Capítulo trece.

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Finn.

El timbre sonó antes de que sus padres pudieran responderle, así que, tras tomar aire para relajarse, se encaminó a abrir la puerta. Al hacerlo, Alanna fue lo primero que sus oscuros ojos pudieron divisar. La niña se veía bellísima con ese vestido de flores, y se había dejado el cabello suelto, como casi siempre. Finn planeaba hacerle algún comentario respecto a su apariencia, pero decidió que quizá con los padres de ella presentes no sería la mejor idea. Era mejor no echarle más leña al fuego.

—Te ves muy guapo, Finn—el halago de la madre de Alanna lo tomó por sorpresa, pensó que esta estaría enojada con él o algo parecido.

Trató de simular una sonrisa, en esos momentos no estaba del mejor humor.

—Gracias—respondió, para después dejarlos pasar.

La señora Wolfhard y Allina se saludaron con abrazo, al tiempo que ambas soltaban pequeños gritos de la emoción, como si llevasen años sin verse. El encuentro de los señores fue más calmado, solo se dieron la mano y comenzaron a hablar de temas que para Finn no podían ser más irrelevantes. Alanna, quien tenía toda su atención, saludó a sus padres con un corto abrazo y aceptó los halagos de estos con una sonrisa. Luego se acercó a él, y este al tenerla cerca, la abrazó, quizá demasiado tiempo como para considerarlo un saludo.

—Te ves muy hermosa—le susurró al oído antes de separarse por completo de ella.

Pudo notar como el rostro de la muchacha tomaba un color rojo y esta comenzaba a sonreír.

Nada fue diferente a las otras reuniones. Los adultos entablaban una entusiasmada conversación en la que tanto Finn como Alanna no estaban dispuesto a participar y la música de fondo era lo único que no los ponía del todo incómodos.

Sentía la mirada de la niña sobre su persona, a pesar de que estuvieran el uno junto al otro, no paraba de mirarlo. Entonces él se volteó hacia ella y sus ojos se detuvieron en los suyos. Ahora que había aceptado que le gustaba le era más fácil dejar fluir las emociones que sentía cuando estaba junto a Alanna, y lo estaba haciendo justo en ese momento. Sin embargo, cortó el contacto visual puesto que la compañía de sus padres lo ponía incómodo.

—¿No quieres salir?—le preguntó en un murmullo.

Alanna asintió y ambos no tardaron en escabullirse y salir sigilosamente por la puerta trasera que había en la cocina. En un principio habían decidido dirigirse al parque, pero desde donde estaban podían oír los gritos de diversión de los niños que jugaban en el y el llanto de los bebes que sus madres llevaban solo para poder vigilar a sus otro hijos. Por lo tanto, la mejor opción fue quedarse en el pequeño espacio que había entre la casa de Alanna y la siguiente.

Se sentaron en el piso con las espaldas recostadas a la pared, y por un momento se quedaron en silencio.

Finn fue el primero en hablar.

—Mis padres hablaron conmigo sobre lo del beso—apretó los labios y se volteó hacia su acompañante—. Creyeron que teníamos algo.

—Oh, así que mamá se los dijo—murmuró, más para sí misma que para él—. Supongo que no me sorprende.

La niña observó al ruloso, expectante.

—¿Y qué fue lo que te dijeron?

Se encogió de hombros, restándole importancia.

—Piensan parecido a tus padres. Creen que por tener dieciséis pretendo tener sexo contigo.

Se vio sorprendido por decirlo con aquella rudeza, pero es que hablar del tema lo enfurecía por completo.

Alanna asintió, analizando sus palabras.

—¿Y qué les dijiste?

Finn tragó saliva, no muy seguro de decírselo. No sabía si sería buena idea, ¿ella sentiría lo mismo o sería un total desastre?

Suspiró, rendido.

—Les he dicho que me gustas y que no planeo aprovecharme de ti.

La chica se vio muy impactado por la respuesta del muchacho. Lo miraba fijamente, estupefacta. Definitivamente no se esperaba esa contestación.

Entonces volvió en sí.

—¿Te gusto?

Finn se limitó a asentir, avergonzado.

Ella soltó una risa, una risa que lo hizo sentirse más calmado.

—Que casualidad, tú también me gustas—dijo con un tono divertido, pero supo que no estaba bromeando.

Sintió como lo abrazaba un sensación de felicidad. Los nervios, la vergüenza y todo el enojo que pudo haber sentido se habían evaporado y habían sido reemplazados por un total alivio. Entonces la observó unos minutos, preguntándose que hacer a continuación. O más bien, que harían ellos a continuación. Si ambos gustaban del otro, sería tonto ignorarlo, pero, ¿Sus padres que pensarían al respecto?

—Eso es genial—habló con expresión ausente, puesto que estaba muy distraído observando el rostro de la muchacha.

La luz de la luna iluminaba su ojos y hacía más notorias sus pestañas, sus delicadas facciones mostraban felicidad, aunque no sonreía del todo. Finn se preguntó si ella sentiría el alivio que él sentía por haber aclarado sus sentimientos. Todo era muy extraño, al principio, cuando se conocieron no pensó en la niña de esa forma, en lo absoluto. Solo la veía como la hija de unos amigos de sus padres, pero cuando tuvieron la oportunidad de hablar, comenzó a llamarle la atención. No sabía si tenía algo en especial por lo cual le interesó tanto, pero así fue.

Le gustaba hablar con ella, ver como se sonrojaba frecuentemente y parecía analizar bien sus palabras. Y también le gustaba cuando reía, lo hacía reír a él. Supuso que simplemente le había caído bien, y que sentía esas nuevas cosas porque no estaba acostumbrado a hacer amistades femeninas. Pero ahora, que ya había aceptado y dicho sus sentimientos y estaba sentado a su lado con unas inmensas ganas de besarla, podía asegurarse de que todas esas suposiciones eran unas totales tonterías.

Entonces recordó el casi beso del auto, y en como el claxon arruinó el momento. Decidió que quizá sería buena idea hacer lo que en ese momento no se pudo.

Comenzó a acercarse a la muchacha, quien todavía seguía mirándolo. Ahora ella estaba sentada con el cuerpo frente al suyo y las piernas cruzadas. Finn adoptó la misma posición que Alanna y puso la mano en su mejilla, mientras que acomodaba la otra en su rodilla para poder apoyarse a medida que iba atrayendo su rostro.

Sus respiraciones colisionaban al tiempo que sus narices se rozaban. Su corazón estaba latiendo particularmente rápido y cosquilleos atacaban su estómago con insistencia.

Para su sorpresa, fue Alanna quien tomó la iniciativa esta vez. Colocó la mano en su nuca y lo atrajo hacia ella hasta que logró apretar sus labios con lo suyos. Sin embargo, ella era inexperta y no sabía como comenzar el beso, así que él comenzó a guiarla con un lento movimiento de labios.

Una corriente eléctrica se disparó por todo su cuerpo, y de pronto todos los sonidos de su alrededor, como el silbido del viento y las distorsionadas voces de sus padres hablando dentro de la casa, desaparecieron por completo y se fundió en ese extraordinario momento.

La acercó más a él y el movimiento de sus labios se volvió menos lento, pero conservaba la ternura y la inocencia. Solo eran dos jóvenes experimentando sensaciones sin pasarse ningún límite, sin llegar a hacer algo no tan correcto.

Cuando se hubieron separado, Finn sonrió y le proporcionó un último beso, solo que este muy corto a comparación con el anterior.

Después de un momento en el cual solo se dedicaron a mirarse el uno al otro, escucharon como sus padres comenzaban a llamarlos, por lo que cortaron el contacto visual para adentrarse en la casa, tratando de disimular sus sonrisas colmadas de felicidad.

HOLAAAA, LO SÉ, AMENMEEEE.

Kisses.

SIXTEEN ¡!【FINN WOLFHARD.】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora