Pequeño fragmento que me pasó el 2019.
Y un poema que me salió cuando una noche decidí escribirle una carta de amor erótica simbolista a mi crush.
2am. Seis cuadras cerca a mi casa. Rojo detrás de mí caminando en silencio. Siempre que está sin palabras es porque está por reventar.
Salimos a comer y no dejaba de criticar al chico que nos atendía con mucha amabilidad. Decidí darle propina extra porque lo merecía; para Rojo, merecía una patada en los genitales. Nunca es descortés con las personas de dicho trabajo, pero particularmente, con este muchacho joven hubo algo en los ojos de Rojo que me dio curiosidad, pero miedo.
"Te estaba desnudando con los ojos, Azul..." Su paranoia me divierte hasta que piensa en dañar a terceros.
***
Quiero matar mi aburrimiento, Rojo.
Juguemos algo.
Juega conmigo.
Usemos la imaginación.
Ok?
Has escuchado Juegos de Seducción de Cerati?
Eres un profesor.
Eres el profesor al que me encanta fastidiar e incomodar con preguntas personales.
Este hombre, casado. Sabe que esta chica solo busca problemas pero es lo suficientemente inteligente para disimular.
Para guardar secretos.
Para ser lucir inocente.
Para hacerlo sufrir y que nadie sepa.
Así le tortura.
Así te torturo.
Y esta chica tonta romantiza el arriesgar la reputación de este profesor porque hay pruebas que lo dejarían muy mal parado.
Esta chica, tan pero tan tonta, el día que vino sin ropa interior, no pensó en las consecuencias.
Había invocado a la bestia.
Al pecado.
A eso de lo que en su colegio le enseñan a evitar.
Pero ella, cual serpiente, tienta.
Cual víbora, inyecta su saliva en la lengua de su profesor.
Dulce medicina.
Ocho minutos para que acabe con su presa.
Síntomas aparecen.
Alucinaciones.
Niñas bailan alrededor de él.
Nabokov se retuerce en su tumba.
Sudoración, falta del aliento al contacto con el dulce veneno de la víbora.
Endurecimiento.
Ahí abajo, un nudo.
Apretado.
Encorsetado.
A punto de estallar.
Estallan los botones de su blusa.
Abajo, justo ahí, cálido.
Latiendo, húmedo.
Estrecho, pequeño.
Síntoma de vértigo.
Desciende al éxtasis caótico.
El aliento se vuelve alterado.
Le gana en fuerza.
Tiene un nudito en el estómago.
Aprieta y él al borde.
Solo un poco.
Se sacude.
Golpetea.
Llega al cielo.
Libera.
Suelta.
Expande.
Y tan solo en ocho minutos, la víbora ha cazado a su presa.
Te gusta lo que escribí? Debes estar pensando que soy una guarra, Dios. Lamento si lo que tengo en la cabeza es solo sexo o mis fantasías clichés sobre profesores que pueden engañarte y aprovecharse al verte tan
Vulnerable
Ingenua
Virginal
Y manipulable
Como una muñequita.
Quiero ser una muñequita.
Juega a que soy esa alumna.
Si quieres soy de universidad para que te asuste el rango de edad.
Y puedes jugar a una porno barata.
Yo quiero subir mis notas, tú quieres sexo.
Business is business.
Tu hermanita menor adorable que siempre te ve. Te molesta y es malcriada a propósito para que la eduques, o la mayor que te provoca con cada cosa que recoge del suelo, se mete a la boca o de cómo se baña frente a ti.
Soy tu esclava, tu asquerosa puta maleducada que necesita una buena cogida para que se porte bien.
Estoy yendo muy lejos o muy rápido?
Es que te veo y creo que quiero amanecer con tus caderas azotando las mías en la penumbra, donde solo se oye mi piel contra la tuya mis inútiles intentos de respirar con el rostro hundido y mis dientes enterrados en las sábanas, el placer saliendo de tu voz susurrándome insultos, vulgaridades, órdenes: premios para mis oídos. Quiero que me laves el cerebro, me hagas sentir que te pertenezco, mi cuerpo es tuyo.
Márcalo, muerde, araña.
Castígame si te miro a los ojos, te desobedezco, me porto mal o hago algo que no quieres, enséñame a portarme bien.
Dame premios y castígame.
Mi almohada ya me llama, Rojo.
Ojalá algún día puedas jugar conmigo. Para eso tengo que tener el valor de hablarte.
Deséame suerte
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Suya
RandomMaldita sea, dos años y termino la escuela, solo dos años más y me largo de aquí, estudiaré Artes Escénicas y seré una gran actriz sobre las tablas. Mis sueños, aspiraciones y yo. Nadie más. Todos los días lucho contra mí misma, convenciéndome que u...