Flor blanca

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Mis pétalos siguen siendo igual de blancos que el día en el que me arrancaste del suelo y me metiste en un tarro de tierra.

Mis espinas siguen teniendo las puntas pulidas para no pincharte cada vez que quieras acercarte a mí.

Tengo pocos pétalos ya, dos o tres me quedan, por los bordes están un poco marrones, pero la parte central de cada uno de ellos sigue igual de blanca que el primer día que me viste.

Sigo siendo la misma flor que cogiste aquel día en el campo, me riegas todos los días y me pones al sol todas las mañanas, pero ya no me hablas.

Antes me contabas aventuras de todo tipo, me contabas las historias que habías leído, incluso hasta el trabajo que hacías... Cuando eras más pequeño y te peleabas con tus padres me cogías y me llevabas contigo a tu cuarto y llorabas mientras me echabas agua y me limpiabas cada pétalo.

Un día te regalaron una flor rosa, tenía todos los pétalos, ninguno con los bordes marrones, estaba tiesa, muy bien cuidada, demasiado para ser de campo como yo.

Supongo que te gustó más porque ella sí tenía color.



(En honor a una flor que me encontré una vez)

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