Un Ángel Justiciero

Capítulo 3 Pasión y Deseo

Finn perfeccionó su imagen volviéndose a hacer la cola de caballo y apretando bien el nudo de su corbata azul. Marceline caminaba junto a él por las calles oscuras, su plan era muy sencillo, pero era muy probable que resultara eficaz. Él la miró y pensó en lo distinta que estaba con aquel corto vestido negro sin mangas que se ceñía a sus pechos y caía desde su cintura, y con aquellos tacones negros. Llevaba recogida la melena negra en un moño informal. Se había perfilado los ojos con un lápiz negro y la boca con un lápiz de labios rojo que realzaba su atractivo.

Antes le costaba no mirarla, pero ahora le resultaba imposible. Ella atraía su mirada y él no quería apartarla de ella. Quería seguir mirándola para siempre, se recordó que en aquel momento era perfectamente adecuado. Se suponía que debía mirarla, ser atento y encantador, y mostrarse romántico con ella.

- Marceline dice con un temblor en su voz: Estará allí.

El temblor que teñía la voz de Marceline traicionó los nervios que él podía sentir en ella.

¿Se estaría arrepintiendo? La manera de vengarse de Marceline era mucho más suave y benévola que la suya, a él no le costaría nada meter a su infiel amante en el pozo sin fondo del Infierno para que sufriera junto a los demás pecadores y el mismísimo Diablo.

Entonces a ella se le aceleró el corazón. Él levantó la cabeza buscando lo que ella miraba y vio la señal de neón. Marceline ya le había hablado de aquel club. Era un local al que ella había ido varias veces con ese hombre llamado Johnny... Finn aún no tenía una descripción del objetivo, pero si aquel hombre estaba en el club Marceline le mostraría quién era.

- Marceline se detuvo y se volvió para mirarlo y dijo: No debería haberte pedido que hicieras esto... Creo que no está bien.
- Finn dice: Sólo me estás pidiendo que finja ser tu nuevo amante. Es una representación muy sencilla, y no estaremos violando ninguna ley del contrato que hay entre nosotros.

Finn sonrió y ella asintió.

No había nada que pudiera infringir las leyes de su contrato. Él no le había pedido que dictara ninguna ley o que se ciñera a ninguna que le hubiera pedido él. Ella tendría todo lo que deseara de él.

Estuviera o no implicado el pecado y a él le parecía muy bien. Marceline se acercó a él. Había olvidado lo bien que olían las mujeres, su suave perfume estimulaba sus sentidos con sus notas florales y le resultaba tan atractivo como su presencia, jamás la había visto tan guapa cuando la observaba en la piscina.

Marceline empezó a alejarse de él, pero Finn la cogió de la muñeca y ella se detuvo.

- Finn dice: Estás nerviosa.

Deslizó los dedos por su piel disfrutando de la sedosa calidez que desprendía. Cada vez que la tocaba sentía que no quería soltarla, quería deslizar las manos por cada uno de los centímetros de su ser, sentir cada una de las sutiles diferencias de su cuerpo, estudiarla y memorizar cada sutil planicie y cada curva.

- Marceline dice: Tú también lo estarías si estuvieras a punto de entrar en un club con un ángel colgado del brazo.

Destilaba cierto tono jocoso, pero él sabía que estaba hablando en serio. La apariencia que ella veía en él la desconcertaba.

- Finn dice: Ellos no me ven como un ángel.

La cogió de los hombros y le dio la vuelta para que pudiera ver el oscuro escaparate que tenía justo detrás, Marceline abrió los ojos de par en par. Por mucho que ella tuviera más capacidad que el resto, era evidente que no podía utilizarla cuando él proyectaba su imagen en algún sitio. Finn estaba proyectando su imagen en su reflejo para que ella pudiera ver lo que veían los demás mortales cuando le miraban.

- Marceline dice sorprendida: ¿Esa es tu imagen?

Él asintió y se inclinó hacia adelante hasta que su pecho estuvo muy cerca de los hombros de Marceline, Entonces bajó la cabeza y la miró a los ojos.