Gato encerrado (parte 2)

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Recuperé el aliento al poder percibir el olor del café de Rosa, quién llevaba varios intentos fallidos en captar mi atención. Mi mente no respondía a diferencia de mis ansiosos muslos , mis pechos firmes y mi boca que empezaba a humedecerse en nostalgia sexual.

—Voy a estallarle una botella en la cabeza. Vienen justo a mí cafetería favorita, es el colmo—Por fin mi mente me pudo enviar algo.

—Azul—Evitó que me moviera de mi asiento—Provócalo tú a él, no al revés.

—Ahora? Ves algún chico guapo acompañándome?—Musité con ironía, Rosa torció una mueca de disgusto.

—Salgamos corriendo tomadas de la mano y ya.

—No voy a cumplir tus fantasías lésbicas—Ambas rompimos a carcajadas—Ya no estamos en secundaria, estúpida.

—Puede funcionar, sólo digo—Terminando su café, pagó lo suyo y empezó a maquillarse sobre sus ojos de recién levantada. Vivir cerca de una cafetería es su excusa para andar desaliñada—Cuando quieras, tú estás bien, yo haré de cuenta de que soy la sumisa—Imitó mi voz.

—Tonta—Acomodé mis mechones—Vámonos que tengo que ir al baño.

A Rosa se le iluminó el rostro t me propuso que vayamos al baño y salgamos realizadas sexualmente. Sin duda no ha cambiado desde el colegio. Siempre aparentando haber perdido la virginidad a los 12, saliendo con universitarios y tomándome la mano en excursiones. En pocas palabras, mi mejor amiga en todo el mundo. La seguí hasta bajar las escaleras, hasta que un profundo sentimiento me recorrió la columna al ver su rostro reposando sobre sus manos, ese rostro se hacía más cercano mientras nos acercábamos al baño. Crucé su mesa lo más rápido posible sin antes ver por última vez si se percató de mí.

No volteó.

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