Para protegerla

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Apolo siempre había sido un dios muy posesivo. Al principio de sus días solo contaba con su hermana Artemisa, luego llegaron Poseidón y Hermes. Pero nadie más. Ninguno de los otros dioses, mucho menos su padre o hermanastros querían pasar tiempo con el joven dios. Ninguno parecía preocuparse por él, ninguno lo consideraba más que una molestia.

El tiempo pasó con firmeza y crudeza. Apolo creció cada vez más solo.

Lucharon contra los titanes y ganaron.

Todos fueron a curarse dónde Apolo pero nadie se preocupó por si el dios tenía alguna herida.

Acabaron con los gigantes y nadie se molestó en verificar si Apolo seguía con vida.

Solo Poseidón y Hermes se preocuparon lo suficiente para ver cómo estaba el joven dios. Solo Artemisa estuvo para él durante aquellas noches en las que temibles pesadillas inundaban sus sueños.

Apolo creció apegándose a su hermana de tal forma que no creía poder vivir sin ella…

…Entonces llego Orión.

El joven gigante era uno de los pocos hijos de Gea que no se involucraron durante la gigantomania. Posiblemente tenía que ver con que su padre era Poseidón. Pero Apolo no iba a indagar en eso.

El dios del sol debía reconocer que Orión era un joven muy apuesto y caballeroso. Respetuoso con todos, dispuesto a ayudar en lo que se necesite. Era un buen rastreador y cazador. Excelente en el tiro con arco y una gran habilidad para manejar los cuchillos de caza. Siempre deambulaba con su fiel perro Sirio.

No se embriagaba, no jugaba con los corazones de las doncellas o de los héroes, no alardeaba de su fuerza. Como dirían por ahí, era casi el hombre perfecto pero solo tenía un defecto… se enamoró de Artemisa.

Y con eso, Artemisa se enamoró de él.

Ella dejo de pasar tiempo con Apolo para estar con Orión. Dejo de hablarle a su hermano para hablarle a Orión. Dejo que Orión fuera el único hombre permitido en su campo de cazadoras, prohibiéndole la entrada a Apolo.

Apolo no podía soportar eso.
Durante días los espío. Durante meses estuvo tras sus pasos. Cada segundo que pasaba se daba cuenta que su hermana caía más y más en el amor hacia ese gigante.

Él no podía permitirlo.

No podía permitir que ese maldito gigante se quedara con su hermana. Que se la quitara con tanta facilidad. No podía permitir que le robaran a la única persona que se preocupaba por él, a la única persona que lo amaba. A la única que le interesaba.

Artemisa era suya. Era su hermana. Su melliza. Suya para cuidar y proteger. Suya para atormentar y molestar. Suya para vivir. Solo suya.
Apolo no iba a perdonar que un gigante… que un macho cualquiera la aparte de su lado.

Planeo todo con cuidado.
Coqueteo con algunas ninfas del bosque para que estás esparcieran el rumor del creciente amor entre la diosa doncella y el joven gigante.
Zeus no estaba muy contento cuando se enteró.

El dios del sol pensó que su padre le prohibiría a su hermana ver al gigante otra vez. Pensó que posiblemente mandara a matar a Orión o que él mismo rey lo pulverizaría con alguno de sus rayos. Pero eso no era lo que el rey de los dioses planeaba. Zeus quería castigar a Artemisa por la mera existencia de la posibilidad de romper su voto.

Eso no era lo que Apolo quería.
Apolo no quería que su hermana sufriera un terrible destino a manos del rey. Él sabía cómo se sentía el impacto del cerrojo maestro. Él sabía lo que era estar suspendidos durante horas sobre la entrada del Tartaro mientras Zeus se debate si debe o no debe soltarlo. Él sabía lo que era ser despojado de su divinidad para ser convertido en un simple mortal.

Él sabía lo que era ser castigado por Zeus y eso era lo último que quería para su hermana.

Sabiendo que sus celos eran los únicos culpables de todo lo ocurrido, tenía que solucionarlo. Él debía arreglar todo eso antes de... antes de que Zeus decida lastimar a su querida hermana.

Espera un par de días antes de volver a aparecerse en las orillas de un arrecife. Ahí se encuentra con Orión.

Con encantadoras palabras lo engatusa para nadar mar adentro y atrapar un extraño pez plateado.
Engañar a Artemisa es aún más fácil. La tienta con una competencia y le promete abogar por el futuro de su relación. Se obliga a sonreír con malicia cuando su hermana impacta en el blanco.

Siguen gritos y llantos. Acusaciones a viva voz. Golpes y flechas contra él.

Pero nada de eso importa. No importa si Poseidón y Hermes no le hablan durante un par de siglos. No importa si su hermana nunca lo perdona. No importa si Zeus pone mala cara por no haber podido impartir un castigo.

Nada de eso importa. Porque Artemisa está a salvo.

Porque a pesar que lo odie desde lo profundo de su corazón, él estaría siempre ahí para protegerla.

Porque ella era su hermana, suya para atormentar, suya para proteger.
Ella era lo único que importaba.

Porque ella le pertenecía desde el mismo segundo en que nacieron.

Porque Apolo había nacido para protegerla. Y eso es lo haría… aun si con eso conseguía que lo odiara.

One Shots/Percy JacksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora