Bucle

6 1 0
                                    

Tumbados en el césped del cementerio entre dos lápidas estábamos mirando las estrellas.

Yo estaba echada sobre tu pecho y tú me rodeabas con el brazo, sentía tu respiración y el latido de tu corazón, de vez en cuando me dabas un beso en la cabeza y volvías a mirar al cielo, a veces te pasabas la otra mano acariciando tu pelo y después te la ponías detrás de la cabeza como apoyo.

Había veces que me apretabas fuerte contra ti,  en ese momento supe que algo no iba bien, me incorporé y tú te incorporaste conmigo, te quedaste mirándome, me apartaste un mechón de la cara y me diste una caricia en la mejilla, los ojos se te empezaron a llenar de lágrimas y te llevaste la mano a la cara para quitártelas.

Te pregunté que qué te pasaba, me dijiste que lo sentías, que lo sentías mucho, que lo último que querías era hacerme daño, que me querías, pero que no querías volverme a ver más, no me diste ninguna explicación más, nunca supe lo que se te había pasado por la cabeza para que me dijeras eso sin darme explicación alguna.

Te levantaste y te fuiste corriendo, yo en cambio me quedé allí, entre las dos lápidas sentada con el césped rozando mis manos. Se puso a llover, confundía si por mi cara caían las gotas de lluvia o las lágrimas que me dejó aquella situación, vi que mi blusa blanca se tornaba de rojo, me asusté y me levanté, al levantarme se me cayó algo del pecho, era mi corazón, se partió al tocar el suelo.

Me arrodillé ante mi corazón roto, no daba crédito a lo que estaba viendo, escuché un ruido y levanté la vista, y lo vi, vi al ser más hermoso que había visto en mi vida.

Era una persona, era alto, su pelo era ondulado y blanco con toques de gris, su piel era blanca como la nieve, sus ojos eran marrones, preciosos, sus labios tenían una tonalidad morada, llevaba una sudadera a rayas y unos pantalones negros, y todo él desprendía una luz blanquecina que le rodeaba entero.

Se acercó a mi, me asusté y me pegué contra una lápida dejando a una corta distancia mi corazón en el suelo, cogió mi corazón e hizo un gesto para que yo extendiera mis manos y lo cogiera, lo hice, y rodeó mis manos con las suyas, nunca había tocado unas manos tan suaves y tan frías, me gustó su tacto, cerró sus manos con las mías dentro, dijo algo en otro idioma y al abrir las manos mi corazón estaba de una pieza.

El boquete de mi pecho se cerró pero sin el corazón dentro, lo tenía ese ser en sus manos, vi cómo lo guardaba en una vitrina, y aparecieron acto seguido miles de vitrinas con corazones diferentes en todo el cementerio, me acarició la mejilla y el suave tacto de su piel fría en mi piel caliente hizo que me durmiera y caí al suelo.

Desperté otra vez apoyada en tu pecho, escuchaba tu respiración y el latido de tu corazón otra vez, mi corazón estaba en mi pecho, me llevé la mano a la mejilla en la que me había acariciado aquel ser, aún sentía su caricia fría y suave, ya no estaba, estábamos tú y yo, mirando las estrellas entre dos lápidas, otra vez...

UntitledDonde viven las historias. Descúbrelo ahora