Una historia donde veremos que el tiempo realmente puede ser tu más grande enemigo si no lo supiste aprovechar en su momento, y Phineas es principal testigo de eso.
¿Phineas tendrá lo necesario para resolver este reto? Lo averiguaremos en el camino.
A lo lejos en la cochera de Phineas se enciende nuevamente la Rockola Interestelar 9000 y toca una última melodía, la melodía pareciera escucharse por todo rincón, armonizando el ambiente, pasando por el viento, por Danville.
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Mientras suena la melodía están Ferb y Candace en la casa esperando a Phineas, preguntándose cómo le fue a su hermano, esperando que todo se solucione, en otra parte, Ginger y Gretchen están preparando las cosas necesarias para la expedición de mañana, mirándose mutuamente con preocupación, Baljeet por otra parte está examinando un Cuarzo de un peculiar color rosa.
Baljeet: Por ese brillo por un momento pensé que eras un Diamante.
Y mientras tanto en la casa de Buford, pues... esta durmiendo.
Mientras en el parque, Phineas está solo, arrodillado, agarrando el pasto con todas sus fuerzas, con lágrimas en sus ojos, no lo logro, estaba triste y abatido, sentía un dolor muy agudo en su pecho, comenzó a golpear el suelo por toda la impotencia que sentía, y no se detenía, el dolor que le causaba sus golpes eran mínimos a comparación a su corazón.
El lindometro que esta tirado en alguna parte, detecta como Isabella se va alejando hasta perderle la pista, mientras que la Rockola Interestelar sufre un daño crítico obligando a la máquina a apagarse para no encender jamás, se acabó, todo parecía perdido... Perdiste Phineas.
Phineas: ¡! Isabellaaaaaa ¡!
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