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Nada se escuchó después de aquello, un total silencio había inundado a la aula tal cómo la aurora cuando hace acto de presencia en la tierra fértil. El chico de cabellos marrones se sentó como si nada en el lugar que creyó más conveniente. La profesora prosiguió con su clase llena de monotonía y mientras pasaba sus test estandarizados yo luchaba por evitar esas miradas de reojo que tenía con el muchacho. Sería por pura casualidad, pero aquel anónimo no tan anónimo ahora estaba en mi clase, justo a mi lado y por más que quisiera evitarlo mi conciencia me repetía aquellas dudas respecto a mis secretos. ¿los habrá leído?

Primera, segunda y tercera prueba; parecen ser todas sencillas tratándose de la materia. Había estado ejercitando mi entendimiento durante todas las vacaciones y creía que por fin obtendría el resultado que tanto esperaba. Hechando un vistazo hacia adelante pude notar que Jimin tenía la mayoría de sus respuestas bien marcadas, con facilidad él hubiese sido el primero en terminar el exámen, de no ser por el tipo, Jungkook.

Tan pronto como se puso de pie y caminó con dirección al escritorio los cerebritos del salón se quedaron boquiabiertos, quizá imaginaban que era un prodigio, pero vámos, seamos más inteligentes, seguro que solo marco todo hechando un volado y sus respuestas no eran más que errores.

—¡Jungkook! Todas tus respuestas son correctas ¡que maravilla!— la voz de la profesora calló mis pensamientos dándoles una bofetada al instante.

¿correctos? ¿cómo demonios pudo contestar correctamente el test, en menos de diez minutos?


• • •

—¡no lo entiendo! Yo nisiquiera llevaba la mitad.— Jimin, en compañía de Namjoon, pasó quejándose por el patio en el que yo estaba sentada, esperando a mi compañera.

—De vez en cuándo se pierde, mi amigo.

Abrí mi diario un momento para revisarlo; sus hojas beige y sus hilos estaban meramente en su lugar, pero ese olor, el olor de ese perfume seguía ahí. No me quería ni imaginar la manera de cómo se impregnó en él. Lo acerqué a mi nariz tal cómo lo haría con una pieza de pan recién horneada y aspiré con mis poros nasales aquella fragancia. Olía tan bien, podría jurar que incluso las flores deseaban tener ese perfume; no era algo muy fuerte, pero tampoco lo consideraría en la medida de ser suave.

¿en qué momento cerré los ojos? Y ¿qué hago olfateando un cuadernillo?

Un sonido de pasos me hizó recordar que no estaba en ningún paraíso, seguía en una tierra llena de demonios que si me veían oliendo un cuaderno seguro se burlarian una eternidad. Aparte aquél de mi rostro avergonzado y miré al frente mío, ese chico de nuevo. ¿qué hace caminando por el jardín? Se supone que habíamos salido hace minutos ¿no debería haberse ido ya? Digo, algunos se quedan hasta tarde porque van a atragantarse con la lengua de sus novias o a esperar a sus amigos (en mi caso) pero él no tenía amigos y mucho menos una novia.

—Hey, niño nuevo, el timbre sonó hace rato.— acercándome. —lo sabes ¿no?— puso cara de sorprendido, miró por detras de sus dos hombros y se señaló a si mismo en el pecho.

—si, te hablo a ti.— dije irritada y el asintió, recargándose sobre las rejas borgoña. era jodidamente difícil entablar una conversación con él. Lo de comunicarse por medio de un cuaderno estaba comenzando a cobrar sentido, era un antisocial.

—¿te sientes bien en Seúl?— busqué la forma de hacerle pronunciar algo o al menos mostrar alguna expresión facial, pero solo negó con la cabeza. Al parecer no tenía intensiones de socializar.

❛ ineffable // jjk.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora