Anh Samara, dieciocho años de edad. Tengo ascendencia japonesa, pero nací en Busan, Corea del sur. Mi infancia aquí no fué la mejor; Mi hermana falleció cuando yo tenía diez años y mi madre se suicidó después de ello. Crecí al lado de las únicas personas que me quedaban, Papá y Samuel, mi hermano.
Desde muy corta edad comencé a ver la vida con una perspectiva distinta a la de muchas otras personas. Todos siempre me decían que debía buscar amigos o estaría sola, pero esa "extraña" perspectiva hizó que relacionarme en el colegio fuera una tarea difícil y me convirtió en el alma solitaria de la cuál nadie tiene registro, pero era mejor así, era mejor cuando nadie notaba mi presencia y todos me pasaban de largo. Porque cuando comenzaron a notarme los resultados solo fueron tres interminables años de soporte ante burlas, desprecios y abusos.
—No te preocupes, ella siempre está así, sola.
—Me pregunto sí tendrá algún amigo.
—no lo creo, no creo que nadie quiera estar con ella. yo me pregunto cómo es que vive.Los murmuros y las voces bajas a mis espaldas se volvieron el pan de cada día. Las lágrimas al fondo de la hueca aula eran algo a lo que ya me había acostumbrado y aún así dolía como el infierno. Todo seguía doliendo como la primera vez, pero tenía que convencerme a mí misma de que estaba bien, de que las cosas pasaban por una razón.
"no importa" "me da igual" "me vale una mierda" Eran las frases con las cuales intentaba huir de mi propia realidad. las palabras que utilizaba a diario para esconder mis debilidades. Muy en el fondo sabía que todo era verdad.
Yo no contaba con ningún tipo de compañía, pero, quién iba a estar conmigo si era un desastre, una persona triste. El despeinado flequillo que adornaba mi cabello negro no ayudaba con mi frente, solo me hacía lucir tonta. La ropa holgada que siempre me gustó en realidad no me quedaba bien. Todo lo que amaba estaba mal. Y me pregunto ¿quién era antes de que el mundo me dijera quién debía ser? No lo recuerdo. no puedo recordar los días en los que aún no vivía siguiendo estereotipos y cuidándome de los prejuicios.
Pero, no tener amigos o mi apariencia física no eran mi mayor problema; esas chicas populares que me molestaron desde el primer día en el colegio, ellas eran mi verdadero problema. No las conocía pero creía saber perfectamente que clase de personas eran.
—¿sabes qué nos dijo? ¡déjenla en paz, pobre niña! — Jennie imitó burlonamente la voz de la profesora mientras yo permanecía en silencio y mi interior colapsaba con sus palabras. —si supiera la basura que eres y todo lo que haz hecho dejaría de defenderte.
—lo siento.
—¿lo sientes? oh, claro que lo sientes.— hizó chocar su palma contra mi fría mejilla. Sentí arder está apesar del camino húmedo que mis lágrimas marcaron. Luego, tomó mi cabello y lo jaló hacia atrás, como si estuviera amarrando una coleta alta a la par que sus ojos transmitían el más intenso repudio. —no debiste haberle dicho nada a la profesora.
—yo... lo siento, sólo no quiero más problemas.
—¿más problemas? qué dices, el único problema aquí eres tú ¡asesina! — escupió mi rostro y al instante reaccioné empujándola lo más lejos que pude de mi.
—no seas tan dura.— murmuró la otra chica, que durante toda la discusión solamente se quedó petrificada cómo si tampoco supiese qué hacer. Jennie sin hacer caso, comenzó a golpearme. me quejé pero eso no la detuvo, parecía como si disfrutara el hecho de causarme daño. tiró de mi cabello hasta dejarme en el suelo y cuando intenté defenderme pidió ayuda a su amiga la pecosa. Estaba acabada.
Sigo sin entender cómo las personas pueden llegar a ser tan desagradables, cómo pueden hacer cosas tan malas y no sentir ni el mínimo remordimiento. Seguro si les preguntáramos por qué hacen eso no tendrían respuesta, pero yo si la tengo, es porque son idiotas. Jennie era idiota, una idiota que conocía bastante bien mis puntos débiles. no sabía nada de mi, pero al mismo tiempo parecia conocerme a la perfección.
