Sammy Valdez podía decir que ha tenido una esplendida vida. Formo un buen negocio, su propio taller mecánico. Tuvo una hermosa y tierna esposa. Un excelente hijo. Un par de nietas maravillosas y ahora un adorable bisnieto. Sin embargo el cambiaria todo eso por solo verla una vez más. Ohh, como la extrañaba. A su querida Srta. Lamarr, su hermosa chica con ojos de oro. Su amada Hazel.
Sammy sabía que había sido culpa suya el perderla. Si tan solo no hubiera vendido el diamante tal y como se lo prometió. Porqué Sammy se había dado cuenta de cómo funcionaba la "maldición" de Hazel. El diamante le cobrara un precio al dueño. La mayoría de los que compraron esos diamantes eran personas avaras, codiciosas, egoístas, personas con el único fin de traer desgracias a los demás, que solo pensaban en su propio beneficio; por eso habían pagado el precio con aquello a lo que querían beneficiar... sus vidas.
Pero Sammy no era así, Sammy no era codicioso ni egoísta. Sammy no quería riquezas eternas ni todo el dinero del mundo. Él quería mudarse a Texas, colocar un pequeño taller de mecánica y vivir el resto de su vida con Hazel. Pero el cometió el error de vender el diamante y la joya se cobro el precio, se llevo lo único que era importante en su vida, le arranco la razón principal de su existencia... le arrebato a su Hazel.
Pero la extraña niñera de su bisnieto, doña Callida, le había confesado que Hazel volvería. Y él le creyó, porque podía sentir que doña Callida era más que eso, tenía un poder superior. Muy parecido al que desprendía Hazel, muy parecido al que desprendía su bisnieto.
Cuando su nieta, Esperanza, salió embarazada el pudo sentirlo. Él pudo sentir como esa pequeña vida que se formaba sería importante en el futuro. Una pieza clave en el desenlace de alguna historia, posiblemente su historia.
La primera y única vez que pudo ver y cargar a su bisnieto, a su Leo, pudo darse cuenta de que era parecido a Hazel. Ambos tenían esa aura casi divina rodeándolos. Nunca le había preguntado a su nieta sobre el padre de Leo, solo sabía que había sido un genio en la mecánica con mucho poder económico y que había caído encantado con la personalidad de su nieta. Él sospechaba que había algo más en ese hombre, pero no podría decir que.
Sin embargo, al ver a Leo pudo notar otra cosa. Esa parte de su alma que había muerto con la ida de Hazel, había renacido en el pequeño bebe que era ahora su bisnieto. Y con ese conocimiento Sammy solo quería llorar, porque eso significaba que su tiempo, su oportunidad, su vida había pasado. Que ya no le correspondía a él estar al lado de su amada Hazel. Que a partir de ese momento seria Leo quien estaría ahí para Hazel.
Sammy le hablo al bebe Leo, le pidió que cuidara a Hazel, que la apoyara, que estuviera ahí para ella... que le dijera hola de su parte. Quiso decirle más, pedirle que le dijera que nunca la olvido, que ella ES el amor de su vida, la razón por la que siguió despertando cada mañana hasta el día de hoy. Pero no puede hacer eso, debía esperar a que llegue el momento en que Leo se lo diga por él mismo. Y cuando ese día llegue, no solo serán las palabras de Leo las que Hazel escuche, sino también las de Sammy. Porque a pesar de todo, una parte de Sammy ha renacido como Leo. La parte más importante, esa que ama a Hazel, que solo quiere verla una vez más.
Esa misma noche, echado en su cama, Sammy mira fijamente el techo. Sabe que ya no vera un amanecer más, sabe que es momento de que su vida termine, sabe que ya llego su hora, que no pueden haber un alma viviendo en dos cuerpos a la vez. Sabe que es momento de descansar y esperar volver a verla.
Desde su cama puede ver como un hombre alto y pálido aparece. Trae puesto un traje negro que le da un aspecto aun más peligroso de lo que ya parece con sus severos rasgos.
-Samuel Valdez -murmura el hombre- es momento de irte
-Lo sé -responde Sammy haciendo un amago de pararse