Capítulo quince.

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El auto se detuvo por fin, y los dos niños inmediatamente se asomaron por la ventana para inspeccionar su paradero. Se encontraban en la playa, como se planeó. No estaba tan poblada, pocas personas eran las que estaban sentadas en la arena tomando el sol, y tampoco eran demasiadas las que se bañaban en el agua.

Alanna sonrió ante el hecho de los pocos visitantes que había, puesto que eso suponía menos ruido y más espacio para ellos. Tomó su mochila, y se levantó de las piernas de Finn, quedando ahora agachada. Plantó un pequeño beso en sus labios y luego abrió la puerta de la maleta para salir del auto, esperándolo a él.

Cuando Finn estuvo a su lado, el muchacho disimuladamente rozó su mano con la de ella, y Alanna pudo sentir una corriente eléctrica bajando por su espalda. Sonrió al instante y tomó la mano del chico, haciendo que ahora la sensación anterior fuera continúa. Posó su cabeza en el hombro de Finn, y sintió como este besaba su frente con rapidez para después apartarla del todo.

Alanna lo miró confundida, sin entender en un principio. Sin embargo, cuando la señora Wolfhard apareció frente a ellos pudo aclarar la duda. En seguida su mejillas se volvieron rojas y las manos comenzaron a sudarle, al tiempo que su corazón latía con fuerza ante la idea de que la mujer hubiese alcanzado verlos.

Pero si así fue, esta no dio indicios de ello. La señora solo tomó sus cosas del maletero y les regaló una radiante sonrisa, para después decir:

—Vayan a poner las mantas en la playa, así tomamos espacio rápido.

Ambos asintieron, y sacaron del maletero las anteriormente dichas. Caminaron por entre las personas hasta encontrar un lugar apropiado en donde ponerlas. En cuanto consiguieron el sitio que mejor les pareció, pusieron las mantas y se sentaron allí a esperar a su padres.

En un principio estaban sentados a una distancia muy prudente del otro, pero el muchacho comenzó a acercarse de a poco hasta quedar totalmente pegado a ella. Alanna sonrió ante el comportamiento de Finn, nunca se imaginó que este mostraría tanto interés en su persona, y ahora que lo hacía las cosas parecían ser mejor de lo que había pensado.

Estar con él era, definitivamente, su actividad favorita. Le encantaba sentir los escalofríos en la espalda cada vez que este se acercaba, y las mariposas en el estómago cuando tomaba su mano o la besaba. Las sensaciones que tenía junto a Finn eran maravillosas.

Lo único no tan genial era que sus padres no sabían nada respecto a ello, y por las conversaciones que tuvieron con ambos anteriormente no parecen estar del todo de acuerdo. Aquello en un principio la confundió un poco, puesto que pensó que su madre le gustaba el muchacho. Quizá le agradaba la idea de que a ella le gustara, más no de que estuvieran juntos. De todas formas, no estaban escondiendo nada como tal, ellos no habían hecho oficial su relación.

—Nosotros vamos a bañarnos en la playa un rato, quédense para cuidar las cosas—la voz de su madre la sacó de su ensimismamiento.

Los padres de Finn y el suyo ya iban en camino hacia la orilla de esta, y en cuento ellos dos asintieron, Allina corrió a acompañarlos. Le parecía gracioso que desconfiaran de ambos pero que de igual manera solían dejarlos solos muy seguido.

Su sitio se encontraba lejos de la orilla, por lo que no había manera de que sus padres pudieran verlos. Sin embargo, pensó que era mejor no tentar a la suerte, confiarse nunca es bueno. Volteó su rostro para observar a Finn, este miraba al frente con la mirada perdida, como si estuviera analizando algo. Ignoró el hecho de que se veía devastadoramente atractivo de aquella forma y decidió preguntar.

—¿Qué piensas?—preguntó, frunciendo el ceño.

El muchacho pareció volver en sí, y la observó, con ese brillo que a ella tanto le gustaba.

—¿Por qué te gusto?—interrogó, sorprendiéndola.

Seguía con el ceño fruncido.

—¿Por qué no me gustarías?

Finn se encogió de hombros.

—Bueno, no soy el tipo de chico que suele gustarle a muchas chicas.

Ella sonrió y puso su mano en su mejilla.

—Pues a mí me gustas mucho—confesó, pero eso no pareció convencerlo del todo.

Apretó los labios, pensando que quizá si le admitía cuanto tiempo llevaba enamorada de él se le haría mas fácil convencerlo. Lo dudó un poco, no segura de si quería pasar esa pena. Suspiró, iba a hacerlo.

—¿Sabes? Me gustas desde siempre, Finn. Desde que nos conocimos—admitió, comenzando a sonrojarse—. Te veía leer por la ventana todo el tiempo, y adoraba cuando nuestros padres se reunían porque eso significaba pasar tiempo contigo.

Estaba roja como un tomate y totalmente nerviosa ante la reacción de él.

Finn la observaba fijamente sin decir ni una sola palabra. Simplemente la miraba, al igual que ella a él. Alanna repentinamente dejó de sentirse nerviosa. El ruloso posó su mano en la mejilla de la niña y la acarició suavemente al tiempo que se iba acercando a Alanna.

Su corazón comenzó a latir con fuerza contra sus costillas y una corriente eléctrica bajaba por su espalda, haciéndola temblar. Finn se acercó hasta que sus frentes estuvieron unidas. Sus respiraciones agitadas se mezclaban y la cercanía del muchacho, como siempre, causaba mariposas en su estómago.

Entonces Finn apretó sus labios con lo suyos, y ella no tardó en colocar la mano en su nuca para acercarlo aún más. Era tan solo un roce de labios, apenas podía considerársele un beso.

Se quedaron así unos instantes, tan solo con los labios de uno sobre los de el otro, hasta que Alanna abrió un poco estos y ambos comenzaron a moverlos lentamente en un suave compás. Finn bajó las manos de sus mejillas para ponerlas en su cintura y acercarla aún más a él.

Se separaron por falta de aire, más no separaron sus cuerpos. Ambos tenían una sonrisa en el rostro. Entonces ella rodeó su cuello con sus brazos y dejó reposar su cabeza en el pecho de Finn, quedando en un abrazo.

Sus rápidos latidos se calmaron y fueron al mismo tiempo que los de Finn. Las cosquillas seguían allí, pero ya no eran tan intensas, estar abrazada a él era como estar en total calma. Se sentía cómoda y relajada entre sus brazos. Suspiró y besó suavemente la mejilla del pecoso.

—¿Me quieres, Finn?—preguntó, sin saber muy bien porque lo hacía.

Escuchó una pequeña risa por su parte.

—Lo hago—respondió, apretándola más contra sí.

HOLAAA, DISCULPEN MI INACTIVIDAD ES QUE NO TENÍA DEMASIADAS GANAS DE ESCRIBIR. PERO AQUÍ TIENEN ESTE CAPÍTULO WUU. ESTAMOS CERCA DEL FINAL MA FRENDS JUJU.

SIXTEEN ¡!【FINN WOLFHARD.】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora