carecía, Marceline siguió deslizando la mirada por su cuerpo y devoró la torneada longitud de sus piernas, eran tan poderosas como el resto de su cuerpo, volvió a subir la mirada y la posó sobre las negras protecciones que llevaba en los antebrazos, estaban decoradas con unos leones rojos. Luego sus ojos continuaron su viaje por sus bíceps hasta llegar a sus fuertes hombros. A partir de allí quisieron volver a su rostro, pero sus alas le resultaron demasiado fascinantes, eran enormes y proyectaban una sombra tan grande que les cubría a ambos.

Ella deseó poder rodearle e investigar hasta el último centímetro de su cuerpo para asegurarse de que de verdad era un ángel y no un hombre disfrazado.

Un ángel.

Su madre le había enseñado todos los dioses, las diosas y la mitología. Ella lo sabía todo acerca de él y de su especie... Finalmente posó los ojos sobre su rostro, tenía una sonrisa especialmente diseñada para romper corazones y una intensa mirada roja salpicada de destellos de hielo. Él también la miraba a los ojos, con determinación y firmeza, y la temperatura de Marceline aumentó cuando él entornó un poco los ojos y ella pudo ver cómo se le dilataban las pupilas, ¿Qué estaría pensando? ¿Acaso le gustaba lo que estaba viendo tanto como le gustaba a ella?

Aquel hombre era un dios.

No, era un ángel y era muy guapo. Imponente, mejor dicho.

Pero no tenía nada que ver con la apariencia que ella había imaginado que tendría un ángel. Todo su ser proyectaba oscuridad, incluso su aura, Marceline no sabía qué clase de poder tendría, pero sabía que era muy intenso y que no era de la clase de poder que servía para resucitar mortales o para curarlos, daba toda la sensación de que si aquel ángel decidía hacer uso de su poder ocurriría justamente lo opuesto.

Reaper... El ángel de la muerte... Aunque él había negado aquel título, entonces, ¿qué título afirmaría él que ostentaba?

- Marcelin dice: Dime, Reaper...
- Finn dice: Finn.

Un Ángel JusticieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora