Capítulo 4. Confesión.

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Hoseok bajó hasta el sótano donde tenían detenido a Jun. El prisionero estaba sentado en una silla sin camisa y sin pantalones. Únicamente vestía una playera sin mangas y un bóxer.

Era un hombretón de más de uno noventa metros, completamente agotado pues no lo dejaban dormir, ni le daban agua ni comida. Todo con tal de que firmara lo más pronto posible y acabar de una vez por todas con esa maldita guerra sin razón.

─ ¿Cómo va? – Le preguntó al guardia.

─ Igual. No quiere firmar. ¿Le damos descargas eléctricas? – Preguntó el tipo emocionado. Hoseok lo miró con el ceño fruncido.

─ La tortura de esa magnitud es solo para el gobierno, nosotros somos gente civilizada, no electrocutamos ni cortamos dedos. – Lo miró y el otro bajó la mirada apenado.

─ Voy a entrar con él, estén atentos. – Le ordenó.

─ Si, capitán Jung. – Y Hoseok entró sin dudar al cuarto oscuro y frio donde se encontraba Jun.

─ Buenos días, espero que haya pasado una pésima noche. – Lo saludo al llegar.

Jun lo miró fijamente, furioso, pero sin fuerzas. Sin embargo fingió una sonrisa y dijo:

─ Gracias, en verdad fue una noche genial. – Le sonrió falsamente.

─ ¡0h, que bueno¡ - Le contestó sentándose frente a él, en una mesa. – Pensé que había tenido mucho frio, la temperatura en el sótano suele ser muy baja, algo así como... tres o cuatro grados, entonces pues... estaba algo preocupado por usted. –

─ No, gracias, todo bien. – Le respondió.

─ Bueno, entonces no se opondrá a que bajemos a su familia también, digo, si el cuarto es tan cómodo y tan acogedor pues... -

─ No se atreverá a hacer eso. Los mataré si se atreven. –

─ ¿Perdón? ¿Está hablando de matar? ¿Usted? – Lo miró con desprecio. – Usted no podría matar ahora ni a una mosca, entienda que usted es un prisionero vulgar y común. Solo necesitamos su firma y ya, así que no se ponga de bravucón. –

─ Deje a mi familia fuera de esto, ellos no hicieron nada malo. –

─ Solo existir en el momento y lugar equivocados. – Completó Hoseok.

─ Pues... aun así, ellos son inocentes. Yo soy el que les puede dar lo que necesitan, pero pondré mis condiciones. – Le dijo mostrando un gesto altanero.

Hoseok se acercó y tomándolo del cabello, jaló hacia atrás la cabeza del hombre, con brusquedad.

─ Creo que no has entendido nada Jun. Eres un hombre al que se le acabó su periodo presidencial. O firmas o bajo a tu familia y los torturo delante de ti. – Sonrió. – No creo que te guste ver como violo a tu hijita, ¿verdad? –

El presidente Jun abrió los ojos tan sorprendido y asustado que Hoseok soltó una carcajada.

─ Así que, firma. – Llamó al guardia con la mirada y éste desató la mano derecha del hombre en la silla y luego le puso una pluma y una hoja al frente.

─ Pero... -

─ Firma. Ahora. – Le ordenó.

Jun estaba tan cansado, adolorido, entumecido que no podía tomar la pluma, así que se le caía por momentos de las manos.

─ Firma. – Le ordenó nuevamente, colocándole la pluma en la mano. Pero entonces Jun tomó la pluma y se la encajó en el vientre al guardia y se levantó para escapar.

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