👠Cenicienta (parte 1)👠

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Pinche AU raro que se me ocurrió de la nada. Agradecimientos a @OllieLanders por ayudarme a ilustrar este AU tan exótico :3
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En el Reino de Santa Cecilia, en una galante casa, vivía una joven de 14 años llamada Rosa, la cual vivía con su madrastra Imelda y sus dos hermanas, Victoria y Elena, quienes solo rebasaban en 2 años a la joven.

Rosa era obligada a hacer todos los deberes de la casa sin cuestionar, y apesar de ser tratada de mala forma, se esforzaba mucho para soportar con ilimitada paciencia y buen corazón.
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—Rosa! Rosa, ven aquí de inmediato!— le gritaba su madrastra desde el comedor de finitos acabados que lo decoraban.

—Si, mamá? Qué pasa?

—Como que qué pasa? El comedor está hecho una porquería! Me limpias esto pero como vas!

—Aaah... Si! Enseguida— reaccionó al instante y se puso a recoger y ordenar todo lo que pudo del comedor mientras su madrastra se iba de allí.

No había pasado mucho después de limpiar cuando escuchó el llamado de sus hermanas desde las escaleras.

—Rosa!!

—Ah? Qué pasa, hermanas?

—Ve afuera a cepillar estos zapatos— le ordenó Victoria

—Y también ve a lavarme toda esta ropa!— le agregó Elena dejado caer un montón de ropa junto con los zapatos de su hermana en espera de que Rosa los recogiera mientras reían a carcajadas.

Salió afuera, lavar la ropa en el lavadero era bastante difícil y más para una niña. El agua fría y las piedras del lavadero lastimaban sus manos.

—Como me duelen ...— decía en voz baja sin dejar de tallar y quitar las manchas. Cuando acabó las puso a secar en el tendedero para luego pulir los zapatos hasta quedar como nuevos.
Mientras lo hacía, un par de gatos siameses se asomaron por una pared y echaron un vistazo: Óscar y Felipe, las mascotas de mamá Imelda.

—Oh, hola...— les dijo la niña una vez los notó. Ambos gatos se acurrucaron en sus piernas para darle algo de consuelo a su acostumbrada pero difícil rutina. Acarició a ambos gatos con mucho afecto y sonrió.
...

Después de haber hecho sus quehaceres, fue al mercado en busca de las mejores verduras de Santa Cecilia. En su travesía se escucharon los pregones de un mensajero del castillo quien estaba parado sobre un pequeño escenario en medio del pueblo. Alto, moreno, delgado y de aspecto carismático aún con su traje formal; hablaba a toda voz:

—Muy buenas a todos! Por órdenes del reino de Santa Cecilia, he decidido informar a todos los presentes que de aquí a 7 días, se celebrará el festival de día de muertos en que todos podrán asistir, sin importar edad o clase social! — dijo el hombre con gran energía. Pronto el pueblo se llenó de murmullos y preparaciones; y bueno, en la casa de Rosa no fue la excepción.
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—Madre! Necesitaré un nuevo vestido!— le rogó Elena a su madre después de oír aquella noticia

—Yo también, mamá, yo también— le agregó Victoria como si aún fuera una niña pequeña

—Ay, no se preocupen, mis niñas. Tendrán todo lo que necesiten para el baile...

A Rosa le daba mucha emoción el poder ir al festival de día de Muertos. Los colores, las luces, la música; todo en esos días era como un sueño.
—Será que... Yo pueda ir a la fiesta?— le preguntó Rosa a mamá Imelda con algo de pena

—Eso no creo que sea posible, Rosa. No eres de una clase aceptable para esas cosas...

—Pe-pero... El mensajero dijo que todos estaban invitados, sin importar clase social o nivel

—Supongo que oíste mal, jovencita.— le atacó Imelda con bastante orgullo— Además, ni siquiera sabes bailar... Vamos, niñas. Que tenemos muchas cosas que comprar— le agregó a sus hijas mientras se retiraba de la casa en busca de un sastre del pueblo.

Una vez se fueron, Rosa contuvo las lágrimas mientras se iba a su cuarto. No sé lo creía. Estaba tan ilusionada con la idea de asistir a ése festival que no pudo resistir el llorar en su cama para así desahogar ese dolor. Aunque ya lo tenía previsto. Su madrastra siempre se avergonzó de ella desde que la conoció o simplemente desde que supo que existía.

—Como deseo ir...— se dijo para sí limpiando sus lágrimas, hasta que un par de chillidos llamaron su atención.

Miguel y Abel, dos ratones y amigos de Rosa los cuales estaban presentes cada vez que ella se sentía mal o cuando querían algo de comer sin que las hermanastras no pegaran el grito.

—Oh... No, no los vi antes; lo siento mucho— y se limpió las las pocas lágrimas para no preocuparlos mucho de su llanto. Ante esto, los dos animalitos se acercaron para darle consuelo con sus diminutas caricias a sus dedos. Después de un rato Miguel acercó su nariz para limpiar las lágrimas de sus mejillas; aún lloraba, pero en silencio

—Gracias— susurró la niña para luego recostar su cabeza en uno de los brazos.
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Descuiden mis bebés, aún no es el fin. Leyeron el título, verdad? Bueno, esto sigue para otro episodio, nos vemos :3

Ese "Privilegio" (MarcoxRosa One-shots)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora