Capítulo 4

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Camila se mordió el labio y guardó silencio unos segundos. Tenía un aspecto encantador.

—Si te apetecería dar un paseo por State Street —dijo, soltando las palabras de golpe.

—Claro. Si tienes tiempo… —una vez más, el guardaespaldas de Camila creía que estaba estudiando. En casa.

Cuando Lauren descubrió cómo Camila eludía la seguridad para escabullirse del apartamento que compartía con una carabina, y que estaba junto al apartamento donde se alojaba su equipo de seguridad, estuvo a punto de matar a alguien.
Empezando por los guardaespaldas. ¿Cuántas veces había salido la princesa de casa sin protección?
Pero Lauren no reveló aquella brecha en la seguridad a los criados de la familia.
Tenía la sospecha de que las amenazas a la familia Cabello venían del interior, y no estaba dispuesta a correr riesgos. Esperaría a que acabara aquella situación tan
delicada y entonces presentaría un informe completo con las sugerencias oportunas para mejorar la seguridad de la princesa. Otro miembro de Jauregui Investigations se
encargaba de vigilar el edificio de Camila cuando lauren se iba a dormir. Camila debería estar
durmiendo por la noche, pero con aquella joven tan decidida nunca se podía estar segura de nada.
Normalmente, habría dejado el caso en manos de su personal, pero si su
agencia de detectives se había convertido en una afamada y multimillonaria empresa
internacional era gracias al instinto personal de Lauren. Sabía cuándo era recomendable involucrarse personalmente en los casos de sus clientes. Y aquélla era
ciertamente una de esas ocasiones especiales.
Camila se pegó mucho a ella mientras caminaban por la calle arbolada junto al Capitolio, y Lauren la rodeó por su estrecha cintura como si el brazo tuviera voluntad propia.
La sensación era muy agradable, pero también muy extraña. En primer lugar, Camila era su clienta… aunque ella no sospechara nada del asunto. Y en segundo lugar, Lauren no era precisamente pródigo en muestras de afecto y sensiblerías. Sus
relaciones con el sexo femenino se reducían al placer físico, sin ningún tipo de compromiso ni falsas muestras de emoción. Ni siquiera tenía amigas. Y desde luego
no tenía el menor interés en mantener nada serio con una mujer. Jamás.
Todas las mujeres que había conocido habían sido mentirosas y
traicioneras.
Empezando por la mujer que la concibió y que fingió un interés maternal hasta el día que encontró a un hombre con más dinero que su padre. Los abandonó a ambos y
desde entonces sólo se había puesto en contacto con Lauren en dos ocasiones. Y sólo con la intención de usarla.
Lauren se lo había permitido la primera vez. Pero la segunda la había echado definitivamente de su vida.
Su abuela era igualmente interesada, pero al menos se había quedado con su abuelo. ¿Qué les pasaría a los hombres de su familia? ¿No sabían elegir mejor a sus parejas o simplemente tenían mala suerte? En cualquier caso, Lauren había seguido la tradición familiar en dos ocasiones, antes de decidir el único tipo de
relación que quería con las mujeres.

Y esa relación era ninguna en absoluto. Ni con las mujeres de su familia ni con las que se acostaba de vez en cuando.
Lo que sentía por Camila era más intenso y difícil de controlar, pero no importaba. Tenía que controlarlo. Porque ella era igual a las demás mujeres que había conocido. Les mentía a sus guardaespaldas y a su familia sin el menor escrúpulo. ¿Por qué iba a ser más digna de confianza en una relación? No podía
serlo. Ni siquiera le había contado aún la verdad sobre su vida. Tal vez no tuvieran una relación y ella ni siquiera sirviese para una aventura pasajera, pero Camila no lo
sabía. Lo único que ella sabía era que aquella incipiente amistad no tenía límites. Y sin embargo seguía manteniendo el engaño.
Era una princesa, y aunque Lauren no estuviera a cargo de su seguridad no
podría haber nada entre ellas. No sólo porque fuera virgen, sino porque Camila no era el tipo de mujer que se conformara con poco. Era el tipo de mujer que creía en el
amor eterno y en todas las fantasías que lo acompañaran.
Tal vez no confiara en ella y fuese más cínica que las demás mujeres, pero
tampoco quería ser la responsable de destrozarle a Camila sus fantasías románticas. De eso ya se encargaría cualquier otro. Ni siquiera una princesa era inmune a los golpes
de la vida.
Y por encima de todo, estaba su reputación profesional. Lauren había trabajado muy duro para convertir su negocio en un referente internacional, y no iba a ponerlo en peligro por culpa de una mujer. Por muy sensual que fuera.

Las escenas que conformaban su experiencia con Lauren se reproducían a toda velocidad en la cabeza de Camila.
Lauren se había ofrecido a llevarla en coche a la excursión. Tenía un Dodge Víper, un lujoso deportivo de dos plazas del mismo color verde que sus ojos. En los noventa minutos de trayecto hasta el camping, Camila se fijó más en el perfil de Lauren y en los vaqueros ceñidos a sus poderosas piernas que en el bonito paisaje que las acompañaba.
Se había pasado horas y horas pensando en aquella mujer, intentando averiguar
si la atracción que sentía por ella podía ser recíproca.
No tenía experiencia sentimental, y no se sentía lo suficientemente cómoda con nadie para pedir consejo.
Lo único que le quedaba era su opinión, basada en… nada. Sí, había compartido muchos cotilleos con las chicas del instituto, pero aquella situación era completamente nueva para ella. Lauren no parecía buscar sexo ni intentaba meterle mano cuando estaban a solas.

Seguramente se debía a que era mayor que ella. Una licenciada universitaria con experiencia en el mundo de los negocios.
Pero aun así estaba convencida de que ella también la deseaba. Las miradas que le echaba bastarían para derretirla. Y no eran las únicas señales.
Probó a buscar consejo en varias revistas femeninas, pero todas defendían la comunicación y la honestidad en una relación. ¿Significaba eso que debería…
preguntárselo? Prefería el lenguaje no verbal. Y a veces las pistas no podrían ser más claras, como el brillo de sus ojos que la hacía palpitar con emociones prohibidas cada
vez que estaban cerca la una de la otra. Pero en las tres semanas que llevaban viéndose Lauren no había intentado sobrepasarse ni nada por el estilo. No habían tenido ninguna
cita oficial, pero habían pasado mucho tiempo juntas desde que se tropezara con ella en el patio. A Lauren Juregui no parecían gustarle mucho los grupos, por lo que su
presencia en reuniones en las que nunca había participado o en manifestaciones por las que no debía de tener el menor interés daba a encender que estaba interesada en
ella personalmente.
Lo cual quería decir que… lauren también la deseaba.

La princesa y la guardaespaldas (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora