Capítulo 8 Quédate para siempre

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Finn batió sus alas de plumas negras y despegó con Marceline. Se la llevó por encima de los tejados de los viejos edificios que se alineaban a ambos lados de los Campos Elíseos. El Louvre brillaba a lo lejos; desde allí podían apreciar los tonos dorados de la pirámide y las ventanas del clásico edificio que desprendía una luz muy cálida, cambió de dirección y se dirigió hacia la torre Eiffel muy despacio, disfrutando de la sensación de tenerla entre sus brazos y de la cálida brisa de verano que le acariciaba la piel.

Ella seguía en silencio, acurrucada entre sus brazos y perdida en sus pensamientos. Finn no quería molestarla, así que la cogió con más fuerza y voló con cuidado muy pendiente de la preciosa carga que llevaba. No estaba muy seguro de lo que debía hacer, la ciudad iba desapareciendo debajo de ellos, era una auténtica corriente de luces y sonidos... Finn centró su atención en la torre y pensaba en todo lo que había dicho Marceline, lo había liberado de su deber incluso aunque ella no lo supiera.

Ahora ya no podría quedarse con ella todo el tiempo que él quisiera. Su posición como protector del pozo sin fondo del Infierno le reclamaría tarde o temprano tanto si lo quería como si no tenía un motivo para quedarse en la Tierra, si no tenía una misión que cumplir allí, tendría que regresar.

Incluso aunque él no quisiera volver.

Finn la miró por el rabillo del ojo deseando que ella le hablara. Sentía que el aire era pesado y que le costaba volar a través de él, notaba un dolor en su interior.

Quería quedarse con ella.

Marceline le rodeó el cuello con ambos brazos y él se dio cuenta de que ninguno de los dos sabía qué decir. Ni siquiera volar junto a la torre Eiffel atrajo la atención de Marceline aquella noche. Ya no sonreía.

Permaneció con la cabeza apoyada sobre su hombro respirando lenta y suavemente mientras posaba los dedos sobre su cuello.

Él quería que ella volviera a sonreír.

Quería que las cosas volvieran a ser como eran antes de que Johnny hablara con ella, Finn voló hacia arriba dejando el mundo atrás y buscando el silencio que sólo encontraría cuando estuviera mirando la Tierra desde el altísimo cielo. Marceline se cogió a él con más fuerza y se acurrucó entre sus brazos.

- Finn dice: Nunca te soltaré

Él susurró junto a su frente mientras la cogía con fuerza entre sus brazos. Finn dejó de ascender y se quedó allí quieto sobre París, batiendo sus largas alas lentamente, pero con un ritmo preciso para mantenerle donde estaba.

- Finn dice: No tengas miedo, Marceline. Si te caes, yo te cogeré.

Ella se apartó un poco de él y Finn cambió de posición para poder cogerla bien y asegurarse de que no pudiera escurrirse de entre sus brazos. Los ojos color avellana de Marceline estaban muy abiertos, pero él sabía que no era porque estuviera intentando verlo en la oscuridad, sino porque estaba sorprendida de que él hubiera encontrado el valor para decir lo que pensaba.

- Marceline dice: ¿Lo harías?

- Él sabía muy bien lo que ella le estaba preguntando y dijo mientras asintió: Lo haría. Si te lanzaras al vacío, yo te cogería.

Él la cogió con más fuerza para que estuviera más segura y la miró fijamente a los ojos.

- Finn dice: Ya he cumplido mi misión... Tendré que volver. Aunque preferiría que no tuviera que ser así.
- Ella negó con la cabeza mientras decía: No... ¿No te puedes quedar un poco más?

- Finn dice: ¿Cuánto más?
- Marceline sonrió tímidamente mientras decía: ¿Qué te parece... para siempre?

- Finn dice: Eso suena muy bien.

Finn le dio un beso en los labios y luego suspiró mientras se alejaba un poco de ella de nuevo para mirarla a los ojos.

- Finn dice: Pero no es tan fácil que yo pueda abandonar el Infierno.
- Marceline dice: Entonces retiro lo que he dicho antes... Lo cogió más fuerte de los hombros... Aún no he conseguido mi venganza.

Un Ángel JusticieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora