Capítulo 7

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Camila y Lauren acabaron de remar en el lago antes de que los demás
regresaran del río, y Camila sugirió que fueran a nadar.

—¿No has pasado ya bastante tiempo en el agua? —preguntó Lauren, aunque tenía que admitir que había disfrutado mucho en el kayak.

Camila se encogió de hombros y sonrió.

—Me encanta el agua. Debería haber sido delfín en vez de mujer.

—Oh, no. Eres una mujer maravillosa —nada más decirlo ahogó un gruñido.

No tendría que haberlo dicho. Las cosas se estaban descontrolando con su princesa.
Pero no podía negar el calor que la recorría por dentro al ver su sonrisa.

—Gracias —respondió ella alegremente, sin el menor atisbo de timidez femenina ante un cumplido semejante.

Arrastraron los kayaks a la orilla, se quitaron los chalecos salvavidas y
volvieron a saltar al agua. O eso fue lo que hizo Lauren, porque cuando se giró para ver dónde estaba Camila la encontró en la orilla, quitándose el traje de neopreno que había
llevado en el kayak. El minúsculo biquini que lucía dejó a Lauren de piedra y sin aliento.
No sólo el biquini, sino también la espectacular figura de Camila. Pechos pequeños y turgentes, cintura estrecha, caderas voluptuosas y piernas largas y torneadas. Y el
diminuto pedazo de tela inferior revelaba mucha más piel de la que cubría, ceñido a la perfecta curva de su trasero. Camila apartó el traje mojado con un puntapié y caminó
hacia el agua, se detuvo a medio metro de Lauren y ladeó interrogativamente la cabeza.

—¿Algún problema?

—Eh… —tuvo que carraspear para deshacer el nudo que se le había formado en la garganta—. No, nada. ¿Seguro que no quieres ponerte el neopreno para nadar? Hace calor para ser primavera, pero no tanto.

—Estoy bien así —dijo ella, pero el escalofrío que recorrió su cuerpo desmentía sus palabras—. Bueno… entraré en calor nadando —añadió modestamente con una sonrisa.

Se le había puesto la piel de gallina, pero fueron sus pezones endurecidos a través del biquini lo que atrajo la mirada de Lauren. La lycra mojada no podía ocultar los pezones, endurecidos como pequeños guijarros puntiagudos.

—Lauren… —su voz cargada de deseo mezclado y confusión era un potente afrodisíaco.

La deseaba y no sabía qué hacer. ¿Qué hombre o mujer no se sentiría atraído por aquella combinación de inocencia y sensualidad femenina?
Camila no se movió, sumergida en el agua hasta la cintura, con los puños
apretados en los costados y la respiración jadeante.
¿Alguna mujer le había mostrado un deseo tan intenso?

Tal vez fuera el resultado de su inocencia. Lauren no había estado con una virgen desde el instituto. Tenía como regla no acostarse con ninguna mujer sin experiencia y que buscara algo más que una aventura, y la cumplía a rajatabla.
Entonces, ¿qué demonios hacía mirando los pechos de Camila como un lobo a su presa?
Se obligó a levantar la mirada hasta sus ojos. Y aquello fue aún peor, porque la prueba de su deseo brillaba con una fuerza casi cegadora en sus grandes ojos marrones.
Camila le mantuvo la mirada sin pestañear, se mordió el labio inferior y Lauren estuvo a punto de reemplazar sus dientes con los suyos. Si no hacía algo pronto, iba a
acabar arrebatándole su virginidad allí mismo, en el lago. Todo el cuerpo le vibraba con un deseo incontenible.
Necesitó toda su fuerza de voluntad para darse la vuelta y sumergirse en el agua helada. Cuando volvió a emerger, a quince metros de la orilla, Camila estaba a escasa distancia de ella.

—¿No sabes que no puedes hundirte tú misma? —le preguntó con una sonrisa maliciosa.

—¿Ah, no?

—No —sin previo aviso, se lanzó sobre Lauren.

Le apretó las manos contra la cabeza y Lauren dejó que le hiciera una ahogadilla, pero se valió del impulso de Camila para agarrarla de manera que no pudiera soltarse y
zambullirla con ella, Las dos volvieron a la superficie riendo y escupiendo agua.

—Así es como tienes que hundirte —dijo Camila sin dejar de sonreír.

La princesa y la guardaespaldas (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora