Presa

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Me desperté, la habitación parecía mucho más blanca de lo que era, la ventana estaba abierta y los rayos del sol se colaron hasta despertarme.

Tenía un ligero dolor en el brazo derecho, lo recuerdo porque cuando abrí los ojos y mi cuerpo se despertó estaba tumbada encima de él, pero ese no era el motivo de mi dolor, oh no.

Me levanté la manga del pijama y los vi, ahí, con un color rojizo, tenía el brazo lleno de cortes, las sábanas tenían una gran mancha roja y gotitas alrededor, y a mi lado una cuchilla, afilada, con la punta ensangrentada.

Pude ver que había 5 cortes, bien definidos, bien profundos, bien limpios, alrededor los cortes eran casi superficiales.

No recordaba nada de anoche, sólo que me quedé dormida en el sofá, ni siquiera en mi cama.

No había pasado ni una hora mirándome las heridas y ya me estaba doliendo la cabeza de tanto pensar en todo, empecé a ponerle una descripción a mis heridas.

Una por mi, por todo lo que he aguantado, por todo lo que he callado, por todo lo que debería haber dicho, por lo horrible que soy, por lo que nunca voy a ser, otra por ti, por lo que eres, por lo que has sido, por lo que nunca vas a ser, una tercera por todas las palabras que fueron piedras en mi corazón, una cuarta por ser un fracaso, y una última por el fin, para acabar con todo, con mi vida.

Una vez hice eso, escrito a papel, lo guardé debajo de mi almohada, mis compañeras de celda estaban mirándome, asustadas, yo estaba sangrando, a través de los barrotes de la celda podía ver a todas las presas mirándome y a tres guardias corriendo hacia mi celda, fue lo último que vi...

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