Al llegar a casa lo único en lo qué pensaba era en dormir. Esas horas en que mi cuerpo se encontraba casi inconciente eran mis favoritas, mi vida no tenía tendencia a derrumbarse mientras estaba dormida. Cuando papá aún seguía con vida tenía la fortuna que escuchar su voz junto a aquella hermosa melodía tocada a piano. Llegar a su lado y resivir un beso en la frente mientras me preguntaba '¿cómo te fué hoy? '
a quién engaño, las cosas no eran así.
—¡Hola papá!— saludé mientras tomaba entre mis manos una manzana y salía de la cocina para buscar al susodicho en alguno de los sillones. —¿qué tal el trabajo?
—bien. — su voz seca y sin expresión me respondió desde el sofá. ahí estaba él, sentado con un libro y un cigarrillo en las manos.
—me alegro mucho de que sea así. A mi también me fué muy bien ¿sabes?— suspiré sentándome a su lado. —unas niñas me golpearon, papá, y estropearon algunos de mis cuadernos la otra vez.— solo asintió. Lo miré triste al notar que no prestaba ni una pizca de atención a mis palabras.
Él no era así. Él núnca fué así. Siempre fué de ese tipo de papá sonriente que ayuda a sus hijos cuando estos están tristes, pero, desde aquel incidente todo cambió. Su mirada se volvió más agotadora, se había convertido en una sonrisa caída y un cuerpo extremadamente delgado.
—bien, me voy a mi cuarto, tengo mucha tarea por hacer.— agaché la cabeza mientras le daba un mordisco a mi manzana y me podía de pie. —Papá, te quiero. sabes que si necesitas algo puedes hablarme y yo te ayudaré en lo que sea.
—Excelente, hija.
¿qué puede hacer un adolecente que no es escuchado por sus padres? No lo sé. Afortunadamente yo aún tenía un refugio.
Una bella y tranquila canción, el sonido de cada nota perfectamente colocada en el piano de Samuel. Todo se escuchaba de maravilla desde el pasillo hasta que se distorsiono y seguido de aquello solo sonaron notas sin sentido, como si alguién estuviese tocando como loco. Eso solo significaba una cosa.
Caminé hacía el llamado 'estudio' de mi hermano que en realidad era su propia habitación y asomé mi cabeza; Él estaba estresado, con sus cabellos entre las manos, revisando detalladamente las notas y sus errores. Odiaba verlo en esa situación. Él siempre estaba buscando la forma de hacer todo bien, quería dar el cien por ciento de él mismo siempre y se molestaba cada que tenía alguna falla. Pero si había algo que él no entendía era que la perfección es la imperfección de la vida. Me dí la vuelta cuidadosamente para dejarlo solo y darle su espacio, pero al instante mi sudadera se atascó en su puerta y el resultado fué todo lo contrario a lo que hubiese querido.
—yo... ¡no estaba espiando! lo siento, lo siento. no debí venir.
Sólo sonrió y dejo de lado sus notas. —todo un desastre ¿no, enana?— preguntó. —prometo que la próxima vez no tendré errores y no dañaré tus tímpanos.
—¿de qué hablas?— frunciendo el ceño. —tocas genial, Samuel.
—mis resultados no dicen lo mismo.
—...
—ya, ya. Ven— extendió sus brazos hacia mí esperando un abrazo. —cuéntame ¿cómo te fué?
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🌙 ◯ ⨾ 8:4O pm.querido diario, yo no soy una persona, soy un problema.
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¡heeeey! Muchas gracias por leerme. ♡
Es mi primera vez escribiendo y ésta historia tendrá muchas sorpresas.De verdad, aprecio su apoyo, les deseo el mejor de los días y espero que sigan disfrutando de éste viaje por la realidad vista desde su ángulo más doloroso.
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❛ ineffable // jjk.
Random一不要惹我。♡ ͜͡🌙⁸⁸ ❪ Soy una persona triste. Así nací, entre el bien y el mal. Conociendo la felicidad más pura al tenerte, así como el dolor más profundo al perderte. Podía hacerte sentir la persona más felíz de este mundo, pero al mismo tiempo tenia l...