Capítulo siete.

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Alanna observaba al muchacho por la ventana. Se sentía extraña, aquello era algo que llevaba tiempo sin hacer. Desde que comenzaron a hablar, dejó de sentir la necesidad de llevarlo a cabo.

Pero por alguna extraña razón, hoy la había picado la curiosidad.

Veía como Finn estaba sentado en su habitación con unos amigos. Cuatro, para especificar. Hablaban entre ellos con demasiado entusiasmo, como si conversasen de algo gracioso o interesante.

Sonrió, nunca había visto al ruloso sonreír tantas veces seguidas.

Admitía que tenía un poco de miedo de que Finn o alguno de sus acompañantes se voltearan y la descubrieran observándolos. Por ello, puso un libro frente a su rostro, el cual bajaba con disimulo para poder apreciar la vista a través de la ventana.

Por supuesto, Alanna lo observaba principalmente a él, puesto que no podía apartar su mirada de su persona. Entonces comenzó a pensar en cuanto le gustaba, y se sentía tonta por sentir tantas cosas por Finn. Y es que le gustaba demasiado, más de lo que ella quisiese.

En ello, notó que el muchacho se volteó hacia su ventana, y en seguida entró en pánico. Sin embargo, quitar la mirada ya era inútil. Finn la había pillado.

El pálido pecoso le sonrió y le hizo una seña con la mano, indicando que esperara un segundo. Alanna, ansiosa, lo hizo. Finn tomó una hoja de papel del escritorio y un marcador y escribió algo en esta, para luego mostrársela a través del vidrio de la ventana.

Decía: "Hoy haré una pequeña reunión en mi casa, ¿quieres venir? Empieza a las ocho treinta".

Alanna se vio muy emocionada ante la invitación del adolescente, y de una vez se puso en movimiento para buscar alguna hoja y cualquier marcador. Cuando los tuvo, escribió su respuesta y se la mostró a la persona frente a la ventana de al lado.

"Por supuesto. Me encantaría ir".

Finn asintió y no escribió más nada, luego se volteó hacia sus amigos. Estos comenzaron a empujarlo y molestarlo seguramente por lo que acababa de hacer. Probablemente pensasen que al muchacho le gustaba Alanna. Ella deseaba que fuese así.

Miró el reloj que tenía adherido en la pared, este marcaba las ocho en punto. En seguida se levantó de un salto de su cama, pensando en que ropa podría ponerse a continuación. Por desgracia, su madre no estaba allí para ayudarla en la ocasión, así que tendría que arreglárselas por sí sola.

Abrió las puertas de su armario de par en par, para comenzar hurgar entre sus prendas, tratando de acertar con cual sería más apropiada para la situación. No era muy buena en ello, en lo absoluto, pero definitivamente quería intentarlo.

Después de unos minutos de búsqueda, pudo encontrar una vestimenta que le pareció adecuada. Un simple vestido azul rey, de tirantes, ceñido a la cintura; aunque suelto en las caderas hasta llegar casi a las rodillas, aquello le pareció una buena elección. De zapatos llevó algo tan soso como lo eran unos tenis blancos, pero la verdad era que le gustaba así.

No hizo mucho con su cabello y rostro, el primero tan solo lo cepilló y el segundo decidió dejarlo listo con una simple lavada. Quizá no era lo más elaborado, pero se sentía satisfecha.

Bajó las escaleras con apresuro, puesto que se percató de que ya habían pasado veinticinco minutos, y prefería llegar lo antes posible. Dejó una nota en la cocina, avisándole a sus progenitores de su paradero y salió de la casa después de pasarle el seguro.

SIXTEEN ¡!【FINN WOLFHARD.】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora